La dictadura militar argentina (1976-1983) fue "un verdadero genocidio" que se produjo con el pretexto de la "guerra fría", promovido por EE UU y el silencio de la Iglesia católica, según una sentencia hecha pública en Roma.
La sentencia recoge los fundamentos jurídicos de la condena en rebeldía de los ex oficiales argentinos Jorge Eduardo Acosta, Alfredo Ignacio Astiz, Jorge Raúl Vildoza, Antonio Vañek y Héctor Antonio Febrés.
Los cinco fueron sentenciados a cadena perpetua el 14 de marzo por la desaparición de los italianos Angela María Aietta Gullo, Giovanni Pecorato y su hija Susana.
“La abundante instrucción ha permitido acreditar judicialmente lo que, por otra parte, era ya bien conocido históricamente: que entre 1976 y 1983 se instauró en Argentina una feroz dictadura militar que, con el pretexto de contrarrestar la guerrilla y de frenar la difusión de las ideas marxistas, llevó a término con métodos inhumanos un verdadero genocidio”, se dice al empezar la sentencia.
A partir de ahí y en 96 páginas, el tribunal de Roma que juzgó a los militares hace una narración histórica de lo sucedido entre unos años antes del golpe y el fin del mismo con la inclusión de multitud de detalles aportados por los testigos.
Establece, por ejemplo, las diferencias entre la “ostentosa” dictadura chilena, que comenzó tres años antes con el “inútil y espectacular bombardeo de La Moneda”, y la “silenciosa, escondida y científica” dictadura argentina. “La persecución política fue clandestina, sin camiones ni blindados. Buenos Aires parecía una tranquila ciudad en la cual la vida proseguía normalmente, hasta el punto de que, al menos al principio, fue acogida con alivio por una parte de la sociedad argentina y vista como ineluctable incluso por parte de la prensa democrática (Le Monde-Washington Post)”, señalan los magistrados.
También narra cómo, ante la división del mundo en dos bloques, Estados Unidos estableció el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, “una especie de OTAN que preveía la obligación de la intervención en todos los países si uno era atacado”. Según los jueces, “era evidente” que la única nación que podía encontrarse en tal situación era Estados Unidos. Sin embargo, los países suramericanos interpretaron el peligro de ataque como “un peligro interno”.
La narración también revela cómo Italia se desentendió de la dictadura argentina, sin permitir “un solo refugiado político en su Embajada” y cómo la Iglesia católica guardó silencio.
“Graves fueron también las decisiones del Vaticano y de la jerarquía eclesiástica argentina”, señala el texto.
En cuanto a la jerarquía eclesial argentina, los jueces señalan que, de los ochenta obispos de la Conferencia Episcopal, sólo cuatro, “uno de ellos muerto en un extraño accidente de carretera”, se expresaron contra la dictadura.
La sentencia continúa con la descripción de las torturas y las declaraciones de testigos que inculpan a los condenados hasta completar un relato judicial que el abogado de la acusación Jorge Ithurburu quiere traducir y publicar, según explicó ayer, “por su alto contenido pedagógico”.
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