AMPLIAREscena de la obra

08/06/2008 - Teatro

Una combinación de Menem, Videla, Bush y Tinelli

La tercer noche de Carcajadas Gloriosas cerró con La Vorágine, grupo organizador. Una obra no apta para moralistas, con un mensaje elocuente y preciso. Videos, vestuario variado, acrobacias con arnés dan forma al show. Gran actuación de Marcos Acevedo. Pablo Gigena es el encargado de un texto fuerte.

En la madrugada del domingo, Calígula Super Star cerró la jornada, obra que cumplió su exitoso ciclo este año en La Gloriosa.

El público participa como un actor más al ser el espectador de un programa glamoroso. El personaje es el famoso, emperador romano, Calígula, pero del siglo XXI. Asqueroso, aberrante, corrupto, sadomasoquista, torturador, soberbio, egocéntrico, libertino, despectivos y absolutamente mediático.

Cada acto será un bloque del programa. Mientras se hace la presentación se proyectan videos de interesante producción que potencian la imagen del cuasi Dios. El vestuario cambia constantemente. El actor se mueve por todo el escenario colgado de un arnés, mientras las luces intermitentes pintan la puesta.

Con lenguaje claro y agresivo, Calígula se dirige al espectador humillándolo. El público se fusiona y pasa a ser parte del talk show. El personajes refleja a la sociedad. O como decía Marx, las sociedades son el reflejo de las clases dominantes. Es popular y despectivo. Necesita del pueblo, el pueblo lo necesita también.

Su autoritarismo es tan grande como su libertinaje. Los tiempos son vertiginosos. Un esclavo guía a la gente para que aplauda, grite o reaccione. La música produce los ambientas deseados. Siempre impactantes.

El Gran Hermano que ama y odia a las masas, es una gran actuación de Marcos Acevedo. Rubio, alto, seguro de sí, infinitamente prepotente conforma la imagen que los medios imponen de perfección.

No menos importante es el trabajo artístico. Los videos, la vestimenta, las luces y la música cuentan con una excelente asistencia técnica.

El mensaje es elocuente, una sola interpretación posible se genera apenas comenzado el espectáculo: el que sufre es el conformista pueblo. La escena final potencia lo medular de la obra, un moralista debe taparse los ojos, de lo contrario utilizar vaselina.

Sebastián Ganzburg
sebaganzburg@gmail.com