...lo mismo que el cura cuando se prepara para dar la hostia ... cada cosa en su lugar y en el momento justo, cada trapito, cada jarrito... cada... ahora estoy yo también justo con el tiempo. El sol va a aparecer en cualquier momento detrás del monte aquel, y ya debo estar sentado saboreando este yerbeao.
Desde que he comenzado a ir a la misa del pueblo cuando me avisa doña Mercedes, me ha resultado cada vez más parecido lo que hace el cura y lo que hago yo; al alba, casi desde siempre... el horizonte se está poniendo rojizo, se está preparando... el cura levanta el redondelito de la hostia, todos bajamos los ojos, empieza el canto, aumentan las voces, primero despacio, después con fuerza, y se llena la iglesia y parecemos todos uno solo... siempre me ha emocionado esa parte de la misa; será por la emoción que se me ha dado por compararlas. Yo levanto mi mate y en el horizonte los colores se arrebatan, se desparraman, se mezclan los rojos con los rosas, y es que va a aparecer el rey, como le dice la Chabelita al sol.
Sentado en su silla de cuero, con las piernas abiertas, inclinado hacia adelante y mirando fijamente el horizonte, don Retazo murmuraba entre mate y mate.
La misa es hoy otra vez. A éstas ya no falto. No vaya a ser que pase como con el Genaro. Hoy tendría cuarenta años, y no ha vuelto por aquí. Se ha ido hace tanto... en el sesenta y seis, con otros changos, y no han abierto más el ingenio, así como decía el Genaro nomás... y eso que hemos andado... siempre ha sido decidido el Genaro, no como yo. Él decía que había que irse, que esto no se arreglaba más, y yo, esperá, esperá; menos mal que me han quedado las chinitas. Y ahora esto. Me acuerdo que la difunta me decía que el cura le había dicho que si íbamos a misa y pedíamos, el Genaro iba a volver, y se iba a quedar para siempre en la casa. Ella siempre iba. El Genaro estaba decidido. No, no iba a volver. Nos juntábamos con los de los otros ingenios, y a veces caminábamos leguas y leguas, y nada... y la Dionisia iba a las misas, y nada... Pero esta vez va a ser distinto. Doña Mercedes tiene mucha fe, aunque no deja de llorar, pero dice que hay que seguir. Las mujeres son testarudas y no se cansan nunca. Cuando lo del Genaro no he ido a pedir a Dios. Tal vez por eso no ha vuelto. ¡Me cacho! Y a la María se le da justo por ponerle al changuito, también Genaro, Genarito. Por mi hermano, tata, me había dicho cuando al nacer. Será por eso que el chango ha salido siendo tan rebelde. Siempre quería que le contara de su tío que estaba en Buenos Aires. Y yo, qué sabía. Y le inventaba. Que trabajaba bien, que era inteligente y que algún día iba a volver. Y él lo esperó siempre, y se quedaba mirando el camino con los ojos tristes. Y después empezó a hablar más, y a contarnos cosas, que se reunía con otros de varios ingenios, que preparaban caminatas para pedir por trabajo, y le contaba a su madre de las amenazas, y un día, que se había ido al pueblo caminando por la ruta, no volvió a la noche... Y desde entonces hemos andado buscándolo. Cómo hemos andado. Preguntando, preguntando. Y nos anotaban en todas partes, en las comisarías, en los juzgados, y nada, nada... Y habían sido muchos los que se habían perdido. Pero esta vez no ha sido igual. Por lo menos, la otra vez, el Genaro me había dicho me voy, pero ahora...
Don Retazo seguía mascullando mientras la claridad llegaba de a poco.
Ya van para los diez años. No vaya a ser que por no ir, el Genarito no aparezca. Nadie va a faltar. Porque hoy, antes de la misa, va a venir el abogado de la ciudad a darnos el resultado.
El sol ya estaba alto cuando ensilló su caballo y partió lentamente, mirando, pensando... Y después de hablar con el abogado, pasaron al templo... y estaban todos cuando el sacerdote levantó la hostia... y se acordó del mate. Y cuando cantaban... se acordó del resplandor desde su silla al lado del brasero. Y sintió que se le quebraba la voz en la garganta. Casi no se dio cuenta del tiempo: El padre está guardando cosa por cosa; toma el vino que le ha quedado; está secando el cáliz, que le llama; besa la telita morada y lo tapa; junta las manos, se persigna, trae el libro grande y nos mira. Va a decirnos algo. Voy a esperar al final para despedirme... no creo que lo vuelva a ver.
— Demos gracias al Señor... la voz del sacerdote le golpea los oídos. Don Retazo se levanta y se persigna. Va llegando a la salida cuando escucha las últimas palabras del párroco:
— Idos en paz.
RITUALES© Alba Rosa Vera
* Primer cuento escrito por la autora, en Tucumán, 1987. Alba Vera
* Publicado en el libro “Es un lugar...”, 1995, edición propia, prologado por el Dr. David Lagmanovich.
GLOSARIO
sesenta y seis : Año de crisis azucarera en el norte argentino.. Cierre de once fabricas azucareras de un total de treinta y tres.
chinitas: Niñas pequeñas
ingenios: Centros fabriles azucareros
changuito: Niño pequeño. (En norte argentino)
Tata: Padre
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