La violencia escolar se ha agudizado en forma paulatina en los últimos tiempos. La agencia CyTA entrevistó a la doctora Susana Quiroga, integrante de la Asociación Psicoanalítica Internacional, sobre el contexto en el que se manifiesta ese fenómeno. Por Bruno Geller.
"Mi preocupación comenzó hace veinte años al observar el aumento en la tasa de suicidios adolescentes".
Un artículo publicado en El Día de La Plata el pasado 7 de julio revela que las escuelas porteñas y bonaerenses, tanto privadas como públicas,” se registraron un promedio de 156 agresiones físicas diarias en lo que va del año”, uno de los tantos datos que reflejan el aumento de los episodios de violencia escolar.
Durante más de veinte años, el fenómeno de la violencia escolar ha sido investigado por la especialista Susana Quiroga, doctora en Filosofía y Letras con Orientación en Psicología, miembro titular en Función Didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) e integrante de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA-según sus siglas en inglés).
“La niñez, la adolescencia y la familia fueron siempre motivos de mi elección vocacional, razón por la cual, además de psicóloga, soy maestra normal nacional”, señala Quiroga, quien también es en la actualidad directora del Programa de Posgrado “Actualización en Clínica Psicoanalítica de las Patologías Actuales”, y directora en el área comunitaria del Programa de Psicología Clínica para Adolescentes que se desarrolla en la Sede Regional Sur-UBA donde realiza tareas de prevención, asistencia e investigación.
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A lo largo de su trayectoria, escribió libros y artículos sobre temas vinculados con la adolescencia. Sus principales publicaciones son Del goce orgánico al hallazgo de objeto (Editorial EUDEBA) y Patologías de la Autodestrucción (Editorial Kargieman)
-En base a su experiencia y a lo que sabe ¿qué evolución ha tenido la violencia en las escuelas en la Argentina?
-En términos generales, la violencia escolar ha ido aumentando de modo paulatino desde los años 90. Sin embargo, esta violencia se enmarca en un contexto más amplio, tales como el socio-político, el comunitario y el familiar. Si bien la violencia escolar ha aumentado en todo el espectro social, hay datos provenientes de otras investigaciones nacionales e internacionales que afirman que existen factores psico-sociales que inciden en forma negativa en los jóvenes que viven en barrios y comunidades con altas tasas de delincuencia y pobreza por lo cual corren mayor riesgo de verse involucrados en actos violentos. En los países en los cuales las políticas de protección social son débiles y existen desigualdades en los ingresos, las tasas de violencia juvenil aumentan. Por otra parte, he observado que la violencia escolar se ha incrementado en relación inversa a la pérdida de autoridad y el aumento del descrédito de la palabra de los adultos.
-¿A qué se refiere cuando dice “pérdida de autoridad y al aumento del descrédito de la palabra de los adultos”?
-La violencia en las escuelas no constituye un hecho social aislado, sino también con el tipo de estructura institucional escolar y familiar y los lazos vinculares que en ellas se establecen. Por ejemplo hay escuelas y/o familias que presentan tipos de violencia sutiles ante los adolescentes con problemas. Frente al miedo y la impotencia que éstos les provocan, reaccionan de forma expulsiva. Sin embargo, lo que el adolescente espera del adulto, aunque se resista, es la puesta de límites firmes, coherentes y claros. Por su parte, el adulto (docente) asustado ante la agresión adolescente y la pérdida de sus valores tradicionales y la carencia de un discurso con valores morales e ideales que lo reemplace, abandona su lugar dejando al adolescente sin contención y con un descrédito de su función de autoridad.
-¿Usted visualiza esto en su práctica profesional?
-Sí, lo he observado en la asistencia psicológica que realizamos en el Programa de Psicología Clínica para Adolescentes. A partir del año 2000 y a consecuencia del creciente aumento de las consultas por problemáticas de violencia juvenil, creamos la Unidad de Prevención y Asistencia en Violencia familiar, escolar y urbana, un Programa especial que incrementó el trabajo de prevención de la violencia en las escuelas, un tipo de asistencia psicológica especializada para familias y adolescentes violentos y una investigación clínica sobre la eficacia terapéutica de este tipo de abordaje.
-Con respecto a los padres con dificultades para contener a sus hijos ¿Qué características suelen tener?
-Cada vez con mayor frecuencia se presentan a nuestro Programa, familias, padre, madre, o ambos, que solicitan asistencia psicológica para sus hijos, con cierta patología que yo llamé “una patología extrema del duelo: el darse de baja a sí mismo” (Quiroga, 1994) y que se manifiesta en la frase “Yo ya no sé que más hacer con mi hijo, así que se lo traigo para que usted haga lo que pueda”. Esta frase conceptualizada en el “darse de baja a sí mismo” indica la presencia en los padres, de un núcleo depresivo profundo de desesperanza, una muerte psíquica, proveniente de un duelo infantil no elaborado a partir del cual se dan por vencidos y cuya causa es la imposibilidad de posicionarse activamente ante las responsabilidades que caben a la función parental. En esta apretada síntesis del tema, no quiero dejar de lado la multicausalidad de un fenómeno tan amplio como la violencia y reconocer la existencia de varios factores concurrentes.
-Por ejemplo…
-Los factores estructurales como la desigualdad, la pobreza, el bajo nivel de desarrollo de ciertos grupos o la falta de oportunidades de educación y trabajo, los institucionales como las carencias familiares, la impunidad y la desconfianza, la baja calidad de la educación y de instituciones como la policía o la justicia. También hay factores directos o facilitadores, como por ejemplo, la disponibilidad de armas, consumo de alcohol y drogas y la falta de espacios de recreación para actividades deportivas. Estos factores coadyuvantes, la falta de proyectos a futuro y una calidad de vida deficitaria constituyen un alto potencial para que las conductas violentas se perpetúen. De todas formas, cabe aclarar que la violencia escolar no es un fenómeno exclusivo de las escuelas de escasos recursos, sino de la falta de una autoridad coherente en sus normas y valores.
-En la Unidad de Prevención y Asistencia en Violencia familiar, escolar y urbana donde usted trabaja, ¿Han realizado alguna investigación sobre violencia escolar?
-Sí, por ejemplo, en una muestra de 100 pacientes consultantes del Conurbano sur de Buenos Aires, pertenecientes a una población de bajos recursos socio-económicos, un 90% eran derivados por escuelas debido a Problemas de conducta, Problemas familiares y Problemas de aprendizaje que al abordarlos ponían de manifiesto la violencia implícita o explícita en el ámbito familiar, escolar y/o comunitario. Esta investigación mostró que la mayoría de los consultantes eran adolescentes tempranos varones, entre 13 y 15 años, cuyo diagnóstico, según el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSMIV), era Trastorno Negativista Desafiante, 40%, es decir con conducta de desafío a la autoridad y Trastorno Disocial, 60%, que incluye no solo el desafió a la autoridad escolar sino también el hurto o robo a la propiedad. Se demostró también que el pequeño botín obtenido lo destinan para comprarse ropa de marca y especialmente zapatillas sofisticadas de alto valor adquisitivo.
-¿Podría mencionar algunas categorías de violencia que se dan en las escuelas y que fueron detectadas en su estudio a partir de las entrevistas con los cien pacientes consultados?
-Sólo para mencionar algunas, se registran problemas de relación presentes en un 100 % de los casos, tanto con sus pares como con las figuras de autoridad. Estos problemas se manifiestan en algún tipo de maltrato hacia el otro, tales como: Agresión física en un 95 % como golpes de puño, patadas, empujones, hacia los pares y adultos y abuso sexual de compañeros a compañeras; Agresión verbal en un 100% tales como insultos, burlas, humillaciones, descalificaciones hacia la autoridad y hacia los pares; Desafió a la autoridad parental o escolar en un 95% que se manifiesta a través del incumplimiento de normas escolares; en un 69% a través de ausencias reiteradas o llegadas tarde a la escuela y fugas de la institución escolar o del hogar en un 52%; Distorsión de la información en un 98% a través de mentiras por fabulación, ocultamiento de los hechos o por intento de manipulación de la autoridad o de los pares y Conductas delictivas en un 17% a través de robos; un 35% hurtos y un 62% daños a objetos o a la propiedad privada, entre otros tipos de violencia.
-¿Qué averiguaron con relación a la realidad familiar de los alumnos que atendieron?
-Con respecto a los problemas familiares, se encontraron situaciones traumáticas en la historia infantil de la pareja parental e historias presentes como la violencia doméstica actual. Esta última se observó: un 83% en forma de agresiones físicas, verbales, emocionales o sexuales; un 24% en forma de muerte de familiares directos y un 40% por abandono. Estos porcentajes demuestran que el creciente fenómeno de la violencia escolar es multicausal y está ligado tanto a la violencia familiar (que incluye el abandono) como a la violencia social y pone de relieve la urgente necesidad de abordar esta problemática con planes integrales de prevención y asistencia, realizados por el Estado y por instituciones privadas nacionales o internacionales que los subvencionen.
-Para finalizar la entrevista, ¿podría contarnos cómo surgió su interés por investigar el fenómeno de la violencia?
-Desde hace casi 20 años la violencia ha sido tema de mis investigaciones. Mi preocupación comenzó al observar el aumento en la tasa de suicidios adolescentes de aquella época (y que continúan en la actualidad), de lo cual surgió el libro Patologías de la Autodestrucción en la Adolescencia (1994) y los numerosos artículos publicados sobre el tema que se sucedieron. En ellos tiene importancia no solo la violencia como un hecho familiar o individual aislado sino inserto en un contexto socio-político, comunitario, grupal y familiar.
Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Bruno Geller
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