El sábado a las 22, en el Círculo de la Prensa, se presentará el espectáculo “Dicha sin Culpa”, con la interpretación de Dany Aráoz Tapia con el acompañamiento musical de Matías Manzur. Una original propuesta de poesía en escena. Fue aplaudida en Salta y Jujuy.
Interesante fusión entre teatro y poesía.
Nota publicada el domingo 20 de abril por el diario Salta21.com
La poesía es Dicha sin culpa. El recital poético de Daniel Aráoz Tapia y Matías Manzur desacartona todo lo pensado. Dany actor, Matías músico, forman una dupla inusitada. Anoche en El Ático dejaron una impronta: la poesía se vive, se siente, se piensa, se imagina y tiene cuerpo. Con un espectáculo nacido en Tucumán, llegan a Salta y en una sala del centro invaden cada esquina. En la 9, aún se oye a Neruda o a Borges. Norma García Belli aporta con su visión desde la dirección.
Han sonetizado al público, han rapeado un poema, han dado sus creaciones y nos han paseado por la literatura universal con Miguel Hernández, Federico García Lorca, Lope de Vega, Jorge Luis Borges, Andrés Eloy Blanco, Pablo Neruda, Roque Dalton y Horacio Rega Molina, entre otros
Vivir para poetizarnos es una meta del espectáculo y hasta me atrevo a decir, que del escritor Daniel Aráoz Tapia. Combina al menos cuatro tipos de textos: el de los escritores y poetas, el suyo, el de Matías Manzur y el del actor. Una simbiosis profunda que marca ritmo y sonidos. Y los convierte en un texto espectacular que seduce por su energía y su fuerza pero por sobre todo por su acabada forma creativa y original.
Ponerse el sayo de actor y de cafeconcertista al mismo tiempo que rimar, versear y sacarle chispas a la guitarra de Matías y sus letras, ha sido un hallazgo.
Y lo bueno viene en envase sin ruidos, un andar silencioso y seguro que transforma a los artistas en juglares, donde los hombres y los dioses se confunden.
Salir de la “opería solemne” con vena de juego y canto, de lirismo y metamorfosis, es una idea que “Dicha sin culpa” privilegia y que por ello se lleva un “bravo” del público. Y entre los espectadores, además de otros "hacedores", Ana Gloria Moya. No faltaron los "orishás".
Caminamos por un duelo propio en el que nos descubrimos saltando la línea al mismo tiempo que sentimos el ambiente creado por la poesía. Más que nunca, ha sido la vedette de la noche.
La fusión teatro- poesía es un logro absoluto. Un Daniel suelto, entre los versos, perdido en su personaje, en esa heteronomía que galopa su prestancia de recitador, nos complace con la búsqueda infinita del secreto de la poesía: el ritmo. Traduce al mismo tiempo, lo sensible en racional, lo reflexivo en pasional y lo extraño en propio.
Matías Manzur logra fusionarse al mimo tiempo; deja entre los pentagramas del lirismo cantado, un sello personal, al igual que se juega con sus canciones.
La dupla se lleva el encanto del juglar posmoderno, ambos en su profesión de artistas, revalorizan lo propio y lo hispánico, con un dejo de crítica a lo estructurado y establecido, a lo monótono y aburrido. En busca de la revolución de la palabra que cuaja el frío del olvido, nombran esos personajes con historia americana –como el Che- que aparecen entre los versos y no deja de ser un homenaje a lo revolucionario.
Más tarde, en 69.9, volvemos a disfrutar de Matías Manzur en concierto, un diálogo íntimo con su música. Y un grupo de artistas hablan sobre la cultura nuestra y la cercanía, la conexión, el destino, lo profundo y lo bizarro. Una noche de encuentro donde unos pocos locos son felices con la locura.
Y dicha sin culpa la poesía, es más hermosa que un zapato rojo en la punta de una colina, porque la mozuela de García Lorca se ha quitado la ropa aún, teniendo marido o porque ese otro, el de los versos, se ha colado por el filtro de una noche de luna. Dicen que fue visto por la ventana de un ático.
Romina Chávez Díaz
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