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19/06/2008 - En General

Los beneficios de hablar con psicológo antes de entrar al quirófano

El abordaje interdisciplinario de la medicina es una tendencia mundial que se expande en todas las especialidades. Así, la psicología ha ingresado al equipo del servicio de cirugía. Y todo ha sido para mejor, según la especialista María Mucci y sus colegas en la IV Jornada de Psicoprofilaxis Quirúrgica realizada la semana pasada en la Facultad de Psicología de la UBA.

Por Cristina Gozzi, del Instituto Leloir.

Afrontar una cirugía, sea programada o de urgencia, es siempre una vivencia movilizante para el paciente. En eso coincidieron los psicólogos argentinos y uruguayos (con preeminencia femenina) reunidos en la IV Jornada de Psicoprofilaxis Quirúrgica realizada en Buenos Aires el sábado 14 de junio.

Conscientes de esa situación de estrés que muchas veces, comienza con los primeros estudios, hoy, psicólogos y cirujanos trabajan en equipo para hacer prevención con la mayor antelación posible.

"No se trata del modelo de interconsulta habitual, sino que hacemos la oferta psicológica a partir del servicio de cirugía", afirma la licenciada María Mucci, coordinadora del Equipo de Psicoprofilaxis Quirúrgica del Hospital Gral. de Agudos "Dr. José María Penna" de Buenos Aires. y directora del Programa de Actualización Interdisciplinaria en Psicoprofilaxis Quirúrgica -posgrado de la Facultad de Psicología de la UBA- , que organizó la Jornada.

Mucci nos informa que en su servicio, pionero en la materia, hay un muy alto porcentaje de pacientes oncológicos; y que las psicólogas comparten con los cirujanos, el espacio de las recorridas de sala.

"Vamos con una médica clínica, un oncólogo, un infectólogo, una kinesióloga, una nutricionista y la jefa de enfermería de la sala correspondiente. Durante la presentación de los pacientes, observamos y escuchamos. Esto nos posibilita ganar tiempo para hacer el intercambio interdisciplinario con relación a las preguntas que vienen de los jefes, las sugerencias de la médica clínica y de los residentes y nuestras observaciones. Una vez que terminamos la recorrida, las cuatro psicólogas del equipo nos dividimos para entrevistar a los pacientes", relata.

Aceptación de la oferta

"Nos presentamos y le preguntamos al paciente, si tiene ganas de conversar acerca de porqué está internado, qué le pasa y cómo se siente. De ese modo, tenemos un muy bajo porcentaje de rechazos. Esa es la diferencia que notamos con la interconsulta clásica, donde el psicólogo aparece por el pedido expreso de un médico o un enfermo". Admite que en esos casos, por el contrario, el rechazo suele ser algo frecuente, ya que muchos pacientes preguntan: "¿para qué vienen, si yo no estoy loco?".

Los altos porcentajes de aceptación les permiten, por ejemplo, mediar respecto de la información, enterarse si el paciente considera que el médico ha sido claro o si hay algo del diagnóstico o del procedimiento quirúrgico que le suscita dudas. "También detectamos conflictos o situaciones de falta de redes de apoyo familiar o social", afirma. Si la información es escasa o insuficiente, ellas hacen de puente entre el médico y el paciente y le piden al cirujano que dedique al enfermo cinco minutos más para esclarecerlo.

Mucci reconoce las dificultades de comunicación que existen entre médicos y pacientes. "Los ingleses tienen armado un protocolo para informar los diagnósticos y las indicaciones terapéuticas. Consta de seis pasos a seguir, uno en cada sesión, donde se abordan preguntas y respuestas previstas. Así, se brinda un tiempo de reflexión para que el paciente elabore la situación entre uno y otro encuentro.

De alguna manera, esto se está haciendo en el país en el Hospital Garrahan, adecuado al trabajo con los padres y con los chicos. Hay que pensar que a veces, los niños pasan un largo período en una lista de espera y hay que hacer un extenso trabajo de prevención, diferente al de la etapa de internación", aclara la especialista.

Si bien la entrevistada reconoce que es conveniente que al menos, dos o tres entrevistas precedan al acto quirúrgico, admite que muchas veces, la urgencia no lo permite. En ese caso, la oferta se hace ni bien se internan y sigue durante el post-operatorio. "En general, rápidamente, establecemos un vínculo y muchos nos comentan cuestiones de su íntima historia personal", relata Mucci. Y reconoce que la demanda se va construyendo a través del tiempo. "Tenemos muchos pacientes que, independientemente de la enfermedad, de la cirugía y del tratamiento, siguen haciendo psicoterapia en el consultorio externo", confiesa.

Dilución del miedo

María Mucci sostiene que los miedos y las preocupaciones que siente el paciente se modifican constantemente de acuerdo con la enfermedad y con la evolución que tengan. "Por ejemplo, el miedo al dolor se va a constituir en una dimensión crítica en el post-operatorio y habrá que apelar a los recursos de la medicina y de la psicología para atenuarlo", sostiene. "Pero, en el pre-operatorio, los miedos son necesarios, normales y esperables. Hay algunos básicos: el miedo al diagnóstico, a la anestesia, al dolor, a morir en o por la operación y al futuro - que podría englobar a todos los otros", afirma la entrevistada.

En lo que al diagnóstico atañe, Mucci reconoce que hay una tendencia a decirle la verdad al paciente, salvo que exprese que no quiere enterarse. "Tiene tanto derecho a saber como a no saber, si esa es su voluntad manifiesta", aclara.

No obstante, sean informados con más o menos rigor, todos los enfermos, a partir de que reciben el diagnóstico, comienzan a hacer un trabajo interno en soledad. "Se trata del "trabajo de preocuparse" - que fue descripto en la década del 50, por Irving Janis, un psicólogo inglés, quien había trabajado con pacientes afectados por heridas graves durante la segunda guerra mundial. Este trabajo de preocuparse sería una forma de autopreparación que posibilita tomar acciones eficaces ante el estresor, antes de enfrentar el peligro de la operación", explica Mucci. De allí que Janis planteara que no todos los pacientes necesitan psicoprofilaxis quirúrgica, sino aquellos que manifiestan altos niveles de ansiedad, cuyos miedos están muy exacerbados, tienen fantasías de muerte y hasta declaran que creen que van a morirse.

"Si bien, de acuerdo con el estado general del paciente, ese temor puede tener visos de racionalidad, muchas veces, puede estar cargado con grandes cuotas de irracionalidad. No obstante, hasta que el paciente no nivela ese temor a algo tolerable para sí mismo, hasta que no puede expresar en palabras que va a afrontar la situación quirúrgica, si su condición clínica lo posibilita, pedimos la postergación de la cirugía porque la consideramos riesgosa", afirma la especialista.

Según su experiencia con enfermos oncológicos, Mucci admite que el paciente llega a ser consciente de su terminalidad. En esos casos, el rol activo del psicólogo se observa en su capacidad de crear una atmósfera de empatía, que le permita ofrecer alivio.

"A veces, la familia niega la proximidad de la muerte. Pero esa negación, que actúa como un mecanismo de defensa, les permite seguir afrontando la circunstancia De lo contrario, correrían el riesgo de desmoronarse. Por eso, en fases terminales, es importante armar una buena red de apoyo para que no haya un único cuidador principal. Es necesario que los familiares se distribuyan las tareas. Muchas veces, en esa instancia, nuestra misión, es ayudarlos a organizarse. No es que no sepan hacerlo, sino que no están en condiciones emocionales para hacerlo", reconoce la psicóloga, quien ha condensado su experiencia en la materia en su libro "Psicoprofilaxis quirúrgica - Una práctica en convergencia interdisciplinaria".

Mucci reconoce que la modalidad de trabajo varía de una institución a otra, pero resalta que los benéficos resultados obtenidos son un estímulo para que la práctica se extienda cada vez más. Imbuida de optimismo, concluye: “Contamos con un capital psíquico del cual muchas veces, no tenemos conciencia”.


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