Así lo refleja en su informe semanal el IDESA. Asegura que la disminución de la tasa de desempleo en el primer trimestre del 2008 se explica en un 50% por aumento de empleo y en el otro 50% porque mucha gente decidió retirarse del mercado laboral ante la falta de oportunidades. Esto último se asocia a un fenómeno de “desempleo oculto”. Es decir, personas que no buscan activamente un empleo pero trabajarían si tuvieran la oportunidad.
Esta falta de buenos empleos que desincentiva la participación laboral también explica en cierta medida la alta incidencia de la pobreza.
El INDEC ha anunciado que la tasa de desempleo en el primero trimestre de 2008 ha disminuido a 8,4% desde un nivel de 9,8% en el mismo periodo del año pasado. En términos de cantidad de personas puede decirse que en los grandes aglomerados urbanos del país hay 180 mil desempleados menos. Esta disminución surge de, por un lado, 84 mil nuevos empleados, y, por otro, 96 mil personas que decidieron retirarse del mercado laboral.
Estos últimos son personas en edad de trabajar que dejan su trabajo o dejan de buscarlo si lo hacían, para pasar a la inactividad. Se trata fundamentalmente de cónyuges que vuelven a ser amas de casa o jóvenes que deciden dedicarse sólo a estudiar o no hacer nada.
A su vez, el INDEC también dio a conocer su cuestionada medición de la pobreza de donde surge que la pobreza en Argentina sería del 20,3%. Más allá de los cuestionamientos y las distorsiones que el dato pueda tener resulta muy interesante observar cómo se relaciona la distribución regional de la pobreza con la participación laboral de las personas. En este sentido, se puede observar el siguiente patrón:
·En la Ciudad de Buenos Aires la participación laboral es de 52,4% y la pobreza según la medición oficial sería de 8,4% de la población.
·En la región de las provincias pampeanas y Cuyo la participación laboral es de 44,5% y la pobreza sube a 17,1% de la población.
·En las provincias del noroeste y noreste la participación laboral es apenas de 39,2% y la pobreza asciende a 32,5% de la población.
Hay fuertes y conocidos indicios de que los datos oficiales de pobreza están distorsionados. Así y todo, arrojan que 1/3 de las personas en las provincias del norte viven en la pobreza. La situación social es mucho más precaria en esta región porque las familias en esos lugares tienden a tener ingresos muy magros y altas tasas de dependencia, esto es, hay muchos miembros en el hogar y pocos son los que participan en el mercado laboral.
Los países con mayores grados de integración social tienen altas tasas de participación laboral. En la medida que dentro de los hogares las personas cuando cumplen la edad de trabajar se insertan en el mercado laboral, los ingresos familiares se incrementan y ello aleja los riesgos de caer en la pobreza. A modo de ejemplo, en países de similares características que la Argentina, como España o Portugal, el 71% y el 73% respectivamente de las personas mayores de 15 años (edad de trabajar), participan del mercado laboral, trabajando o buscando activamente un empleo. En Argentina, en cambio, de los mayores de 14 años, sólo el 60% trabaja o busca activamente un empleo. Esto necesariamente se traduce en ingresos familiares per capita inferiores y, con ello, mayores restricciones económicas.
Para aumentar la tasa de participación se necesitan dos requisitos.
En primer lugar, que las personas tengan suficiente nivel de educación y habilidades para el trabajo. En otras palabras, es fundamental que tengan destrezas suficientes para poder ocupar un puesto de trabajo de razonables niveles de productividad. En segundo lugar, que las empresas estén incentivadas a generar muchos empleos y que esos empleos se ajusten a las posibilidades de los segmentos de la fuerza laboral que hoy están inactivos.
Si el objetivo es que las mujeres, los jóvenes y los adultos mayores (que generalmente son los que están en la inactividad) participen activamente del mundo del trabajo, entonces, no se debe castigar el empleo imponiendo altos impuestos al salario o restringiendo los trabajos de tiempo parcial u horarios flexibles. Estos son los empleos que se adaptan a las posibilidades de los que están en la inactividad y sirven para inducirlos a reincorporarse al mercado laboral.
Pero las políticas en Argentina están yendo en dirección contraria.
Se cercenan las posibilidades de la producción cerrando vías de exportación y estableciendo altas retenciones que destruyen un incipiente y saludable desarrollo agropecuario e industrial que estaba naciendo en las zonas donde más golpea la pobreza, que son las provincias del norte. Se multiplica la carga impositiva. Las distorsiones regulatorias entorpecen el normal funcionamiento del transporte aerocomercial, la provisión de combustibles y el acceso a la energía discriminando la producción del interior. Desde la Ciudad de Buenos Aires se generan leyes y regulaciones laborales que alimentan los conflictos gremiales y los litigios judiciales los cuales perjudican con mayor intensidad a las pequeñas empresas que son las unidades típicas del interior. En este entorno, no debe resultar raro que la tasa de desempleo sea baja. Pero lo que está reflejando no es que haya mucho empleo sino que hay tan pocas oportunidades que el desempleo queda oculto en la inactividad.
Informe Semanal del Instituto de Desarrollo Social Argentino IDESA
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