La reunión entre los funcionarios de la provincia y los dirigentes gremiales acaba de terminar. Una marea de periodistas se acerca a los referentes de los trabajadores para conocer el resultado de la entrevista. Veo, escucho y luego salgo de Plaza Independencia, donde los manifestantes continúan con su acto.
Me acerco a Vicente Ruiz, referente de la CCC, para hacerle una entrevista. Mientras conversamos, diez personas lo rodean. Quieren conocer las novedades. Me responde y les contesta a ellos.
Terminada la nota, voy a dar una vuelta, observar a los cientos de obreros que se encuentran en la plaza, un símbolo de luchas, que fue rodeada por el movimiento estudiantil de los ´60 y los ´70, protagonistas del Tucumanazo, que vio dar vueltas a las Madres de Plaza de Mayo y a los organismos de Derechos Humanos que exigieron (y exigen) incansablemente Memoria, Verdad y Justicia.
Ahora, esa misma plaza, la de la Independencia (que palabra, ¿no?), copada por piqueteros, empleados estatales, jubilados, y demás. Un amplio espectro. Un poquito de cada sector castigado de nuestra provincia.
Mientras doy vueltas, observando las caras cansadas por el calor, se me acerca un hombre, uno de esos diez que rodeaba a Vicente Ruiz. Me pregunta si soy periodista, donde trabajo y me da un papelito.
“Si puede sacarlo, para que cuente lo que nos pasa”. Me comenta unas palabras más, me agradece y se va. Leo y duele. Por muchas razones. Por lo que dice y por cómo lo dice.
Atrás de uno de los panfletos que convocaban a la marcha `Por la dignidad de los trabajadores y la sociedad´, este hombre, este manifestante, piquetero ocasional, escribe:
“Compañeros contratados por esta gestión en comunas que hoy perdimos somos y estamos amenazados que se nos termina nuestro trabajo porque podemos sufrir estas amenazas porque estamos del lado de los delegados que hoy perdieron. Nosotros los contratados les preguntamos al Gobernador `y si hubieramos ganado, ¿estaríamos como en este momento lo padecemos?´. ¿Hay hijos en juego? Pero si sabemos que le trabajamos para él. Y el ganó y que no nos de la espalda”.
Este hombre, de unos 40 años, piel oscura, marcada por el sufrimiento, pide, ruega, que no lo dejen sin trabajo. Tiene hijos para alimentar, dice, “y me hicieron renunciar a un plan trabajar para que entre en la comuna”.
Ahí cobrará $600 hasta diciembre. Luego no sabe, porque le dicen ñoqui. Desde el gobierno. Su voz seguramente no será escuchada. Pero el cuenta que les enseñó hasta a sus hijos su trabajo, para que vayan sabiendo lo que es “laburar”.
Hace unos días, el INDEC, esa institución tan cuestionada, reveló que en Tucumán existen 276.500 personas que son pobres, o sea, que cobran menos de $950, o sea, que no pueden satisfacer las necesidades básicas de alimentos y de servicios. Además, 84.350 son individuos son indigentes, esto quiere decir, ganan menos de $350.
Sebastián Lorenzo Pisarello
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