17/09/2007 - En General

30 años más uno de impunidad: a 365 días de la desaparición de Julio López

Julio López inauguró una nueva categoría en un país creador de categorías: la de doble desaparecido. Fue secuestrado por primera vez en el año 1976 y estuvo detenido en el centro clandestino de Pozo de Arana, las comisarías quinta y octava de La Plata y el penal número 9 de La Plata, tras lo cual fue liberado el 25 de junio de 1979. Opina el periodista Sebastián Lorenzo Pisarello

 

En el 2006, a 30 años del comienzo de un martirio, personal para él que fue secuestrado, torturado y desaparecido, y social para un país que fue vendido, asesinado, destruido, López volvió a desaparecer.

Fue un 18 de septiembre, cuando se dirigía a escuchar la sentencia del represor Miguel Etchecolatz, en un juicio del que él fue testigo clave. 

López duele en el alma. Es la repetición de una historia que nunca fue cerrada y que continúa en el presente, oculta detrás de la vida real. Es el volver a gritar ese canto desgarrador, exigiendo “aparición con vida y castigo a los culpables”.

Pero es, principalmente, la consecuencia de las políticas de un país que ha dejado coexistir en democracia a los represores de un pueblo, de su propio pueblo. Los asesinos, torturadores y estafadores caminan impunemente al lado nuestro, asisten a la iglesia, enseñan en nuestras Universidades.

Es el famoso “aparato represivo”, del que hasta el mismísimo presidente Néstor Kirchner reconoció su existencia.

Aunque parecería ser un ente abstracto, ideal, que materialmente no existe. Pero el aparato represivo es la derecha insertada en los espacios de poder. Es el juez que sigue en su puesto desde la dictadura, que la legitimó, que formó parte de ella, que hoy defiende a los militares. Son los docentes cómplices insertados en cátedras desde 1976. Es la policía con viejos torturadores  que siguen usando los mismos métodos que hace 30 años. Es el Ejército, con un amplio sector profundamente defensor del “Proceso de Reorganización Nacional”. Es la SIDE (Servicio de Inteligencia del Estado) pro dictadura. 

¿Por qué López pudo desaparecer? Porque el aparato sigue funcionando de una manera aceitada. Ningún gobierno ha hecho nada para desarticularlo. Ni siquiera Kirchner.  

Todavía el 95% de los genocidas, de aquellos que participaron de alguna manera en la desaparición sistemática de personas, que implementaron a sangre y fuego el modelo neoliberal, que destruyeron a generaciones, todavía un 95%, tanto civiles como militares, todavía un 95% de los protagonistas principales y de los cómplices, sigue impune.

Sin embargo, se avanzó en el proceso, en los últimos tiempos cuando el Congreso anuló las leyes de obediencia debida y punto final y hay cerca de 300 represores procesados. Aunque solo 2 o 3 juzgados. Falta mucho por hacer y el reloj biológico no corre a la faz de los tiempos judiciales.

Julio López, el doble desaparecido, es un hombre valiente. A sus 76 años acudió al juicio del represor Etchecolatz y fue un testigo clave para su condena. Con la voz temblando, con lágrimas reprimidas, contó todo lo que sabía, lo que se acordaba. Recordó las torturas, contó cómo presenció dos de los crímenes que se le imputan a Etchecolatz; el de Ambrosio Francisco De Marco y Patricia Graciela Dell' Orto. Sin él, no habría habido condena para ese genodica..

Luego de semejante acto de heroísmo, lo dejaron solo. No le pusieron custodia, no lo insertaron en un eficaz programa de protección al testigo. Y todavía no lo encuentran.

López está nuevamente desaparecido. Es un doble desaparecido. Eso duele.

Sebastián Lorenzo Pisarello