Cerca de 25 mil espectadores estuvieron anoche en el estadio de San Martín. En el primer tiempo con los gritos constantes ayudaron a los jugadores santos que eran superados continuamente, por esos hombres de blancos que no se dejaron impresionar por el imponente marco de la Ciudadela.
En el primer tiempo la visita fue mejor.
San Martín jugó el primer tiempo contra un espejo. Si, así fue, Quilmes hizo un planteamiento igual al de los santos. Pero el medio campo cervecero, fue más ágil, más dinámico, más preciso, más concentrado. Le costó a los tucumanos revertir esta prolijidad en el accionar del conjunto del doctor Fanesi. En un período muy cerrado Quilmes fue mejor.
Germán Caffa demostró porque continúa su idilio con la hinchada santa, Tapó tres claritas ante los delanteros visitantes. La defensa de la Ciudadela tuvo momentos de grandes sofocones pero en el arco estuvo el muy buen arquero que incorporó San Martín para este torneo.
Pobres Oviedo y Gil, que trabajo tuvieron en la primera etapa, corrieron, marcaron, buscaron, pero la “lozeada” fue brava, no paraban a nadie.. Serrano se dedicó a discutir con los rivales y le costó hacer su trabajo, no cortó casi nada. Canteros solo no podía.
Adelante el “Jota” Morales y el “Ratón “ Ibáñez perdieron más de las que ganaron, estuvieron bien controlados por los defensores cerveceros.
Todo Quilmes en el primer tiempo trabajó concentrado, en forma solidaria, con precisión en las entregas, y siempre con juego vertical. Como lo hace San Martín cuando lo dejan.
En el complemento ingresó otro San Martín. Cambió la actitud de espera, por la de atacar con más orden. Sorprendió a los visitantes que fueron desbordados por los locales. Los delanteros se tranquilizaron, el medio campo fue recuperado por sus dueños, los defensores se ordenaron. Entonces no extrañó que luego de un desborde por la derecha el centro fue buscado por el ídolo Morales y casi de palomita convirtió el gol del triunfo, merecido, de los Santos. Por lo hecho en el segundo tiempo. Por la buena lectura del primero que hizo Roldán, lo que le permitió modificar la estrategia, no la táctica que continuó igual. Por Caffa que jugó para San Martín e hizo su trabajo a la perfección. Impidió que le conviertan goles y esa era su obligación. Y por la hinchada que en ningún momento dejó de creer en su equipo y lo empujó y lo ayudó con su aliento para que los hombres santos no se olvidaran de la camiseta para la cual trabajan.
La fiesta se instaló en todos lo sectores de la Ciudadela. En la cancha el festejo era interminable, en las tribunas las bengalas, y los gritos ponían color y emoción a esos seguidores que partido a partido son más titulares que los once que entran al campo de juego.
Si los inspectores del IPLA, anduvieron por las cercanías del estadio luego del partido, con los festejos que habían habrán hecho más infracciones que todas las realizadas en el año.
Daniel A. Villalba
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