No era precisamente el día de la bandera. Lo que sucedió fue que después de 22 años Atlético Tucumán se consolidó campeón, con ascenso incluido. La fiesta se prolongó por toda los barrios capitalinos.
Atlético campeón.
¡Que día, para los padres decanos! Minutos antes del comenzar el encuentro el estadio estaba repleto. El monumental tenía franjas celestes y blancas que atravesaban las cuatro tribunas. Cuando llegó la parcialidad visitante comenzó el “borombombón, vinieron todos que papelón”, por los 500 cordobeses.
Ya con toda la adrenalina encima comenzó el hit del campeonato, “señores soy del deca, lo sigo a todos lados...”. Acompañado por “si, si señores, yo soy decano...”. De pronto salieron los once gladiadores al campo de juego para una lluvia de pepelitos y un interminable bombardeo mezclado con los gritos ensordecedores e infinitos.
Durante el cotejo la tensión apagó un poco a los hinchas. Solari levantaba las manos para que la gente aliente. Pero terminada la ronda de los penales, el estadio de desahogó. Se abrieron las puertas al campo de juego. Se materializó la invasión. Parecían hormiguitas vestidas de celeste y blanco que entraban y entraban.
Daba la sensación que se cansaban. Todo se trasladó a plaza Independencia donde continuó el festín, algarabía, festejos y pasión. Una locura irracional propia del fútbol.
La cantidad de gente era abrumadora. Para varios el mejor día del padre en mucho tiempo, para otros el mejor de su vida. Mañana las gastadas.
Sebastián Ganzburg
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