Estuve en diversas escuelas observando como los tucumanos emitían el voto.A pesar del calor el movimiento en las escuelas era incesante.
Me llamó la atención la forma en que esperaban o llegaban a emitir el voto los ciudadanos, y como pensaban los jóvenes ante esta nueva elección.
Mientras los mayores desde temprano hacían las filas para votar, gran cantidad de jóvenes enfundados, algunos, en camisetas de los equipos más populares de la provincia, charlaban de fútbol, música, bailes, estudios, nuevos tragos. Sonaban celulares y los mensajes de textos iban y venían.
Con la curiosidad por saber que pensaban los jóvenes ciudadanos me acerqué a varios. Ante la pregunta de esa supuesta apatía por el día que estábamos viviendo un grupo de mujeres me miraban sonrientes y luego contestaron con naturalidad.
“Nosotras somos de una generación que estamos acostumbradas a esto. Claro ustedes nos ven como si no nos interesara, pero no es así, queremos la democracia y votamos cada vez que hay elecciones”, decía Soledad, que con 24 años cursa la carrera de Historia. Por su parte Andrea, 26 años, empleada en un sanatorio local, dijo “anoche hicimos una fiesta en casa de un amigo, había más 20 chicos y el principal tema de conversación fueron las elecciones de hoy”.
Me fui a una escuela donde votaban varones hice la misma pregunta y la respuesta fue casi parecida. Jorge, de 21 años, empleado en un bar señalaba “en el asado que hicimos anoche éramos como treinta, bebimos, bailamos, nos divertimos muchísimo, nadie se fue a dormir y sin embargo ya votamos casi todos”.
A la salida de un colegio donde votaban mujeres Daniela , 26 años, empleada administrativa señalaba “ siempre nos estigmatizan a nosotros los jóvenes, nos endilgan todas culpas y las frustraciones de ustedes los mayores, y creen que somos irresponsables e insensibles. Tenemos en mayor o menor medida los mismos defectos y virtudes que los mayores. Votar es un hecho trascendente en nuestras vidas, estamos acostumbrados y se lo debemos a ustedes, pero no significa que somos apáticos”.
Pasado el mediodía, mientras las autoridades de mesa recibían las viandas, algunos llegaban apurados a votar. La normalidad en todos los establecimientos recorridos era total. No se escuchaban quejas, ni reclamos.
Los bares y restaurantes funcionaban a pleno, al igual que los supermercados. Heladerías llenas despachaban el postre favorito del verano. Taxis contratados por políticos circulaban con tranquilidad.
Una joven con su bebé en brazos decía "votar es una obligación pero también un derecho".Luego se fue en la moto junto a su esposo.
Daniel A. Villalba
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