Lo decidió el juez federal Sergio Torres, por el secuestro y desaparición de Alice Domon y René Leonie Duquet y de la Madre de Plaza de Mayo. Por estos delitos de lesa humanidad deberá declarar Alfredo Astiz, junto a sus ex camaradas de armas Jorge "el Tigre" Acosta, Antonio Pernías y Juan Carlos Rolón.
El ex capitán de la Armada Ricardo Cavallo también está procesado por este hecho.
El juez federal Sergio Torres elevó a juicio oral y público
la causa por el secuestro y desaparición de las monjas francesas Alice
Domon y Leonnie Duquet y de la Madre de Plaza de Mayo Azucena
Villaflor, entre otras víctimas de la última dictadura militar en
Argentina.
Según indicaron fuentes tribunalicias, por
estos delitos de lesa humanidad deberán sentarse en el banquillo de los
acusados el destituido capitán de la Armada Alfredo Astiz junto a sus
ex camaradas de armas Jorge "el Tigre" Acosta, Antonio Pernías y Juan
Carlos Rolón, entre otra decena de represores.
En una
resolución de 108 carillas, el magistrado,
con la intervención del secretario Pablo Yadarola, recreó los hechos
ocurridos alrededor de las 20 horas del 8 de diciembre de 1977 cuando
un grupo de familiares de desaparecidos fue secuestrado al salir de la
Iglesia de la Santa Cruz, en Estado Unidos 3150, de la Capital Federal.
En
ese procedimiento y en sendos realizados en las horas siguientes fueron
secuestradas las religiosas francesas, Azucena Villaflor de De Vicente,
Angela Auad, María Ponce de Bianco, José Julio Fondevilla, Eduardo
Horane, María Ester Ballestrino de Careaga, Patricia Oviedo, Raquel
Bulit, Remo Berardo y Horacio Elbert.
Todos ellos fueron
llevados -según se desprende la pesquisa- al centro clandestino de
detención que funcionaba en la Escuela Superior de Mecánica de la
Armada (ESMA).
Por esos hechos deberán comparecer ante el
Tribunal Oral en lo Federal Cinco (TOF5), donde se tramitará el juicio
oral y público; además de Astiz, Acosta, Pernías y Rolón, otra decena
de ex jefes navales que actuaban en grupos de tareas dependientes de
ese centro clandestino.
En ese listado de represores se
encuentran Raúl Enrique Scheller, Alberto Eduardo González, Ernesto
Frimon Weber, Jorge Radice, Néstor Omar Savio, Julio César Coronel y el
ex policía Juan Carlos Fotea.
El ex capitán de la Armada
Ricardo Cavallo también está procesado por este hecho, pero su
elevación a juicio aún no se efectivizó ya que fue detenido cuando
España accedió a su extradición, motivo por el cual su procesamiento
aún está recorriendo las diversas etapas de apelación.
Tras
sus secuestros todas las víctimas "fueron llevadas a la ESMA, donde se
los sometió a interrogatorios y otros tormentos, para luego ser
alojados bajo condiciones inhumanas en los sectores denominados "
capucha" y "capuchita" que funcionaban en el tercer piso y altillo del
Casino de Oficiales", recordó el juez Torres.
El magistrado
explicó que "la estadía de este grupo en el centro clandestino de
detención se prolongó aproximadamente entre siete y diez días, luego de
los cuales fueron trasladados por personal de la marina y de fuerzas de
seguridad".
Torres citó testimonios que narran la
participación de Astiz, quien se infiltró en el grupo de familiares
"buscando ayuda y consejo, haciéndose pasar por el hermano de un
desaparecido y pidiendo que se lo incluyera en sus pretensiones.
Así fue como el nombre de Gustavo Niño integró la solicitada publicada el día 10 de diciembre de 1977 en el diario La Nación".
Esa
solicitada se había convenido -según declaró en el expediente la
titular de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini-
tras la misa del 8 de diciembre y estaba dirigida a las Fuerzas Armadas
"reclamando información sobre el destino y suerte de las personas
desaparecidas".
Al analizar los testimonios obrantes en la
causa, el magistrado analizó que "a la hora de enfrentar esta tarea
debe dejarse constancia que las circunstancias que rodearon a los
hechos investigados hacen que la prueba testimonial adquiere un valor
singular".
Ello obedece, dijo Torres, por resultar "un medio
de prueba que se privilegia frente a modos particulares de ejecución en
los que deliberadamente se borran las huellas, o bien se trata de
delitos que no dejen rastros de su perpetración, o se cometen al amparo
de la privacidad".
"En tales supuestos -explicó el juez- a los
testigos se los llama necesarios (...) por la manera clandestina en que
se encaró la represión, la deliberada destrucción de documentos y de
huellas, el anonimato en que procuraron escudarse sus autores".
De
las constancias del expediente se desprende que Villaflor de De
Vincenti, Ponce de Bianco, Balestrino de Careaga, Duquet y Auad, fueron
arrojadas a las aguas desde los "vuelos de la muerte", fueron
enterradas como NN en el Cementerio de General Lavalle, en la provincia
de Buenos Aires, "luego que el mar llevara sus cuerpos a la costa de
dicha localidad".
En la ESMA, abundó el magistrado, "funcionó
durante la dictadura militar que gobernó al país a partir del 24 de
marzo de 1976, un centro clandestino de detención donde fueron
interrogadas personas mediante torturas, manteniéndolas en cautiverio
bajo condiciones inhumanas de vida y alojamiento".
"Tal
práctica se realizó en forma sistemática obedeciendo a un plan
desarrollado para obtener la mayor información posible de aquellos que
eran detenidos. Para ello la detención debía prolongarse por el tiempo
necesario para obtenerla y para lo cual se estableció como método el
uso de tormentos, tratos inhumanos, la imposición de trabajos y el
convencimiento creado a los secuestrados de que nadie podría
auxiliarlos", explicó Torres.
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