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Murió un genocida corruptor de la política en Tucumán
Camara fotoAMPLIARMurió un genocida corruptor de la política en Tucumán
24/11/2011 - Escribe Isauro Martínez

Murió un genocida corruptor de la política en Tucumán

La dirigencia local se entretenía en el clásico bipartidismo entre peronistas y radicales, cuando irrumpió, con comprobadas complicidades, la fuerza electoral la que representó los intereses ideológicos del Proceso, los económicos de la oligarquía local y los políticos de civiles que lo acompañaron durante la dictadura y después le fabricaron las condiciones para su emergencia.

La Fuerza Moral se diluyó en medio de un juicio político de destitución realizado por la Legislatura en la que aparecieron,  formando parte de su patrimonio,  las famosas cuentas secretas en Suiza y otras tantas propiedades a lo largo y ancho de la Argentina.

No hay nada que festejar, menos la muerte de tal lacra. Todo lo que tenga que ver con él son una imagen reiterada de la impunidad que consiguieron los genocidas del Proceso hasta hace pocos años.

Cuando resultó electo gobernador, ya en democracia, contó con la contribución electoral de vastos sectores del gorilismo provincial y de ciertos candidatos a intendentes del Justicialismo que prefirieron cortar boletas a su favor al sólo efecto de impedir el ingreso de Olijela del Valle Rivas. Palito Ortega le allanó el camino con una gestión digna del olvido que sólo alcanzó para un festival de privatizaciones de las pocas empresas que habían quedado? en manos del Estado. De a una cayeron Dipos, Agua y Energía, Banco de la Provincia y Banco Municipal.

Estas circunstancias promovieron un clima de desgaste que fueron aprovechadas por el genocida fenecido para cabalgar las contradicciones, los pliegues y repliegues de una sociedad humillada y reprimida,  para insertarse en el sistema democrático a cualquier precio.

Se ponía en práctica la tesis en boga en el menemismo que premovía “integrar” los militares del Proceso a la política. Lo mismo había ocurrido años antes cuando reinaban los radicales, “mejor que estén adentro” para que no anden pensando en golpes, sería la lógica de aquellos días.

Pero a medida que pasaba el tiempo, el genocida que lograba la impunidad gracias a las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida, se ahorraría, por algunos años, tener que transitar por los pasillos de la Justicia.

Todo iba bien, estaba todo en Orden. Su vigencia política estaba acompañada por el silencio cómplice de una porción de tucumanos, pero rápidamente,  le fue imposible ocultar la resistencia y el señalamiento de importantes sectores sociales, entre los que se destacaron los Organismos de Derechos Humanos, porciones resistentes del Partido Justicialista, del radicalismo y  de otras agrupaciones políticas y sociales, que se plantearon el constante señalamiento del origen espurio, conservador, antidemocrático y represivo del genocida.  Fueron notables y de gran trascendencia, las movilizaciones organizadas por trabajadores estatales, docentes, municipales, alentadas por la gran mayoría de tucumanos que no lo habían votado.  

Pero mientras en las calles se debatía sobre la agobiante crisis económica que pulverizaba los salarios del sector público que recibían como paga de sus sueldos un festival de “papeles pintados”, como socarronamente lo bautizara él mismo, su accionar en medio de tanta impunidad terminaron por mostrar su verdadera faceta de saqueador, como ya había ocurrido con el tristemente célebre “Fondo Patriótico Azucarero” implementado en pleno Operativo Independencia, cuyo destino final se supo fue a parar a los bolsillos de militares y civiles, los privilegiados de aquellos años.

La Fuerza Moral había comenzado a diluirse en el tercer año de su mandato en una dura mezcla de traiciones cruzadas. El genocida sabía que se le acababa el tiempo y sólo aspiraba a una continuidad en uno de sus hijos. Pero antes de ello su cinismo llegó hasta las lágrimas cuando una Comisión de la Legislatura le descubrió la larga lista de cuentas secretas en Suiza y el extenso padrón de propiedades. A los integrantes de la Comisión los llamó “maulas” y hasta dudó a los gritos, durante un acto frente al Palacio Legislativo, sobre la moral de una legisladora: “tiene la bombacha sucia”, dijo ante el aplauso de sus seguidores. Por otro lado, sonaban los teléfonos desde la Casa Rosada pidiéndoles a los legisladores, mayoritariamente del justicialismo,  que salvaran las instituciones. “Por más que pidan no vamos a intervenir Tucumán”, insistía, secuaz,  Corach..  

Los aires comenzaron a cambiar. Las urnas determinaron que Miranda gobernara Tucumán, mientras que Diputados rechazaba por “inmoral” el pliego del genocida. Mientras tanto, la Alianza, con De la Rúa a la cabeza, se negó sistemáticamente aceptar el pedido de extradición de los militares de la dictadura realizado por tribunales españoles.

Luego llegó la crisis del 2001 …y Duhalde tuvo que llamar a nuevas elecciones. El genocida volvió a candidatearse, con el aval de la Justicia Provincial, que desechó cuestionamientos morales a su postulación a intendente,  realizados por los Organismos de Derechos Humanos. Nuevamente, la connivencia política y ciega de algunos referentes de la época, preferían “convivir” con el genocida antes que comprender en todas sus letras el mensaje anti impunidad de Néstor Kirchner. Son memorables los insultos que recibieron tanto Miranda como su sucesor, de parte de Kirchner cuando se conocieron los resultados de aquellas elecciones. “No puede ser que se queden tan panchos con un asesino comprobado, de intendente”, bramó un recién asumido Kirchner y se puso manos a la obra.

En pocos días llegaba la prisión preventiva. No pudo asumir.  La Justicia alcanzaría al autor de tantos atropellos, de tanta muerte, de tanto saqueo, de tanta violación sistemática a todos los derechos.

Tras el primer juicio por secuestro y desaparición del ex senador justicialista Vargas Aignasse, recibió la condena de prisión perpetua y la posterior quita de su grado militar. Claro que en esa larga lista de complicidades también se deben anotar que todo indicaba que debería estar recluido en el Penal de Villa Urquiza, pero siempre se aprovecharía de aquellos pliegues y repliegues de las instituciones y termina en un apacible country de Yerba Buena, con custodia especial, con médicos, siquiatras y defensores solventados por el Estado.

Ha muerto otro genocida. El Punto Final Biológico, tan denunciado, ha vuelto a actuar. Pero la sociedad tucumana conoce la verdad jurídica alcanzada con un solo juicio efectivo…Sabe que una condena fue y es suficiente para explicar el plan genocida que lo tuvo de mentor y ejecutor. 

Isauro Martínez 


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