La eliminación de las retenciones implicaría un cambio en el modelo económico que afectaría el valor del dólar y. por ende, los precios locales. El resultado determinaría para los productores agropecuarios una situación mucho más adversa que la que gozan desde 2003. Nota de revista-zoom.com.ar
¿Qué intereses defiende entonces la Mesa de Enlace cuando propone el disparate que está proponiendo?. Escribe: Teodoro Boot
Cuesta creer que tan grande cantidad de personas muestre una tozuda incapacidad de razonar por sus propios medios y opte por cobijarse en una cómoda ignorancia, al abrigo de los eslóganes de los irresponsables y las trivialidades periodísticas.
Tratemos, para variar, de usar la sesera para imaginar un país libre de retenciones, tal como reclaman los representantes gremiales de los productores de granos para el mercado externo, y como han propuesto varios senadores, en un alarde de inconciencia que no contempla ni siquiera la posibilidad de que puede llegar a darse la casualidad de que alguna vez les toque gobernar a ellos. Cosas más raras se han visto en este país, de manera que no hay por qué reírse de tal eventualidad.
Pongámosle, a fin de simplificar las cuentas, que la unidad de lo que un productor de granos vende equivalga a un dólar, hasta hace una semana, 3,20 pesos (en el momento de escribir estas líneas, el productor está en cambio recibiendo 3,03 pesos por lo que una semana atrás recibía $3,20).
Sin la masa de dinero proveniente de las retenciones, el precio máximo a que llegaría el dólar, con mucha suerte y viento a favor, sería de 2 pesos. Vale decir, ese mismo productor recibiría 2 pesos por exactamente lo mismo que la semana pasada recibía $3,20.
Pongámosle que se le retuviera el 40%, esto es $1,30. Le quedarían $1,90 de cada unidad de lo que vende.
Pongámosle además que ese productor nos sanatée un poco cuando llora miseria y que sus costos de producción equivalgan al 60 % de lo que factura. El 60% de $3,20 también da $1,90. Estaría empatado, ha trabajado al divino botón. Eso dicen que les pasa, lo que no parece ser cierto, habida cuenta que ninguno sufre una vida de privaciones y que llevan 90 días sin trabajar sin necesidad de alimentarse de ollas populares. Pero pongámosle que es así, como lloran esos pobres campesinos.
Eliminamos las retenciones, de manera que cobran íntegramente el valor de lo que venden. Ya vimos que sin retenciones, es inevitable que el dólar caiga (pensemos que ahora, con todavía una gran solvencia fiscal y abundancia de reservas, el Banco Central suda la gota gorda para que no caiga más allá de los 3 pesos). Con el dólar a $2, que sería el valor estimable sin intervención del Banco Central, el productor no recibiría ya los magros $1,90 sino 2 pesos. Sí señor. Pero tomemos en cuenta que no hay ninguna razón por la que sus costos habrían de bajar, así que estaría ganando diez centavos. Algo es algo.
Pero sin retenciones no habría ni subsidio para el gas oil ni, mucho menos, para el transporte, beneficiario de un subsidio doble. Ni para las empresas viales, que incrementarían el costo de los peajes. Por ejemplo, el costo del peaje del Puente Zárate- Brazo Largo es de 4,20 pesos, 1,35 dólares. Hasta la salida de la convertibilidad costaba 4 dólares. En nuestra Jauja libre de retenciones, con un dólar a dos pesos, equivaldría a 8 pesos.
Pasemos estos valores a valor de cambio de lo que el ruralista produce: con los magros $1,90 que le deja el Estado, el ruralista necesita 2,20 unidades para cruzar el puente con su camioneta. Con los 2 pesos que obtendrá al eliminar las retenciones, cruzar el puente le demandará 4 unidades de lo que produce. Vale decir, el valor de cambio de lo que produce se habrá reducido en un 50% en relación a uno de los costos necesarios para producirlos.
Lo mismo ocurrirá con sus otros insumos que, simplificando, podríamos estimar que al menos se duplicarían: sus costos no ascenderían a $1,90 (como antes) sino a $3,80. En síntesis, que en vez de empatar, como insisten en que les sucede, lo que les terminará ocurriendo a los productores una vez eliminadas las retenciones es que tendrán un quebranto de $2,80 por cada unidad vendida.
Las autoridades gubernamentales insisten en explicar que la eliminación de las retenciones supondrá un fuerte incremento en el precio de los alimentos primero y luego, de todo lo demás. Pero nadie explica el perjuicio que ocasionará a los productores.
He tratado de hacerlo. Lo que no consigo explicarme es por qué diablos los productores no lo piensan, no lo razonan, si todos ellos han vivido la experiencia de lo que significa la rentabilidad. Lo saben, además, y muy bien, sus dirigentes. De Ángeli, Ferrari, Tororó Ronconi y tantos más que llevan adelante la protesta en la ruta 14 lo saben perfectamente, pues lo han sufrido en carne propia, perdiendo todo o gran parte de lo que tenían durante la década del ’90.
¿O acaso creerán que es posible que ellos vendan a precio internacional y puedan comprar a precios locales?
¿Qué harían ustedes con un arquitecto que quisiera construir edificios en Nueva York y venderlos a precio de Nueva York pero pagando sueldos y materiales a precios argentinos? Todos (De Ángeli incluido) optaríamos por mandarlo al manicomio sin escalas.
¿Por qué piensan los ruralistas que ellos están más cuerdos que ese arquitecto si pretenden lo mismo? ¿Qué edad mental tiene esta gente? ¿Cuatro años?
Tarde o temprano, Buzzi, De Ángeli, Ferrari y varios otros tendrán que explicar a los productores qué intereses realmente defienden cuando proponen el disparate que están proponiendo, de las que las primeras víctimas serán las famosas “bases”.
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