Es la sensación que deja “Oceánica, un cuento de sirenas”, dirigida por Carolina Romero. De excelente trabajo técnico, lo más interesante de la obra es que apuesta a que el chico sea un espectador y pueda indagar sin intermediarios ni explicaciones lo que ocurre en escena. Se la puede ver los sábados y domingos a las 17 en el Caviglia.
Opinión: Buena.
Ficha Técnica:
Actúan: Marcos Acevedo, Pamela Ruiz Peralta, Manina Aguirre, con la presentación del coro de niños de la provincia, dirigido por Ana Maria Ternavasio. Asistentes de escena: Claudio Gigena, Miguel Ponce. Asistente de dirección: Silvina Schliserman. Dirección General: Carolina Romero.
Ana Alvarado, autora de Oceánica, un cuento de sirenas tiene la intención de tratar al niño como un espectador. Con semejante perspectiva Carolina Romero, la directora, decidió hacer una puesta bastante interesante. Cabe precisar que la obra fue seleccionada para el Certamen Metropolitano de Teatro 2000 Buenos Aires y el Festival de Teatro Infantil de Necochea.
Un pescador arriba de su barquito, en medio de la inmensidad del mar, se encuentra con una sirena, que solo habla mediante onomatopeyas. Son dos seres diferentes en un mismo espacio. La intención fundamental de la obra es destacar la tolerancia y respeto mutuo.
Marcos Acevedo, uno de los baluartes más interesantes de la nueva camada de actores, interpreta al pescador. Con criterio, decisión y profesionalismo Acevedo, que nunca había protagonizado obras para niños, logra una actuación insuperable. Cada gesto, mirada o palabra tienen el impacto propicio.
Pamela Ruíz Peralta, la sirena, no se queda atrás. Maneja el cuerpo a la perfección. Realmente parece una sirena. Tierna, hermosa y simple. De largos cabellos, y deliciosa mirada.
La obra transcurre por diferentes momentos de tensión. Comienza con una tormenta donde suenan truenos, la sala se oscurece. Otro, cuando la sirena llega a una ciudad, donde las luces rojas, los ruidos de autos y bocinas dan cuenta de una enorme violencia, como ocurre en Tucumán. El final no es muy convincente.
Este último momento de la obra no reúne los condimentos necesarios para un cierre redondo. La música melancólica podría evitarse, para lograr un momento más alto, más claro. En este caso con ineludible final feliz.
Otro pasaje que no termina de seducir es el ingreso de el Coro de Niños de la Provincia. Entran a las sala sin ningún vestuario determinado, por ambos lados del escenario, cantando una inoportuna canción de amor.
El resto de la puesta es excelente. A pesar de lo antes mencionado, la obra no presenta fisuras. Los decorados, vestuarios y utilería tienen un trabajo exquisito. La musicalización y sonidos en general no desentonan con la obra, todo lo contrario, son propicios para generar los ambientes deseados.
Sin embargo, el aporte más significativo es poner en escena una obra para niños que no los menosprecia. Que los hace sentirse espectadores. Que los hace reflexionar. Que los induce a pensar, a encontrarle un sentido. Una manera distinta y muy sana de hacer teatro para el público infantil de Tucumán.
Sebastián Ganzburg
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