GINEBRA, 31 jul (IPS) - La embestida de las dos economías más pujantes del mundo, China e India, contra una tercera con su primacía amenazada, Estados Unidos, no sólo sepultó la última tentativa por salvar la Ronda de Doha sino que evidenció los cambios producidos en el equilibrio de poderes desde la instalación de la OMC, en 1995.
Escribe Gustavo Capdevila para la agencia IPS.
El intento de la OMC (Organización Mundial del Comercio) de
concertar un acuerdo, que concluyera casi siete años de negociaciones en aras de
una mayor liberalización del comercio, se derrumbó el martes en Ginebra a causa,
principalmente, de las diferencias entre esos tres países.
Nunca antes
en el sistema multilateral de comercio, algún país en forma individual había
desafiado de esta manera a Estados Unidos y menos hasta el extremo de forzarlo a
una frustración.
Ese desenlace fue posible por un cambio registrado
entre los actores que debatieron hasta último momento, en esta ciudad suiza sede
de la OMC, la suerte de la Ronda de Doha.
En las épocas de la anterior
rueda de negociaciones globales, la Ronda Uruguay (1986-1994), las decisiones
clave se adoptaban en un grupo selecto llamado el "Cuadrilátero", que integraban
Canadá, Estados Unidos, Japón y la Unión Europea.
Esta vez, durante la
conferencia de ministros de unos 30 países celebrada del 21 al 29 de este mes,
esa instancia especial de negociación se ensanchó con el ingreso de Australia,
Brasil, China e India, aunque ya la exclusión de Canadá hizo que el nuevo ámbito
pasara a llamarse Grupo de los siete (G-7).
Pero la mayor diferencia,
con respecto a otras reuniones de la OMC, ha sido la inclusión de China en el
órgano principal de decisiones, observó a IPS la representante del Instituto
sobre Políticas Agrícolas y Comerciales (IATP, por sus siglas en inglés),
Anne-Laure Constantin.
Este cambio ha sido importante porque China es un
país muy específico, pues no necesitaba del acuerdo, finalmente frustrado, para
mejorar su balanza de intercambio o para beneficiarse más con el comercio,
razonó.
Un ministro de un país latinoamericano, que prefirió reservar su
nombre, comentó que en la esfera del equilibrio en la OMC el hecho más saliente
de la pasada reunión ministerial ha sido que "China abandonó su bajo perfil"
Beijing dio ese paso bajo la presión de Estados Unidos, que pretendía
ver a la nación asiática más comprometida en las negociaciones, opinó
Constantin.
El gobierno chino obtuvo el ingreso a la OMC durante la
cuarta conferencia ministerial celebrada en noviembre de 2001 en Doha, la
capital de Qatar, precisamente cuando se lanzó la ronda.
China se había
resistido a involucrarse en el núcleo duro de las negociaciones mientras se
escudaba en su carácter de miembro de reciente adhesión, una categoría que la
OMC reconoce sus nuevos adherentes y que premia con trato más favorable, como
los períodos más extensos para la aplicación de los acuerdos comerciales.
Constantin supone que India también convenció a Beijing, pues necesitaba
un aliado que compartiera sus posiciones defensivas en agricultura.
La
representación china irrumpió en el G-7 con fuerza y estableció de inmediato
diferencias, señalo Romain Benicchio, representante en Ginebra de Oxfam
Internacional. En particular sostuvo una posición extrema en la cuestión
aranceles sobre el algodón, dijo.
Unas 140 millones de personas dependen
en China de la explotación del algodón en todas sus fases, apuntó el experto de
Oxfam.
La otra novedad ha sido la consolidación de India como líder de
los países en desarrollo más pobres que defienden a los agricultores de
subsistencia.
El ministro de Comercio de India, Kamal Nath, llevó a
Estados Unidos casi hasta posiciones de bloqueo de las negociaciones por su
oposición a la iniciativa de reconocer a los países en desarrollo, agrupados en
el Grupo de los 33 (G-33), el derecho a aplicar un mecanismo de salvaguardias
especiales para protegerse de aumentos imprevistos de importaciones agrícolas.
El rechazo de Estados Unidos a esas salvaguardias fue finalmente el
detonante del derrumbe de las negociaciones.
Respecto de Brasil,
Constantin observó que era probablemente uno de los países que más se hubieran
beneficiado con el modelo de acuerdo de Doha que se venía diseñando en los
últimos.
Benicchio indicó que la posición de Brasil en la última
conferencia de la OMC "es difícil de desentrañar". Tradicionalmente lideró una
gran coalición de países en desarrollo, pero en esta ocasión "no se los escuchó
mucho", estimó.
Ahora debe haber "una gran diferencia en sus intereses",
dedujo.
Constantin comparó la actitud de Brasil en la quinta conferencia
ministerial de la OMC, realizada en 2003 en el sudoriental balneario mexicano de
Cancún, con la de esta semana en Ginebra.
En Cancún, la delegación
brasileña fue más defensiva y más radical en el impulso de la causa de los
países en desarrollo, comentó la experta de IATP.
Por el contrario, en
esta reunión ministerial de Ginebra, tal vez sintiendo que se jugaban las
últimas cartas de Doha, Brasil se mostró más dispuesto a hacer concesiones y a
permitir que Estados Unidos continúe con sus subvenciones que distorsionan el
comercio agrícola, reflexionó.
Igualmente puede ser que Brasil ahora
haya sido más realista respecto de lo que Estados Unidos podía hacer, arriesgó
Constantin.
El Grupo de los 20 (G-20), creado en Cancún por países en
desarrollo con algunas afinidades en las negociaciones sobre agricultura, sufrió
sacudones con la finalización frustrada de la conferencia ministerial reducida
de Ginebra.
Aunque no hayan chocado directamente, Brasil e India
estuvieron enfrentados en el momento de adoptar las decisiones que finalmente
condujeron al fracaso de la Ronda de Doha.
Brasil no acompañó a India en
la defensa de sus posiciones agrícolas y quedó alineado junto a Estados Unidos,
la Unión Europea, Australia y Japón, todas naciones industrializadas.
El
ministro Nath y el canciller brasileño Celso Amorim trataron de demostrar que
las diferencias no han quebrado al G-20, al exhibirse en actitudes amistosas
ante los medios de comunicación al término de la fallida conferencia.
A
su vez, el ministro de Relaciones Exteriores de Argentina, Jorge Taiana, declaró
a IPS que "el tiempo va a decir" si algunas alianzas salen maltrechas de la
conferencia de Ginebra.
Argentina también quedó descolocada porque
Brasil, su socio en el Mercado Común del Sur (Mercosur) y en el G-20, no lo
apoyó en la negociación sobre productos industriales.
"La solidaridad
brasileña con Argentina es eterna", repitió varias veces en Ginebra el propio
Amorim, quien empero afronta en su país las críticas de algunos sectores que
cuestionan su política de alianzas con países en desarrollo.
José
Botafogo Gonçalvez, un prestigioso diplomático que preside el Centro Brasileño
de Relaciones Internacionales (CEBRI), criticó esta semana el diagnóstico del
presidente de su país, Luiz Inácio Lula da Silva, de que en la OMC hay una
confrontación entre países ricos y pobres.
Por el contrario, nuestros
rivales ya no son más los países industrializados sino los países en desarrollo,
sostuvo Botafogo en una entrevista periodística.
Lo que interesa
actualmente a Brasil es el mercado agrícola asiático, especialmente de India y
China, dijo. Es que Brasil exporta ahora manufacturas a Estados Unidos e importa
esos mismos bienes de ese país, apuntó. La relación de "comercio imperialista"
que tenemos hoy es con China, no con Estados Unidos, insistió el experimentado
diplomático.(FIN/2008).
Gustavo Capdevila-IPS
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