Lunes de fiesta por La Ciudadela. Como los últimos partidos que los santos jugaron de local. Mucho público. Entradas que se ofrecían hasta cinco veces más caras. Los “chori”, gaseosas y helados se agotaron. Las tribunas con trapos y luces de bengalas le daban un color especial a la noche.
Roldán apostó al mismo, salvo Noce, equipo que ganó en Córdoba. Oldrá empezó cuidando el punto con el que inició el juego.
Todo el esfuerzo, en la mayor parte del encuentro, lo realizó San Martín. Ganó merecidamente. Un penal convertido por Ibáñez y otra “patada” con la cabeza de Krikorián, los goles de los tucumanos. Un golazo convertido por Fabbro , para los mendocinos.
Mucho tuvo que trabajar el equipo de Roldán para quedarse, merecidamente, con los tres puntos. Un primer tiempo iniciado convorágine que impone, el puntero del campeonato, pero con una enorme ineficacia a la hora de definir. Eso es San Martín. Vértigo, ansiedad, fuerza, garra, solidaridad, todo acompañado por uno de los jugadores más importante, como es toda esa gente que alienta, pide, insulta, sufre, ríe, ruega, y festeja. Como lo hizo en el segundo gol. Descargando junto a todos los jugadores, los que jugaban y los que miraban, esa bronca contenida por no haberlo liquidado antes.
Fue durísimo el triunfo. San Martín mereció ganar sin sufrir. Godoy Cruz, con buen pie defendió hasta donde pudo. Hizo tiempo, escondió, por momentos, la pelota, cortó algunos circuitos santos en el medio. Pero no fue suficiente para vencer a esas miles de ganas, de triunfar, que se instalaron en La Ciudadela.
Daniel A. Villalba
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