En la principal provincia argentina, los propietarios rurales tributan el 0,2 por ciento anual del valor de la tierra. Y el precio de las hectáreas no para de subir. El 40 por ciento de las exportaciones se generan allí.
Por Pablo Ramos | Desde la Redacción de APM.
El sábado 5 de julio, el gobierno de la presidenta Cristina Fernández logró que la Cámara de Diputados de la Nación aprobase con algunas reformas su proyecto de retenciones a las exportaciones de cereales y oleaginosas. En estos momentos, la iniciativa es estudiada por el Senado, donde se supone que no van surgir inconvenientes para su ratificación el miércoles próximo.
Esto hace a la actualidad periodística que no es la intención de este artículo. Sí es nuestra intención exponer algunos números sobre el campo, término éste que se ha vuelto tan vago como los argumentos expresados a favor o en contra en esta pulseada que sufrimos casi cuarenta millones de argentinos.
Se reitera hasta el hartazgo la necesidad de redistribuir la riqueza, de lo bueno que fue Robin Hood, de lo “regresivo” y lo “progresivo”, la renta extraordinaria, lo malo que es que existan pobres, que el esfuerzo tienen que hacerlo los que más tienen… seguramente el lector podrá agregar otras máximas que quien redacta pase por alto.
Pero como reza el refrán “del dicho al hecho, hay un trecho”. Y en Economía el mejor remedio para superar “subjetividades” es la Estadística. Y, tras husmear por la prensa, encontramos dos datos encadenados que llaman la atención. El primero de ellos, referido a la presión impositiva en la provincia de Buenos Aires sobre el sector agrícola; el otro, sobre el precio de los campos.
El diario EL DIA de La Plata informó en su edición del domingo 6 de julio datos sobre el sector agrícola en la provincia de Buenos Aires, la más extensa, poblada y de mayor producción agrícola. Este estado tiene una superficie total de 307.571 kilómetros cuadrados, de los cuales 114.285 están registrados para la producción agropecuaria ante el fisco bonaerense. Traducido a hectáreas, suman 11.428.571.
El estado provincial cobra a este sector el Impuesto Inmobiliario Rural, por el que recauda 350 millones de pesos anuales (113 millones de dólares). Pero lo llamativo es cómo el erario llega a ese valor: la presión impositiva que aplica la provincia es de sólo el 0,2 por ciento del valor fiscal de los campos.
Los restantes importes salen casi por deducción. La valuación total del conjunto de campos bonaerenses que hace el Palacio de Hacienda en La Plata es de 160.000 millones de pesos (51.000 millones de dólares). Ergo, los terratenientes (en el sentido estricto del término) pagan la mísera cifra de 14 pesos anuales (cuatro dólares con cincuenta centavos) por cada hectárea.
Cabe aclarar que se trata de impuestos provinciales; no se incluyen aquí los de carácter nacional (Impuesto al Valor Agregado, Ganancias, Cheque, etc.) ni las retenciones a las exportaciones. Pero los manuales de Economía nos enseñan que, si buscamos una estructura impositiva progresiva, se deben gravar los patrimonios en desmedro de los consumos y el ahorro.
Encadenado a lo expuesto antes, no podemos despegar la “valuación fiscal” de los campos bonaerenses. Es cierto que los distintos estados no siguen día a día los vaivenes del mercado inmobiliario –hacerlo provocaría un caos en administrativo de características bíblicas. En lugar de ello, se establece un valor base -que siempre es menor al precio de mercado- para fijar la base impositiva –el valor a partir del cual exigir el tributo; y las revaluaciones son espaciadas en el tiempo. Es decir, cuánto tienen que pagar de impuestos los propietarios va a depender de lo que los burócratas digan que vale el campo.
Para muestra, sólo basta un botón. Según los cálculos del catastro provincial, cada hectárea tiene un precio promedio de 14.000 pesos (4.510 dólares). Pero la información difundida muestra cuán atrasada se encuentra las valuaciones. El diario LA NACION (defensor de los intereses de los terratenientes) decía el 30 de julio del año pasado “Hace seis años, antes de la crisis por la salida de la convertibilidad y la devaluación del peso, en la región agrícola núcleo la hectárea valía unos 3.500 dólares. Treinta años atrás, el costo de una hectárea tenía un valor promedio de 1985 dólares…”.
Hoy, en la zona núcleo, (nordeste de la provincia) la hectárea se vende en promedio a casi 10.000 dólares. “Incluso algunos campos de San Antonio de Areco tienen valores de 12.000 dólares por hectárea, hasta un máximo que llega a 15.000”, publicaba el diario Página/12 el 22 de marzo pasado. Es decir, que comprar a precio fiscal y vender a precios de mercado es un excelente negocio.
Campos levemente subvaluados para el cobro de impuestos y una insignificante presión tributaria son el marco en el cual se produce el 40 por ciento de las exportaciones agrícola-ganaderas de la Argentina. Donde el precio de los cereales y las oleaginosas no parecen tener techo. Quizás si se llevase a cabo una reforma impositiva cuya columna vertebral sea el tributo inmobiliario, con valores reales, y el impuesto a las Ganancias, no serían necesarias las retenciones en los valores actuales.
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