El Presidente del INTI, Enrique Martinez, cuestiona el alcance y validez del estudio presentado sobre el impacto ambiental de Botnia. Reitera la propuesta de monitoreo binacional conjunto a cargo de organismos estatales de ciencia y técnica.
La Argentina cuenta con numerosos ámbitos de ciencia, técnica y de universidades que pueden aportar una mirada solvente.
En lunes se difundió el primer informe sobre los posibles efectos contaminantes de la planta de Botnia sobre el ambiente argentino. Se trata de un informe de una ONG internacional (Green Cross), que aparentemente se concentra en el contenido de anhídrido sulfuroso en aire, del que se puede derivar la llamada lluvia ácida.
Hay varios elementos del episodio que nos obligan a emitir nuestra opinión, como uno de los organismos del Estado nacional vinculado con la promoción y supervisión de la producción industrial sustentable y responsable.
En primera medida, el tema de la lluvia ácida. Numerosos técnicos del país – incluyendo los del INTI – han señalado que es altamente improbable que esta cuestión se convierta alguna vez en un problema en Gualeguaychú. El alto contenido de azufre combinado en el aire es propio de áreas de producción siderúrgica o de combustión de carbón, con alta densidad industrial, de algunas zonas de Europa. A nadie debiera sorprender que en Ñandubaysal los tenores de anhídrido sulfuroso sean sólo el 8 por ciento del mínimo fijado por la Organización Mundial de la Salud como techo aceptable y muchísimo menos que lo fijado por organismos menos rigurosos.
Quien presentó este trabajo como forma de desmentir toda contaminación, en este caso, hace una trampa intelectual al referirse a un parámetro que no es crítico, aunque lo hace apoyada en irresponsables declaraciones de funcionarios públicos, incluyendo un ex gobernador y un ex canciller, que hablaron en su momento de la lluvia ácida desde la más supina ignorancia. Tal vez el informe podría haber agregado que no se detectó un aumento en la presencia de dragones en la zona.
Los verdaderos parámetros a seguir son las dioxinas en aire y en agua, así como la variación de nitratos y fosfatos en el agua. Sobre esto no parecen haberse difundido datos. Si eso es así, el material dado a conocer no sirve para gran cosa.
En segundo término, el camino elegido de referenciarse en una ONG cuyo prestigio en el tema ambiental se basa, curiosamente, en que es auspiciada por el ex premier ruso Mikhail Gorbachov, llevará seguramente al desfile de consultoras internacionales de todo pelaje, suministrando información no creíble más que para quien la contrata.
Hay demasiadas experiencias mundiales de la certificación de temas críticos llevadas a cabo por entidades de parte, como para no advertir que esto será ruido sobre ruido.
Entidades de Gualeguaychú han encargado sus propios estudios; la Secretaría de Medio Ambiente parece haber encargado también los suyos. En el actual estadio de controversia pública tan aguda sobre esta cuestión, ¿qué harán esos ámbitos con sus respectivos informes, si ellos contradicen prejuiciosas conclusiones emitidas por anticipado? ¿Quién los admitirá como válidos si coinciden con aquellos prejuicios?
Creo que todos hemos puesto algún granito de arena para construir un laberinto con numerosas salidas falsas.
Llegados a este punto y con la planta de Botnia en funcionamiento nos permitimos reiterar una propuesta que formulamos hace casi dos años y que creemos que hoy es aún más válida que entonces: Se debe encargar la auditoría completa y el monitoreo de todo efecto de esta planta sobre el ambiente a un grupo técnico binacional – si es posible trinacional, sumando a entidades de Brasil– que tenga transparencia técnica, independencia política y potestad plena para medir, evaluar y hacer todas las recomendaciones necesarias. En la Argentina hay numerosos ámbitos de ciencia y técnica y de universidades que pueden aportar una mirada solvente. También los hay en Uruguay, con algunos de los cuales, el INTI mantiene fraternales y productivos vínculos en varios temas.
Me adelanto a señalar que esta reiteración nuestra puede aparecer como inocente, frente a las tensiones generadas en todo este tiempo. Muy respetables colegas nos lo han señalado. Sin embargo, creo que las verdades simples suelen ser las más efectivas, sobre todo en los momentos de mayor crisis. Nada que se diga o haga será útil en este contexto si no decidimos, de verdad, creer en ámbitos públicos de nuestras propias comunidades. De paso que se los pueda convocar, se les daría una entidad social que es imprescindible. Necesitamos que los temas del ambiente en Gualeguaychú y en muchos otros lugares del país; de la basura del conurbano; de la minería en las comunidades cordilleranas; de la eficiencia energética; del ordenamiento territorial, usos del suelo y producción de alimentos; esto es: los temas que es imposible que el mercado resuelva, reciban una mirada técnica comprometida, profunda y respetada por toda la sociedad. Es posible. Será la mejor manera de honrar en términos prácticos la valiosa decisión de pensar que un Ministerio de Ciencia y Tecnología integre el Gobierno Nacional.
Enrique Martinez
Presidente del INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial)
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