Así lo revela el informe semanal del Instituto del Desarrollo Social Argentino, IDESA. El problema es muy acentuado entre los trabajadores informales y no podrá ser superado hasta tanto no se instrumenten estrategias que promuevan la productividad y las normas laborales sean adaptadas a las realidades de las pequeñas empresas.
El relevamiento indica que mucha gente no dejó de ser pobre aun cuando consiguió un empleo.
Luego de tres años de fuerte recuperación de la actividad económica y el empleo una cantidad muy importante de personas siguen siendo pobre.
Desde el punto de vista del nivel de producción la crisis fue superada y el desempleo bajó a un dígito, pero todavía 1 de cada 4 argentinos sigue viviendo en la pobreza. La recuperación de la actividad económica y el empleo son factores positivos e importantes. Sin embargo, resultan insuficientes para corregir los graves problemas sociales que acumula la Argentina.
Varios son los factores que explican la persistencia de la pobreza y las inequidades distributivas. Pero uno que merece especial atención son las fallas en el mercado laboral. En este sentido es interesante observar la evolución que tuvo la pobreza entre los trabajadores asalariados. Según datos de la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC entre el segundo semestre del 2003 y el mismo periodo del 2006 se observó el siguiente fenómeno:
· Entre los trabajadores asalariados del sector privado la pobreza disminuyó desde 32% en 2003 a 15% en el 2006.
· Entre los trabajadores registrados, la pobreza se redujo a un tercio pasando del 19% en 2003 al 6% en el 2006.
· En cambio, entre los trabajadores no registrados, la reducción fue menor a la mitad, pasando del 47% en el 2003 al 27% en el 2006.
El desempleo es un factor muy importante de generación de pobreza. Sin embargo, los datos señalan que en Argentina, aún consiguiendo empleo, no hay garantías de que se supere la situación de vulnerabilidad social. Es sugerente que el 15% de los asalariados sigue siendo pobre aún teniendo un empleo. El fenómeno es más intenso entre los trabajadores no registrados. En este segmento, más de 1 de cada 4 trabajadores no logra con su salario salir de la pobreza. Por el contrario, un trabajo formal implica en la mayoría de los casos (el 94%) evitar la pobreza.
Superada la crisis, el tema central desde el punto de vista de construir una sociedad más integrada y con menos pobreza es la informalidad. El trabajo informal es el fenómeno mas estrechamente asociado a la marginalidad social. Por eso, intervenciones de política pública que busquen acortar las brechas sociales ignorando esta relación de causalidad entre informalidad y pobreza están condenadas al fracaso. En un mercado de trabajo donde la informalidad es un fenómeno muy marginal, las medidas tradicionales como aumentos en los “pisos” remuneratorios (salario mínimo y de convenio colectivo) tienen impactos redistributivos progresivos. Pero cuando la informalidad afecta a casi el 50% de los trabajadores, este tipo de intervenciones no beneficia de manera directa a los pobres. Peor aún, los perjudica de manera indirecta cuando por presiones de costos generan inflación.
La informalidad en la Argentina se genera por una combinación de dos carencias. Por un lado, problemas de “oferta” laboral –trabajadores insuficientemente formados– y, por otro, problemas de “demanda” de trabajadores –empresas comercial, productiva y administrativamente muy débiles–. Bajo estas condiciones, la intensificación de los controles y el endurecimiento de las sanciones al empleo no registrado es una acción necesaria, pero manifiestamente insuficiente. Una estrategia de inclusión social tiene que basarse en la reducción de la informalidad transformando el entramado de mecanismos que ponen trabas y dificultan el trabajo productivo en cumplimiento con las normas y la formación laboral.
Son muchos los ejemplos en este sentido. Por ejemplo, las barreras y sobrecostos que significa para las pequeñas empresas cumplir con las regulaciones e imposiciones que se fijan desde los tres niveles de gobierno (nacional, provincial y municipal) desalientan la inversión, la incorporación de tecnología y la adopción de conductas innovadoras y emprendedoras. En su lugar, inducen a que la informalidad sea el medio de supervivencia. En el mismo sentido, el sistema educativo está mal organizado. Por eso el tema excluyente de la agenda de políticas educativas son los conflictos laborales dejando de lado cuestiones estratégicas como los procesos pedagógicos y los resultados educativos. Paralelamente, las regulaciones laborales van desterrando de los lugares de trabajo el marco propicio para promover logros de productividad. En su lugar, van exacerbando la litigiosidad laboral como medio de vida de gestores e intermediarios judiciales.
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