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21/05/2008 - En General

Ingeniero argentino en la NASA: "El traje espacial es una nave en miniatura"

Al igual que millones de chicos, en su infancia imaginaba dedicarse al campo de la exploración espacial. Y lo logró. El ingeniero Pablo de León, nacido en Cañuelas, provincia de Buenos Aires, ha trabajado en diversos proyectos. El más reciente es el diseño de un traje para turismo espacial. Por Laura García Oviedo, de la Agencia CyTA-Instituto Leloir.

El viaje tripulado a Marte depende de la decisión política para cumplirse.

Durante su reciente visita a Buenos Aires, contó a la Agencia CyTA cómo llegó a trabajar en esa área. En 1985, cuando tenía 20 años, se fue a los Estados Unidos a estudiar ingeniería. Sin perder los lazos con su país, armó un grupo de cohetería con sus amigos del colegio industrial, que luego se formalizó en la actual “Asociación Argentina de Tecnología Espacial”.

En una de sus estadías en la Argentina, diseñó y construyó, de modo pionero, un traje espacial en el garaje de su casa. Esa iniciativa le abriría las puertas para dedicarse a los proyectos espaciales. En la actualidad, es director del Laboratorio de trajes espaciales de la Universidad de North Dakota, en los Estados Unidos, donde hace desarrollos para la NASA y diferentes empresas del área espacial.

-Antes que nada, ¿podría contar de qué se trata el último traje espacial que está desarrollando?

-Estoy trabajando en un traje espacial para las empresas de viajes orbitales o suborbitales privados, es decir, para el área de turismo espacial. Hemos realizando las primeras pruebas, y la meta es terminar los tests en un par de meses. Este proyecto se realiza a través de un convenio con una empresa que se llama Paragon Space Development Corporation, que es uno de los principales productores de sistemas de soporte vital para naves en los Estados Unidos.

-¿Qué lo llevó a trabajar en proyectos relacionados con la exploración espacial?

-Cuando era chico siempre me enteraba sobre los lanzamientos de cohetes sonda, en las noticias de los diarios y en la televisión. Inclusive había un programa en canal 7 que se llamaba “El Hombre en el Espacio”, conducido por Miguel Ceruse. A mí me encantaba porque traían documentales de la NASA, y aparte, documentales de cohetería local. Pensaba que cuando fuera grande, íbamos a estar lanzando al espacio cohetes argentinos. Era lo que uno pensaba en ese momento.

-¿Esa experiencia influyó en qué carrera elegir?

-Sí, quería estudiar ingeniería aeronáutica, pero los programas de estudio que vi en el país eran estrictamente aeronáuticos. Los aviones me gustaban más como un hobby, pero no como una actividad. Así que cuando tenía 20 años, fui a vivir al exterior, primero estuve en California, Estados Unidos. Allí estudié ingeniería aeroespacial, y en 1997, realicé un posgrado en en la Universidad Internacional del Espacio (ISU, por sus siglas en inglés), en Francia y Houston, Texas.

-¿Cuándo se creó la Asociación Argentina de Tecnología Espacial (AATE)?

-La idea de crear AATE surgió en 1984 y tuvo personalidad jurídica en 1989. Por esa época, ya habíamos realizado varios lanzamientos de cohetes de combustible sólido. Con los demás fundadores de la AATE nos tomábamos un tren hasta Villa Elisa, cerca de La Plata, con un cohete envuelto en diario y bolsas de plástico, una batería y una rampa. Caminábamos hasta casi Punta Lara, y lanzábamos los cohetes desde el medio de la nada.

-¿Y cómo comenzó a trabajar con trajes?

- Apenas me recibí de la licenciatura, hice algunas pasantías en empresas del campo aeroespacial. Siempre me interesaron los viajes espaciales tripulados. Comencé a leer, y a prepararme por mi cuenta, en fisiología y medicina espacial. Me interesaba investigar a fondo cómo se podían desarrollar trajes espaciales que fueran más livianos y útiles. Siempre vi al traje espacial no como una prenda de vestir, sino como una nave espacial en miniatura, que le provee al astronauta los mismos requerimientos de una nave espacial verdadera.

-¿Cuál fue el primer traje espacial que diseñó?

-El primer prototipo se llamó 4SA1. Lo hice en Magdalena, provincia de Buenos Aires, que es donde estaba viviendo en ese momento. Me ayudaron los torneros locales, y otra gente de la ciudad. Armamos un traje para entrenamiento debajo del agua. La idea surgió porque había estado en la US Space Academy, en el 90. Allí vi los trajes que se usaban para hacer simulación. Hablé con el director, Ed Bukbee, y le pregunté si a ellos les interesaría probar un traje espacial, en caso de que lo pudiera fabricar. Mirándome como quien mira a un marciano que recién bajó de un plato volador, el director respondió que sí.

-¿Cuánto tiempo tardó en fabricar ese traje?

-Dediqué casi un año en la fabricación del 4SA1, que fue el primer traje espacial que se hizo en Sudamérica. Hice un traje que era muy primitivo. El sistema de cierre del casco era simplemente una rosca. Para sacarte el casco, tenías que desenroscarlo como si fuera un frasco de mermelada, y había que darle como seis vueltas. Apenas estuvo terminado, me comuniqué con el director de la US Space Academy. Me dijo que lo llevase para hacer las pruebas allí.

-Todo un desafío…

-En la primera prueba, el traje hacía agua por todos lados. Durante el viaje desde la Argentina, se había dañado una parte del cierre: una especie de fideo de goma que cierra cuando se presiona con otra parte metálica, y de ese modo, ayuda a que sea hermético. Pero finalmente los resultados fueron muy buenos, y logré que me recomendasen a una empresa que se llama “Space Simulations Systems” para trabajar en este campo. Así que regresé a vivir a los Estados Unidos.

-Usted lideró un proyecto pionero que llevó experimentos de universidades argentinas al espacio, ¿podría contar de qué se trató?

-En 1995, conseguí a través de la NASA, un espacio en un transbordador espacial para poner un paquete de experimentos argentinos, que se llamó “Proyecto Argentino de Experimentos” o PADE. Voló al espacio en 2001. Con la gente de AATE, hicimos un convenio con la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), y se llamó a un concurso de universidades públicas y privadas que quisieran contribuir con experimentos para llevar al espacio. Enviamos 200 cartas a diferentes universidades, y recibimos las propuestas de 20.

-¿Cuántos proyectos fueron seleccionados finalmente?

-Elegimos siete experimentos, en los cuales participaba la Universidad Tecnológica Nacional, Regional Haedo; y la Universidad Nacional del Comahue, entre otras. La AATE diseñó la estructura cilíndrica, de 50 centímetros de diámetro por 70 centímetros de lado. Adentro iban unas cajitas de aluminio que iban a contener los experimentos diseñados por los alumnos y sus profesores. Lo estoy simplificando, porque todo esto fue una pesadilla. A pesar de cansarnos de golpear puertas, no recibimos apoyo oficial. Iba a ser el primer experimento argentino en viajar al espacio, y el primero en viajar en un transbordador espacial.

-Pero siguieron a pesar de los obstáculos…

-Sí, teníamos que diseñar y certificar todo el material para una nave espacial tripulada. Eso significa que debíamos estar seguros de que, aun en las circunstancias más extremas, el material no iba a dañar los sistemas de a bordo de la nave. Llegamos a los Estados Unidos el 9 de septiembre de 2001 para realizar el período de integración. El equipo estaba conformado por Alicia Serravalle, Martín Demonte, Alejandro Álvarez, Jorge Lassig, Gustavo Monte y yo. Realizamos el trabajo de integración de todas las partes del PADE en el Centro Espacial Kennedy. Mientras estábamos allí, nos enteramos de que habían atacado a las torres gemelas.

-¿Y pudieron realizar todo como lo habían planeado?

-Sí, PADE viajó a bordo del shuttle Endeavour en diciembre de 2001. Estuvo 11 días en el espacio, y recorrió 7,7 millones de kilómetros. Luego nos devolvieron el contenedor con los experimentos. Cuando vimos que todo había salido bien, fue una alegría. Los alumnos y profesores que participaron quedaron encantados. La NASA también nos permitió enviar un paquete de souvernirs, como banderitas argentinas y pins, que se repartieron en el equipo. El PADE sirvió también para crear un grupo de trabajo con la Univesidad del Comahue, con quienes hicimos una gran cantidad de proyectos, entre ellos, el PehuenSat.

-En la actualidad, ¿cuál cree que es el panorama de la Argentina en el campo espacial?

-La veo igual que siempre: estancada, en particular en lo que se llama acceso al espacio o cohetería. A mi juicio, desde 1990, el país se estancó en el campo espacial, con prácticamente muy pocos logros. Creo que esa situación no ha cambiado. Sé que hay algunos anuncios al respecto, pero todavía no he visto ninguna novedad. Hace poco he visitado Córdoba, que fue la cuna de la actividad aeronáutica y espacial en la Argentina. Si hubiera actividad espacial, debería ser uno de los lugares donde se estén haciendo cosas. Es una lástima que esa situación no se cambie. Hay algunos grupos privados, no estatales, que están haciendo proyectos muy interesantes, pero no cuentan con apoyo estatal.

-¿Considera que hay potencial con respecto a los recursos humanos?

-Sí, estoy convencido de que hay una gran cantidad de gente que tiene ganas de hacer proyectos, y hay gente con experiencia que tiene la intención de transmitirla. Creo que sería una tontería no aprovechar los recursos, la infraestructura y el personal que el país tiene disponible, y que adquirió a muy alto costo.

-¿Cuál es en su opinión el panorama actual de la región, por ejemplo en Chile y Brasil, en el campo espacial? -

El Brasil y la Argentina son los únicos países que tienen un programa espacial más o menos en funcionamiento. Brasil desde hace varios años ha comprometido parte del presupuesto que destina a Ciencia y Técnica para las temáticas espaciales, y es el país que tanto en aeronáutica como en actividad espacial, nos ha sobrepasado ampliamente. Si bien sus técnicos e ingenieros venían a la Argentina, y se maravillaban de los logros que se habían hecho en este país, hoy somos nosotros los que nos maravillamos de los logros del Brasil.

-¿A qué tipo de logros se refiere?

-Por ejemplo: en aviación. Uno se sube a un avión en Europa, y ese avión tiene muchas probabilidades de haberse fabricado en Brasil. La empresa Embraer ha colocado aviones en todo el mundo, mientras que nosotros nos hemos quedado. Otro ejemplo es que la Argentina en los años 60 hacía lanzamientos de cohetes sonda, y venían técnicos brasileños a entrenarse a institutos argentinos. Hoy día, Brasil tiene un lanzador de satélites, que está ya por la tercera prueba. Es el VLS, por vehículo lanzador de satélites. Tiene un programa de satélites muy fuerte, con una gran inversión en cohetes sonda.

-Una última pregunta: ¿qué opina sobre el anuncio de que el ser humano llegará a Marte hacia 2050?

-Desde el punto de vista técnico, no tengo ninguna duda que se puede hacer. De hecho, tanto la NASA como Rusia poseen la tecnología para hacerlo desde los años ’80. Pero falta ver si estará la decisión política para llevar a cabo ese objetivo.

Laura García Oviedo, Agencia CyTA-Instituto Leloir

 

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