Antes de la sentencia a prisión perpetua ambos genocidas hicieron su descargo. Bussi lloró en dos oportunidades. Y aseguró sentirse “un perseguido político”. Por su parte Menéndez dijo que esta “era la guerra más total de todas”.
Posteriormente, en horas de la tarde fueron condenados.
El primero en tomar la palabra fue Antonio Domingo Bussi, represor despiadado en tiempos de dictadura. Autor material e intelectual de innumerables crímenes, lo que le costó una dura condena a reclusión perpetua que por el momento cumplirá en su domicilio. El 4 de septiembre se sabrá con certeza si pasa a una cárcel común o se queda en el country donde actualmente reside”.
A modo de introducción dijo que “estamos cerrando el último capítulo del Tucumán de los 70'. Ustedes serán los protagonistas principales de un fallo que pasará a la posteridad”.
Aprovechó la oportunidad para manifestarse en contra del fiscal Terraf. “Usted, señor fiscal, también será parte de la historia. Sus falsas consideraciones no tendrán cabida por abalarse en declaraciones de delincuentes”, proseguía. Mientras que Terraf se dio vuelta y durante 15 minutos le dio la espalda.
Bussi continuó y aseguró que “sigo siendo el Bussi de toda mi vida. Así fui reconocido por la mayoría de los tucumanos en más de 30 años de convivencia pública y privada.”
Sostuvo, además, lo inaudito e histórico de que luego de ser un comandante que libró una lucha 'justa', “fui elegido democráticamente para gobernar, el mismo lugar que antes fue un campo de batalla, Tucumán”.
El fiscal seguía de espaldas, cuando Bussi le dijo “que el coraje se demuestra combatiendo y no como usted que me acusa a mi y a mis hijos”.
Sobre Vargas Aignasse, aseguró entre patéticas lágrimas, que “no lo conocí, nunca lo vi”. Aclaró que “la orden impartida y cumplida era solo para prevenir una reacción inmediata”. El fiscal nuevamente se puso de frente.
Reconoció que “nunca hubo intensión de desapariciones” y que “las listas de personas se confeccionaban en Tucumán”.
En cuanto a las torturas, aseveró que durante su mandato “ningún liberado hizo constar tortura alguna. Tampoco la esposa del senador denunció maltratos”. En este sentido sostuvo que en el momento de la detención a "Vargas Aignasse se le dio el tiempo suficiente para vestirse y despedirse de sus 5 hijos y su señora esposa” .
Se definió como “militar y político de común denominador comprometido por la responsabilidad pública. Fui formado para resguardar a la Nación. Lo hice en Vietnam, donde vi derrotado al ejército más grande del mundo”.
Antes de terminar su declaración volvió a llorar, cuando hizo referencia a que fue “investigado por ignotos médicos y contadores, no tucumanos que hurgaron mi vida”. Momento en el cual una bussista trasnochada gritó: “¡esas son las lágrimas de la patria!”.
Terminó su descargo agradeciendo a los tucumanos por ayudarlo a combatir al comunismo y se retiró. Llegó el turno de Menéndez.
El represor, jefe de Bussi durante la dictadura, Comandante del Tercer Cuerpo del Ejército hizo una detallada explicación histórica del accionar de las Fuerzas Armadas. Dijo también que “la guerra estalló porque la subversión quería someter al país y sumarnos a un Estado autoritario”.
“Era la guerra más total de todas, la guerra revolucionaria. La subversión apuntaba al alma del pueblo. Querían sacarnos la libertad”, estableció.
En referencia a Tucumán sostuvo que la subversión se encontró con “un pueblo que apoyó a las FFAA, como antes lo había hecho contra los españoles”.
A su vez sentenció que “La Argentina ostenta el dudoso mérito de ser el primer país en la historia que juzga a sus soldados victoriosos, que lucharon y vencieron por orden y para sus compatriotas. Pero, como lo hizo recientemente un oficial uruguayo, con patético dolor, podemos preguntarnos: '¿para quién ganamos la batalla?”.
Sebastián Ganzburg
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