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04/07/2008 - Teatro

Mediopueblo: La absurda historia de los hombres

Más de 50 muñecos en escena con historias particulares, mediadas por acontecimientos absurdos se plantean la historia de la humanidad. El relato maestro es la constante lucha entre opresores y oprimidos. Un inteligente texto a cargo de Martín Giner. La actuación de Gabriel Carreras, junto a los muñecos en escena son de lo mejor.

Nuestra Opinión: Muy buena.

Cuando el espectador va ingresando en el salón es recibido por una grata melodía de vientos. De a poco, cordialmente se acomoda en su butaca para disfrutar de una obra cargada de humor e ideología. Un texto absurdamente inteligente.

Los muñequitos de trapo están dispuestos en dos bandos, hacia la derecha los modernos, por el sector izquierdo los medievales. Pueblos diferentes, con un problema en común. Uno a merced de la reina, el otro a los pies del capitalista.

El texto maestro del relato es la lucha de clases. Explotadores contra sometidos. Lo interesante es la narración, porque todos los hechos se generan a través de acontecimientos absurdos como la caída de un botón.

Las 51 historias están contadas por el excelente actor Gabriel Carreas. Vestido con gorra, chaleco y dos pañuelos gigantes en los bolsillos traseros del pantalón, expone el contexto. Presenta a los personajes, para posteriormente interpretarlos mientras se los cuelga en el pecho.

Como casi siempre, los hechos se desencadenan por situaciones imprevistas. Aquí, netamente absurdas. Sin embargo, existen las cuestiones materiales (objetivas). En la modernidad el pueblo es explotado por el patrón capitalista. Por el otro lado están sometidos a los caprichos de la monarquía.

Cada personaje representa paradigmas de cualquier sociedad occidental. Está el maestro, la bruja y el abogado, el más villano de todos, entre tantos. A pesar de ser un argumento políticamente claro, está trabajado desde el humor. Situaciones tan serias como una asamblea de trabajadores desencadena carcajadas, cuando, por ejemplo, uno de los "compañeros" quiere irse de fiesta antes que hacer la revolución.

La música genera el ambiente acorde a los momentos de la obra, al igual que la iluminación. El espectador disfruta la puesta con un sin número de risas. A medida que avanza el relato se torna profundo.

Con tantas historias juntas, de dos pueblos cronologicamente alejados que viven situaciones de conflicto similares es difícil trazar la síntesis. Martín Giner logró hacerlo con un texto políticamente correcto.

Sebastián Ganzburg
sebaganzburg@gmail.com