Esa frase, de Voltaire , lleva a pensar sobre los hechos de violencia ocurridos el sábado pasado, en los cuales los diputados nacionales de Tucumán, que votaron a favor de las retenciones, fueron insultados, agredidos e injuriados por un grupo de productores rurales.
Es común escuchar que aquellos que poseen una posición económica desahogada ,tienen mejor y mayor educación.
El sábado a la noche en el aeropuerto tucumano y en el microcentro capitalino se desarrollaron actos de intolerancia e incivilidad. Fueron protagonizados por productores rurales y guardaespaldas de funcionarios. Todo lo ocurrido es vergonzoso para los, mayoritariamente, quieren vivir en paz. De uno y de otro bando, eso parecían, la violencia se hizo dueña. Unos por sus conocidas actitudes patoteras y otros por sus aparentes civilidad. Ambos grupos dieron lástima.
Las oportunidades de estudiar y acceder al conocimiento, hace, no en estos casos, aprender a respetar al que no piensa igual. Pero los violentos están en todos lados. En los seres humanos con mayor formación cultural e intelectual y en los que no tuvieron la oportunidad de crecer y desarrollarse igual.
Últimamente en la provincia los que menos tienen y que siempre reclaman justicia social, son los que mejor comportamiento mostraron en la cotidianeidad de los reclamos. Los otros comenzaron revelaron actitudes, que quizás las tenían dormidas o escondidas, porque las formas de reclamar que hicieron y hacen dejan enormes dudas en las intenciones de respetar al prójimo.
Cortaron rutas , desabastecieron, insultaron, atropellaron y agredieron, entre otras muestras de intolerancia como no se veía desde la última dictadura. ¿ Serán los mismos, que decía n algo habrán hecho, o a mi no me hicieron nada?. Porque si son esos, que ahora reclaman por sus dineros, que no esta mal, el temor me invade.
En estos últimos meses, los escuché amenazar, insultar, descalificar y agredir con total impunidad y hasta con aires de suficiencia, que raya con las bravuconadas y el patoterismo. Esta bien que reclamen por lo que ellos consideran justo, pero no está bien que por eso quieran apropiarse de los derechos ajenos.
Lo más triste, es que lo hacen en presencia de sus hijos. Ojala haya sido sólo un descuido lamentable.
Daniel A. Villalba
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