Nada mejor para entender al personaje cervantino (y a nosotros mismos) que reflexionar sobre esta viejísima dialéctica. Somos lo que somos, pero también lo que queremos ser.
La profesora titular de la cátedra de Literatura Española I que se dicta en la Facultad de Filosofía y Letras, Elena Florencia Pedicone, disertó la semana pasada en la 42ª edición de la Feria Internacional del Libro.
El sábado 23 de abril y con motivo de cumplirse 400 años de la muerte de Cervantes, la también Doctora en Letras y directora del Instituto de Literatura Española, expuso y recordó, además, al atleta Efraín Wachs, recientemente fallecido.
Don Quijote somos todos, a propósito de los 400 años de la muerte de Cervantes (1616-2016)
La significativa unión de dos conjunciones contrapuestas de la lengua española que muestra la palabra YO (y/o), nos alienta a pensar que nuestra subjetividad está atravesada por dos fuerzas contrarias que nos tensan. La sintaxis caprichosa y accidental del pronombre que mejor nos representa, muestra por un lado lo que nos une a nuestro entorno (la “y” con su valor asociativo), y por otro lado lo que nos disgrega y fragmenta (la “o” disyuntiva que nos separa o aleja).
Nada mejor para entender al personaje cervantino (y a nosotros mismos) que reflexionar sobre esta viejísima dialéctica. Somos lo que somos, pero también lo que queremos ser. Somos “Y” pero también felizmente “O”. Cada vez que convocamos máscaras (las efímeras, las extravagantes, las que suponemos buenas, las que creemos eternas) nos soñamos o deseamos de una manera diferente a la evidencia. Y con esto, actualizamos la naturaleza escindida que conforma nuestra esencia.
¿Es el personaje cervantino el humilde hidalgo Alonso Quijano con apenas casa y biblioteca, o es el Caballero de la Triste Figura que arremete contra ejércitos?.¿Qué peso tiene su disfraz ya eximido del herrumbre con que se atavía gallardamente?. ¿Descendió a la cueva de Montesinos y vió castillos, o sólo bajó por media hora a un pozo atado a una cuerda?.
Y ya que hablamos de la novela, nos ocupemos del segundón que se da maña para ser tan protagonista como su amo. ¿Vamos a creerle a Sancho Panza devenido “astronauta” gracias al vuelo de una máquina de madera llamada Clavileño que ha jugado en las galaxias junto a las estrellas?.
La condición alterna de estos personajes nos fascina y nos inquieta. Es que nuestro disociado “yo” contemporáneo, replicado muy bien en la fórmula pronominal Y/O, encuentra su mejor cauce en la escritura cervantina. Tan vieja, tan eterna.
Cuando le preguntaron al atleta Efraín Wachs, tucumano por adopción, cuál era su gran sueño, respondió que “los Juegos Olímpicos de Corea del Sur, en 2018, a sus 100 años”.
Efraín nos dejó hace apenas unos meses, a la edad de 98. Sin embargo su valentía épica nos permite aseverar que corrió y subió al podio. La “y” junto a la “o”, porque la muerte lejos de disolver, nos afirma en los deseos, en los desvelos y en los sueños.
Efraín Wachs, uno de tantos Quijotes tucumanos que sin duda nos representa.
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