Así lo refleja el informe semanal del IDESA. Aunque se refieren sólo al interior del país, los últimos datos difundidos por el INDEC sugieren que se mantiene la reducción de la tasa de desempleo y de la incidencia del empleo no registrado. Ambos fenómenos son positivos, pero sus tendencias sugieren que no son suficientes para que Argentina solucione los graves problemas laborales acumulados.
Esto enfatiza la importancia estratégica de articular una política laboral menos divorciada de las necesidades y realidades de la producción, especialmente de las pequeñas empresas del interior del país.
El empleo no registrado fue calculado por el INDEC para el 3º trimestre del 2007 en el 40,9% del empleo asalariado total. Este dato se refiere sólo al interior del país dado que el INDEC no logró relevar los hogares de la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires.
Comparando los mismos aglomerados con respecto al mismo período del año anterior aparece que la informalidad disminuyó en 2,6 puntos porcentuales. En igual sentido y con la misma limitación, el INDEC reportó que el desempleo se redujo desde el 8,4% al 7,3%.
Aunque se trata de información muy parcial, los datos del INDEC permiten aproximar las tendencias prevalecientes en la dinámica laboral. Así, entre el 3º trimestre del 2006 y el 3º trimestre del 2007 se observa que en los 27 grandes aglomerados del interior del país se han producido estos movimientos:
· La caída en la desocupación implica que hay 67 mil desempleados menos.
· Se generaron 102 mil empleos asalariados registrados más.
· Se destruyeron 98 mil empleos asalariados no registrados.
En un contexto de fuerte recuperación de la actividad económica es clara la mejora en los indicadores laborales. Cae el desempleo, aumenta el empleo asalariado registrado y disminuye el empleo asalariado no registrado. Sin embargo, un análisis más detallado sugiere que los problemas laborales están lejos de haber sido superados. Más aún, teniendo en cuenta la velocidad y la base de sustentación de los cambios, se puede prever que la Argentina seguirá por mucho tiempo sufriendo las consecuencias de tener una alta proporción de su población con serios problemas laborales.
En primer lugar, el 84% en la reducción en la cantidad de desocupados se explica por una fuerte caída en la participación laboral. Es decir, se trata de personas que hace un año declaraban estar buscando un empleo y ahora declaran no tener empleo ni lo están buscando.
De las 68 mil personas que declaraban ser desempleadas hace un año y ahora han dejado de serlo, 57 mil son personas que pasaron a la inactidad, es decir, que no trabajan ni buscan trabajo. En su mayoría se trata de mujeres. La tasa de participación femenina en los aglomerados relevados por el INDEC cayó en un año del 45% al 44%.
Por otro lado, el aumento del empleo total fue apenas de 11 mil trabajadores.4 mil trabajadores asalariados adicionales –que surgen de restar a la creación de 102 mil empleos asalariados registrados, la destrucción de 98 mil empleos asalariados no registrados– y 7 mil0,2% anual.
Esto implica que el mecanismo de mejora en la calidad del empleo se basó en reemplazar empleo asalariado no registrado por empleo asalariado formal. Este incremento se conforma por trabajadores no asalariados. La tasa de crecimiento en el empleo total se habría ubicado –al menos en el interior del país– en la modesta cifra del
Cambiando empleo asalariado "en negro" por empleo asalariado formal a razón de 100 mil trabajadores por año, llevaría aproximadamente 15 años terminar con el problema. Queda claro que es necesaria una dinámica de creación de empleos de calidad mucho más enérgica que la observada hasta ahora. Para ello, el crecimiento económico debe ser acompañado con una mejor organización del mercado de trabajo.
Como ejemplo sirve observar que la tasa de empleo entre las personas mayores de 14 años en los 15 países más desarrollados de la Unión Europea es de 66%, mientras que en Argentina apenas llega al 53%. Semejante brecha sólo puede ser acortada con un ritmo menos parsimonioso en la creación y la mejora del empleo.
La agenda de políticas públicas del 2008 debería tomar como eje estratégico este desafío. Se trata de sustituir la lógica de la confrontación por la búsqueda de mecanismos que armonicen el objetivo de protección social con la preservación de la competitividad y la productividad. Con reformas estructurales profundas en materia impositiva y regulatoria es posible acelerar la creación de empleos y generar un proceso masivo de "blanqueo" del actual stock de empleo no registrado.
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