En un gesto que apunta a generar un nuevo escenario de diálogo, la Presidenta recibió al cardenal Jorge Bergoglio, a los obispos de San Miguel, Sergio Finoy, de Lomas de Zamora, Agustín Radrizzani, y al arzobispo de Tucumán, Luis Villalba. La cita fue solicitada por medio de la Secretaría de Culto.
También participaron del encuentro el canciller Jorge Taiana y el secretario de Culto, Guillermo Olivieri y el vocero del Episcopado, Jorge Oesterheld.
La reunión entre la presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner y la
cúpula del Episcopado que preside Jorge Bergoglio, es interpretada como
un gesto que apunta a generar un nuevo escenario de diálogo entre el
Gobierno y la Iglesia Católica.
A poco más de una semana de
haber asumido la Presidencia de la Nación y sólo veinticuatro horas
después de haber sido presentado, el Gobierno dio curso al pedido de
audiencia de las autoridades de la Conferencia Episcopal Argentina
(CEA).
La presidenta recibió a los obispos en la Casa Rosada
acompañada por el canciller Jorge Taiana y por el secretario de culto,
Guillermo Oliveri, bajo la órbita del Ministerio de Relaciones
Exteriores.
Bergoglio en tanto, concurrió al encuentro junto
con los integrantes de la comisión Ejecutiva del Episcopado, los
vicepresidentes y obispos de Lomas de Zamora, Agustín Radrizzani, y de
Tucumán, Luis Villalba; y el secretario general Sergio Finoy (San
Miguel).
La Comisión Ejecutiva pidió por medio de una
nota al Secretario de Culto una audiencia con la presidenta y fuentes
episcopales destacaron su satisfacción por la celeridad con que fue
concedido el encuentro que se desarrolló a "agenda abierta" -dijeron-, aunque los obispos sólo anunciaron que intentaban
presentarse ante la nueva mandataria y llevar un saludo con motivo de
las fiestas.
El pedido de reunión con Fernández de Kirchner
iba a ser analizada por el Episcopado la semana pasada en su última
reunión de la Comisión Permanente pero se resolvió aguardar hasta esta
semana para realizar el pedido de audiencia formal.
La
posibilidad de un encuentro entre la cúpula de la Iglesia y la
mandataria había comenzado a tomar fuerza luego de varios gestos de
distensión que se produjeron en la relación con el gobierno, que
parecía marcar el inicio de una nueva etapa en la relación.
La
postura de Cristina Fernández de Kirchner en rechazo al aborto, su
discurso la noche del triunfo, la carta de felicitaciones que Bergoglio
le envió tras las elecciones, y finalmente la visita a la Argentina del
secretario de Estado del Vaticano, Tarcisio Bertone, formaron parte de
esas señales de acercamiento.
En esa línea, también cayeron
bien en la Iglesia las declaraciones que Néstor Kirchner formuló días
antes de dejar la presidencia en una entrevista, en la que dijo que las
puertas de la Casa de Gobierno "están abiertas" para el cardenal.
Kirchner
también había recibido a la cúpula del Episcopado en la primera época
de su gestión en 2003, cuando la cúpula de la iglesia católica estaba
encabezada por monseñor Estanislao Karlic.
De acuerdo a lo informado por la Agencia AICA, los Obispos obsequiaron a la Presidenta un ejemplar del libro de Benedicto XVI “Jesús de Nazareth” y otro del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia.
Durante la reunión, los miembros de la Comisión Ejecutiva del Episcopado le presentaron las inquietudes de la Iglesia, reflejadas en la exhortación pastoral de la 93º Asamblea Plenaria, abril de este año, sobre el compromiso ciudadano.
Los desafíos que se señalan en ese documento
son los siguientes:
La vida, como
don de Dios y el primero de los derechos humanos que debemos respetar; la familia, fundada en el matrimonio entre varón y mujer, como la célula
básica de la sociedad y la primera responsable de la educación de los
hijos;el bien común, bien de todos los hombres y de todo el
hombre, al que debemos poner por sobre los bienes particulares y
sectoriales; la inclusión, a fin de priorizar medidas que
garanticen y aceleren la inclusión de todos los ciudadanos; el
federalismo, que supone el fortalecimiento institucional de las Provincias,
con su necesaria y justa autonomía; políticas de Estado, porque
una sociedad no crece necesariamente cuando lo hace su economía, sino sobre todo
cuando madura en su capacidad de diálogo y en su habilidad para gestar
consensos; la deuda de la reconciliación, porque nuestro país sufre todavía
fragmentación y enfrentamientos, y se manifiestan tanto en la impunidad, como en
los desencuentros y resentimientos.
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