El Clásico de Nueva Orleans significó su primer título en Estados Unidos. Con su peculiar estilo de arremetida demostró ser uno de los grandes en el golf argentino. La combinación del buen swing con un fino putter fueron letales.
De esta manera logró su primer título en el PGA Tour.
El sábado, Romero no pudo concluir su vuelta por falta de luz, ayer por la mañana llegó temprano al club para jugar el par 3 del 17 y el par 5 del 18. Figuraba a sólo un golpe de la punta, con un parcial para el día de cinco bajo el par. Siguió atacando y se despachó con dos festejados birdies. 65, entonces, para la tercera vuelta y a esa altura se dio cuenta de que podía dar el gran golpe de vida.
Tenía sensación en el swing y, fundamentalmente, estaba fino con el putter. Una mezcla letal para sostener sus aspiraciones. Andrés, se sabe, es un jugador temible cuando entra en confianza. Arriesga, vuelve a arriesgar y sigue arriesgando. Hay miles de ejemplos que hablan de esto. Una, su explosiva arremetida en el último Open Británico, en Carnoustie, donde a dos hoyos del final agarró la punta, luego de enhebrar nada menos que 10 birdies, pero siguió atacando y pagó: doble el 17 y bogey el 17, para concluir en el tercer puesto. Otro, en su lugar, hubiese puesto el grito en el cielo por aquel "arrebato de valentía" justo a punto de coronarse en un torneo mayor. El, pese al tropezón, dijo riendo: "Volvería a intentar los mismos tiros". La respuesta de un audaz, sin dudas.
Asesorado por su entorno, en los últimos tiempos tomó una decisión arriesgada: abandonó el tour europeo para pasar a las grandes ligas de Estados Unidos, ahí donde un día supo asombrar al mismísimo Tiger Woods, con quien ya compartió dos vueltas. "Juega fantástico, tiene una soltura que no se ve todos los días", lo describió el número uno del mundo.
Y en este cierre del TPC de Lousiana, Pigu se soltó como nunca. Hizo birdie en el par 5 del 2 y lo más importante es que siempre mantuvo la pelota en juego. Lo frenó un poco el bogey en el par 4 del 6, pero de ahí hasta el final no cometió errores. Birdie en el par 5 del 7, para agarrar la punta del campeonato. Igual, tenía claro que no le alcanzaba para festejar. Si quería el título, hacían falta más birdies. Muchos, muchísimos. Y llegaron. Uno, en el par 5 del 11... Otro en el par 4 del 12. Siguió mentalizado en su juego. De reojo miraba el accionar de los rivales, como el local Woody Austin. Pero su cabeza estaba puesta en ganarle a la cancha.
Se sintió un poco más campeón después de bajar el par 4 del 16. Los otros aspirantes al título, en tanto, no hacían grandes cosas para intimidarlo. Se fue con par en el 17 y, lamentablemente, no bajó el par 5 del 18. Un cuatro ahí, le hubiese garantizado antes el primer lugar. Igual, el tucumano se fue de ese green con la sensación de "misión cumplida". Respiró hondo, firmó una tarjeta de 68 golpes para su cuarta y última vuelta y derechito a esperar al club house, en medio de las felicitaciones generales. Menos 13 para el total y, con varios golfistas todavía en el campo, nadie le quitaba el privilegio de figurar en lo más alto del tablero.
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