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AMPLIARLa violencia está latente en todos los estadios

La violencia en el fútbol, un problema social

La violencia en el fútbol es cada vez mayor. En todos los rincones del país, en todas las divisionales, se corre el riesgo que se produzca algún incidente. Los problemas sociales se reflejan muchas veces en un estadio. Escribe Sebastián Ganzburg.

Asistir a un partido es un hecho socio-cultural donde confluyen todas las clases sociales con las más diversas ideologías. En un sistema democrático es bueno, hace a la diversidad de pensamiento.

También hay algo cierto, el fútbol como ésta democracia, está conducido por un puñado de gente, que solo busca lucrar a cualquier precio. Son cada vez más los políticos frente a una institución deportiva, lo cual no esta mal, el problema es cuando lo único que buscan es gerenciarlos para sacarles algún provecho. Lejos están dichas instituciones de tener fines sociales.

Los socios nunca deciden nada y lo peor de todo es que aportan una cuota que no se les retribuye en lo absoluto. Las entradas a los cotejos no son nada baratas y los jugadores ganan cifras exorbitantes por solo jugar y entrenar. Si tenemos en cuenta que solo son empleados de una gran empresa, llamada Club Atlético X, ¿cuantas veces más cuantiosas son las cifras de los empleadores?.

Partiendo de aquí podemos empezar a plantear lo siguiente, el fútbol es una gran empresa para pocos. Pero como todo sistema injusto debe tener sus defensores y custodios, ¿quienes son? Sí, adivinó, los barras bravas, empleados directos de los dirigentes de fútbol que se reparten una porción bastante grande de las ganancias de dicha institución. Si creemos que esto se va a terminar con más policías y mucha más seguridad, estamos equivocados. Primero porque mientras no se acabe con estas "organizaciones" nada podemos decir y menos hablar.

Es más que paradigmático el caso de algunos barras de River, que ganaban o ganan por ser  empleados del club, muy buenas cifras, incrementadas por las ventas de entradas .¿Cuánta guita habrá en juego?.

Con todo esto, es imposible que no haya violencia, ya que el fútbol es el vivo reflejo de una sociedad corrupta, y económicamente injusta. Ya que como todos sabemos, la "mosca" nunca se reparte, o acaso ¿amen, de los clubes grandes, usted ve obras en el resto de los estadios para la comodidad de miles, que solo quieren distenderse y disfrutar de un evento tan popular como es el fútbol en nuestro país?.

Lo peor de todo, sin duda, es que estos comportamientos terminan arraigándose en nuestra sociedad hasta índices de violencias extremas, sin ningún tipo de justificación. Pero no puede acusarse al fútbol por ello. El mismo sistema capitalista lleva a semejantes comportamientos. Algunos dirán que la falta de educación es la culpable, o los negritos villeros, o el tercer mundo, pero ¿no pasa lo mismo en el primer mundo? O nunca vio los partidos de Hockey sobre hielo en EEUU donde las peleas tanto en el campo de juego o en la tribunas son más que frecuentes, y ¿qué me dicen de lo ocurrido en Italia que terminó en un caos civil?.

En dichos países no estamos hablando de pesos, sino de dólares y euros, es decir que los intereses son excesivamente mayores.

Es por eso, que caer en la infantilidad y facilismo diciendo que la violencia en el fútbol es por culpa de unos inadaptados que deben ser reprimidos con algunos gases y palos es la salvación, termina siendo un análisis fuera de lugar.

Mientras no se modifiquen las políticas sociales para contener a miles de personas es imposible que la cosa cambie. Empecemos a pensar que el hecho de asistir a la cancha es un comportamiento social y colectivo, donde se juegan factores importantes de interrelaciones humanas, amistad, entre otras miles de cosas, y no un simple espectáculo deportivo.

En nuestro país, para muchos el fútbol es mucho más que eso, representando algo sumamente valioso en un amplio sector de la sociedad. El por qué de dicho fenómeno es un tema que debe tratar gente especializada . Pero tenga presente una sola cosa, la violencia no se combate con más policías, o ¿todavía no aprendió de la historia?.

Sebastián Ganzburg