Desde mañana y hasta el martes 5 de febrero, se celebrará la 61ª edición de la Fiesta Nacional de la Pachamama. La tradicional celebración está organizada por Comisión Organizadora, la Comuna de Amaicha del Valle y el Ente Provincial de Turismo.
El milenario ritual se llevará, como todos los años, en la plaza principal.
A 164 kilómetros de San Miguel de Tucumán, se realizará la 61ª Fiesta Nacional de la Pachamama, en la vallista Amaicha del Valle que, orgullosa, se abre para recibir al visitante con la pureza de su heroico pasado. No es para menos sabiéndose descendiente directa de los diaguito- calchaquíes, quiénes resistieron múltiples embates que se proponían hacerlos sucumbir ante el invasor.
Como todos los años, cada noche actuarán destacadas figuras del folclore nacional y provincial. También se harán los rituales tradicionales como los encuentros de comadres, cruzas de arcos, actuación de copleras, destrezas criollas, domas, pialadas, señalada de chivitos, concursos de hilados, bailes folclóricos, obras de teatro y la elección de La Alhajita.
Entre las actividades que se desarrollarán se destacan, las tradicionales ofrendas a la Madre Tierra en la Apacheta, tras lo cual se habilitarán las pascanas y la feria artesanal. Así como también habrá tapamiento, y la actuación de las copleras.
Para los pobladores originarios, la Pachamama o Madre Tierra es el espíritu irresistible de la naturaleza. Diosa generosa y protectora, la madre que fecunda todo lo existente. Ella es quien hace crecer la hierba y los árboles, la que multiplica la hacienda, la que hace germinar la semilla, madurar los frutos y la que brinda abundante cosecha. Es la que protege al caminante, a la pastora, al minero, o al viajero. Es la que cuida permanentemente a sus hijos.
La fiesta destinada a venerar la madre tierra implica intensos preparativos, tanto del sector público como del privado, y genera un ajetreo inusual en el tranquilo poblado. Humitas, empanadas y tamales esperan al visitante, que podrá alternar jornadas folclóricas con otras actividades, como representaciones teatrales y hasta un evento de doma y destreza criolla. Todo acompañado por el trinar de las voces de las copleras, quienes con su canto marcan el ritmo de vidalas y bagualas en sus cajas, trayendo con ellas el espíritu de los cerros y de sus antepasados.
A lo largo de las jornadas todo tiene características de carnaval. Las flores y las frutas se acomodan junto a la albahaca que da aroma al aire espeso de polvaredas donde hacen lo suyo los bailarines, y los niños corretean alegremente.
La fiesta de la Pachamama es una concatenación de ceremonias formales, como la misa de Acción de Gracias en la capilla, y otras más espontáneas, como los topamientos: bajo arcos de sauces de la Plaza General San Martín que por última vez los albergará, hombres y mujeres se echan almidón y papel picado, se intercambian fugazmente coronas de flores o de albahaca.
Cuando se conoce el nombre de la longeva mujer que ha sido ungida como Pachamama, la Madre Tierra recibe los atributos y es montada en un trono de piedra cubierto con ponchos o en una carroza adornada, el aipa, tirado por un burro, acompañada por el Yastay -padre de los animales-, el Pujllay -el Diablo- y la Ñusta, bella joven que representa los frutos de la tierra. Presiden entonces el desfile de carrozas alegóricas, adornadas con guirnaldas y reveladoras de la fértil imaginación de los vallistos.
Orgullosa Amaicha del Valle, se abre para recibir al visitante Repitiendo "Pachamama cusiya cusiya", (Madre Tierra, ayúdame, ayúdame), los habitantes e invitados cada mes de febrero, mantienen vivos uno de los últimos rituales de origen indígena que aún sobreviven en la Argentina, la Fiesta de la Pachamama. Disfrutarla es una experiencia sagrada.
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