Ayer continuó la fiesta de los fanáticos decanos que inundaron de celeste y blanco la ciudad. Centro de los festejos fue Plaza Independencia. Allí muy temprano comenzaron a llegar los adoradores del Pulguita, Satanás, Chulo, San Lucas, Vasco, Vikingo, Capé, Juampi y de todos los integrantes del plantel de futbolistas que lograron el ascenso a la división privilegiada del fútbol argentino.
No faltaron quejas , por aquellos que se treparon a las columnas y árboles que rodean el principal paseo tucumano.
“Esos que protestan son cirujas”, decían los audaces desde arriba, “no quieren que festejemos”, gritaban mientras buscaban no pisar las farolas que adornan las columnas. Claro dijo en vos baja un hincha santo , que observaba los festejos que se extendieron por distintos sectores de la Ciudad Histórica, “José es decano y seguro que la policía no les dirá nada. Sin embargo a nosotros, el año pasado, la cana nos corrió de la Plaza”.
Los Avelinos instalados en el escenario montado en las escalinatas de la Casa de Gobierno ponían música a los festejos. Los comerciantes de la zona atendían a través de las rejas, temerosos por los desmanes, que no ocurrieron. Los uniformados cortaron el tráfico en las adyacencias al paseo y algunos , hinchas de los santos, mostraban su bronca cada vez que fanas decanos gritaban y cantaban. “ Si José no pone mucha guita, estos se caen igual que nosotros”, gritó un ciruja que iba apurado a su trabajo en una casa de electrodomésticos de la peatonal. “ Si, va a seguir poniendo porque es un deca de corazón”, le contestó un señorita mientras agitaba una bandera a cuadros celeste y blanco.
Los baños de los bares cercanos, todos “clausurados”. Esto obligó a chicos y algunos grandes a “regar” las plantas de la Plaza. “Y bueno hermano, no me dejan entrar a ningún baño si antes no consumo, y no tengo un mango”, señalaba un señor mayor mientras subía el cierre del pantalón y se acomodaba el gorro con los colores de Atlético Tucumán.
La gente esperaba paciente la llegada de sus ídolos que estaban a bordo de un ómnibus, de conocida línea, que circulaba a paso de hombre, rodeado por fanáticos arriba de motos, autos, bicicletas y a pie.
El hambre, la sed , la necesidad de un baño, el cansancio , todo vale por ver a los jugadores y festejar este ascenso de los decanos tucumanos. Terminado los festejos los agasajados se trasladaron a un hotel de Rivadavia primera cuadra, que estaba vallada por policías. Desde allí, luego de firmar autógrafos en camisetas, camisas, pantalones, buzos, mochilas, cuadernos , carpetas, libros y todo lo que los hinchas les acercaban se retiraron , en taxis, acompañados por familiares.
El surrealismo se instaló en el microcentro, mostrando la creatividad y la capacidad del pueblo para celebrar sus alegrías.
Daniel A. Villalba
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