El panorama actual es crítico, aunque los científicos dicen que está lejos de convertirse en el Apocalipsis como especulan los medios. Investigaciones revelan la situación particular de la Argentina, que ocupa el puesto 21 en el ranking de emisiones de gases de efecto invernadero.
Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS)
Una a una, las
fábricas empezaban a inundar el horizonte de la Inglaterra del siglo
XVIII y cambiaban el escenario político y económico de todo Occidente
para siempre. Pero a medida que la Revolución Industrial tomaba color y
forma, la quema de combustibles fósiles inundaba de gases como el
dióxido de carbono a la atmósfera y alteraba un delicado equilibrio
natural… ¿para siempre?
“La causa central es el modelo de
producción y consumo que se ha exacerbado en los últimos 50 años. Para
sostener ese ritmo de vida, que está tanto en Occidente como Oriente, es
imposible no consumir los distintos recursos naturales que el planeta
ofrece y al mismo tiempo afectar el ecosistema, lo cual incluye a la
atmósfera”, alerta Gabriel Blanco, ingeniero e investigador de la
Universidad Nacional del Centro de la provincia de Buenos Aires
(UNICEN).
La variabilidad climática ya se puede percibir hoy a
través del derretimiento de casquetes polares, sequías, aumento de
precipitaciones y extinción de miles de especies, entre otras
consecuencias. Y desde el ambiente académico hay cuestionamientos
respecto a la toma de decisiones de los países que más emisiones
producen.
“Hay actores que son crecientemente más protagonistas,
como China- afirma Osvaldo Girardin, magíster en Política Energética y
Ambiental e investigador del CONICET-. Debería haber compromisos
cuantitativos más exigentes en algunos casos, pero muchos países no
cumplieron o no mostraron colaboración: Japón se retiró de la segunda
etapa del Protocolo de Kyoto, Canadá y Australia pusieron un montón de
reparos…esos factores juegan todo el tiempo en la negociación”.
A este escenario se le suma además el rol de los medios que, según los científicos consultados por la Agencia CTyS,
contribuyen de manera negativa al tratamiento del tema. Así, Blanco
señala que los medios “no fueron capaces de introducir el tema
ambiental en la agenda de la opinión pública”, en tanto que Girardin
cuestiona la óptica “amarillista y sensacionalista” que utiliza la
prensa.
“Si planteamos al cambio climático como un fenómeno
natural y que no podemos evitarlo, entonces no hay responsabilidad de
personas que toman decisiones erróneas”, asevera el especialista en
Política Ambiental y agrega: “Los medios tienen un papel importante en
términos de concientización, información y colaboración en cuanto a
alertas o medidas de adaptación rápida ante las emergencias, su tarea es
esencial”.
Medio grado más
Durante miles
de millones de años, el planeta tenía sus procesos naturales de
calentamiento: los rayos del sol rebotaban en la superficie terrestre y
luego eran “atrapados” por la atmósfera, generando el famoso efecto
invernadero. Pero la llegada del hombre favoreció la acumulación de
ciertos gases – como el dióxido de carbono, que se genera ante la quema
de combustibles fósiles- que aceleraron este proceso. Allí comenzó el
cambio….y comenzaron los problemas.
“En los últimos 50 años la
tendencia en Argentina es que aumentaron las precipitaciones en el este
del país y otras zonas, pero disminuyeron en la zona de los Andes”,
señala Carolina Vera, doctora en Ciencias de la Atmósfera y
vicepresidenta del Grupo de Trabajo I del Panel Intergubernamental sobre
el Cambio Climático (IPCC). “A su vez, en provincias como Córdoba,
Santiago del Estero, Tucumán o Salta suele haber una secuencia larga sin
lluvia en invierno, pero en las últimas décadas esos períodos se han
extendido y las proyecciones indican que lo seguirían haciendo”, alerta.
Estos
y otros resultados fueron producto del trabajo que Vera realizó junto a
su equipo de investigación en el marco de la Tercera Comunicación
Nacional sobre Cambio Climático, organizada por la Secretaría de
Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación y presentada en la
Conferencia sobre Cambio Climático que se lleva a cabo en París.
Este
trabajo articulado tuvo dos grandes componentes: el Inventario y la
Mitigación, por un lado, y la Adaptación y la Vulnerabilidad, por el
otro. Dentro del Inventario calcularon los gases de efecto invernadero
que produce Argentina: el 43 por ciento corresponde a la Energía, el 28
por ciento a la Agricultura y Ganadería, el 21 al cambio del uso del
suelo, el 5 a residuos y el 3 a procesos industriales, como la
producción de metales e hidrocarburos.
Dichos niveles de emisión
hacen que Argentina contribuya con el 0,88 por ciento al total mundial
de gases y se ubique en el puesto 21, tabla que tiene a Estados Unidos y
China a la cabeza. Ante este escenario, los científicos consultados
sostienen que todas las actividades del hombre necesitan un replanteo en
materia de cambio climático.
Así, Girardin explica que el sector
agrícola-ganadero aporta óxido nitroso a partir de la producción de
algunas oleaginosas y metano, señalado también por el doctor Pablo
Canziani y que se genera a partir de la descomposición de materia
orgánica. “También hay que tener en cuenta el cambio en el uso de suelos
y la utilización de biocidas, que son sustancias químicas que destruyen
organismos y que afectan a la flora que fija el dióxido de carbono”,
amplía Canziani, doctor en Física e investigador del CONICET.
¿Y
qué pasa con el cambio en el modelo energético? Blanco señala que uno de
los principales problemas es que para transformar ese ritmo de vida se
deben hacer grandes cambios en el escenario político, económico y
financiero de cada país. “Hay dos visiones, una dice utilizar más
tecnología para lograr eficiencia energética y otra dice que hay que
‘parar la pelota’ y bajar la velocidad. Yo creo que es un poco de ambas,
el problema es que tenés que bajar el ritmo y al mismo tiempo seguir
brindando bienes y servicios a millones de personas”, aclara.
Girardin
advierte que cualquier medida que se adopte, siempre generará mayores
perjuicios para distintos sectores. “Los que toman decisiones saben que
detrás de todo esto está la competitividad a largo plazo de las
distintas economías. Hay países que cambiaron su matriz energética, como
Gran Bretaña. Pero por motivos políticos, no ambientales, y porque
pueden asumir esos compromisos con menores costos relativos para sus
economías, cosa que no pasa en todos los países”, destaca el docente del
FLACSO y de la Universidad Nacional de Moreno.
En este sentido,
Blanco señala que la cuestión financiera no es un detalle menor a la
hora de atenuar impactos y buscar posibles soluciones. “La Convención de
las Naciones Unidas establece como compromiso para los países en
desarrollo un monto de cien mil millones de dólares por año, pero el
problema ahí es cómo se va a canalizar. A su vez, todo aquello que sea
imponer impuestos a los países y que no sea por iniciativa propia no
suele tener buenos resultados”, especifica.
Un diálogo complejo
En
Argentina, el objetivo es una reducción incondicional del 15 por ciento
para 2030, que puede trepar al 30 por ciento si se cuenta con
financiamiento para innovación tecnológica. Este acuerdo se logró a
partir de las reuniones que la Secretaría de Ambiente mantuvo con
representantes del sector público, el sector privado, la sociedad civil y
la comunidad científica.
Para Girardin, más allá de una posible
articulación entre científicos y políticos, siempre son éstos últimos
los que terminan tomando las decisiones. “El rumbo cambia de acuerdo a
cada gobierno y además hay que tener en cuenta que el tema ambiental
sube o baja en la agenda política de acuerdo al contexto. En 2001, a
nadie se le habría ocurrido poner como prioridad el tema climático, éste
sólo aparece con las catástrofes y eventos extremos”, ejemplifica.
¿Qué
sucederá con la XXI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático,
que se realiza en París del 30 de noviembre al 11 de diciembre? “Los
escenarios para este tipo de encuentros son complicados porque, por
distintas cuestiones internas hay algunos países como Estados Unidos que
no pueden hacer un acuerdo vinculante, ya que su Congreso se lo
rechazaría”, explica Canziani, quien fue integrante del Panel
Internacional de Cambio Climático y quien señala la falta de un
mecanismo que permita llegar a un acuerdo y luego hacer enmiendas.
Blanco
considera que si bien es más que posible llegar a un acuerdo, el acento
estará puesto en qué grado de ambición tendrán los mismos, mientras que
Girardin se mostró más escéptico en las negociaciones para llegar a un
compromiso de parte de todos los países, especialmente los que más
emisiones han aportado. “El problema del cambio climático se relaciona
con las emisiones actuales pero en mayor medida con las emisiones
pasadas y la concentración atmosférica de estos gases, algunos de los
cuales puede llegar a permanecer más de 200 años. Hay una inercia de las
decisiones pasadas sobre el escenario actual y a la vez un desfasaje
entre lo que se decida hoy y el futuro", sostiene.
Vera,
asimismo, señala que uno de los puntos más controversiales se relaciona
con el principio de las responsabilidades comunes pero diferenciadas.
“Los países emergentes reclaman que se tienen que hacer cargo los países
que empezaron a emitir antes, mientras que éstos últimos dicen que lo
importante es el ‘ahora’. A su vez, los países que no están
desarrollados son los que más sufren el efecto del cambio climático, ya
que los impactos que experimentan son mayores por sus altos niveles de
vulnerabilidad social”, concluye la doctora en Ciencias de la Atmósfera.
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