A través de una carta abierta, unos 750 profesionales de la educación, el periodismo, las ciencias, el cine, las artes y la literatura, entre otras disciplinas, mostraron su preocupación por el clima político que se ha instalado en la Argentina y convocaron a generar un espacio de participación para la discusión de las políticas públicas.
La carta, firmada entre otros por Nicolás Casullo, Ricardo Forster, Jaime Sorín, Eduardo "Tato" Pavlovsky y José Pablo Feinmann advierte: "Un clima destituyente se ha instalado, que ha sido considerado con la categoría de golpismo. No, quizás, en el sentido más clásico del aliento a alguna forma más o menos violenta de interrupción del orden institucional".
Como en otras circunstancias de nuestra crónica contemporánea, hoy
asistimos en nuestro país a una dura confrontación entre sectores
económicos, políticos e ideológicos históricamente dominantes y un
gobierno democrático que intenta determinadas reformas en la
distribución de la renta y estrategias de intervención en la economía.
La oposición a las retenciones -comprensible objeto de litigio- dio
lugar a alianzas que llegaron a enarbolar la amenaza del hambre para el
resto de la sociedad y agitaron cuestionamientos hacia el derecho y el
poder político constitucional que tiene el gobierno de Cristina
Fernández para efectivizar sus programas de acción, a cuatro meses de
ser elegido por la mayoría de la sociedad.
Un clima
destituyente se ha instalado, que ha sido considerado con la categoría
de golpismo. No, quizás, en el sentido más clásico del aliento a alguna
forma más o menos violenta de interrupción del orden institucional.
Pero no hay duda de que muchos de los argumentos que se oyeron en estas
semanas tienen parecidos ostensibles con los que en el pasado
justificaron ese tipo de intervenciones, y sobre todo un muy
reconocible desprecio por la legitimidad gubernamental.
Esta
atmósfera política, que trasciende el «tema del agro», ha movilizado a
integrantes de los mundos políticos e intelectuales, preocupados por la
suerte de una democracia a la que aquellos sectores buscan limitar y
domesticar. La inquietud es compartida por franjas heterogéneas de la
sociedad que más allá de acuerdos y desacuerdos con las decisiones del
gobierno consideran que, en los últimos años, se volvieron a abrir los
canales de lo político. No ya entendido desde las lógicas de la pura
gestión y de saberes tecnocráticos al servicio del mercado, sino como
escenario del debate de ideas y de la confrontación entre modelos
distintos de país. Y, fundamentalmente, reabriendo la relación entre
política, Estado, democracia y conflicto como núcleo de una sociedad
que desea avanzar hacia horizontes de más justicia y mayor equidad.
Desde 2003 las políticas gubernamentales incluyeron un debate que
involucra a la historia, a la persistencia en nosotros del pasado y sus
relaciones con los giros y actitudes del presente. Un debate por las
herencias y las biografías económicas, sociales, culturales y
militantes que tiene como uno de sus puntos centrales la cuestión de la
memoria articulada en la política de derechos humanos y que transita
las tensiones y conflictos de la experiencia histórica, indesligable de
los modos de posicionarse comprensivamente delante de cada problema que
hoy está en juego.
En la actual confrontación alrededor de la
política de retenciones jugaron y juegan un papel fundamental los
medios masivos de comunicación más concentrados, tanto audiovisuales
como gráficos, de altísimos alcances de audiencia, que estructuran
diariamente «la realidad» de los hechos, que generan «el sentido» y las
interpretaciones y definen «la verdad» sobre actores sociales y
políticos desde variables interesadas que exceden la pura búsqueda de
impacto y el raiting. Medios que gestan la distorsión de lo que ocurre,
difunden el prejuicio y el racismo más silvestre y espontáneo, sin la
responsabilidad por explicar, por informar adecuadamente ni por
reflexionar con ponderación las mismas circunstancias conflictivas y
críticas sobre las que operan.
Esta práctica de auténtica
barbarie política diaria, de desinformación y discriminación, consiste
en la gestación permanente de mensajes conformadores de una conciencia
colectiva reactiva. Privatizan las conciencias con un sentido común
ciego, iletrado, impresionista, inmediatista, parcial. Alimentan una
opinión pública de perfil antipolítica, desacreditadora de un Estado
democráticamente interventor en la lucha de intereses sociales.
La reacción de los grandes medios ante el Observatorio de la
discriminación en radio y televisión muestra a las claras un desprecio
fundamental por el debate público y la efectiva libertad de
información. Se ha visto amenaza totalitaria allí donde la Facultad de
Ciencias Sociales de la UBA llamaba a un trato respetuoso y equilibrado
del conflicto social. En este nuevo escenario político resulta
imprescindible tomar conciencia no sólo de la preponderancia que
adquiere la dimensión comunicacional y periodística en su acción
diaria, sino también de la importancia de librar, en sentido plenamente
político en su amplitud, una batalla cultural al respecto.
Tomar conciencia de nuestro lugar en esta contienda desde las ciencias,
la política, el arte, la información, la literatura, la acción social,
los derechos humanos, los problemas de género, oponiendo a los poderes
de la dominación la pluralidad de un espacio político intelectual
lúcido en sus argumentos democráticos. Se trata de una recuperación de
la palabra crítica en todos los planos de las prácticas y en el
interior de una escena social dominada por la retórica de los medios de
comunicación y la derecha ideológica de mercado. De la recuperación de
una palabra crítica que comprenda la dimensión de los conflictos
nacionales y latinoamericanos, que señale las contradicciones centrales
que están en juego, pero sobre todo que crea imprescindible volver a
articular una relación entre mundos intelectuales y sociales con la
realidad política.
Es necesario crear nuevos lenguajes, abrir
los espacios de actuación y de interpelación indispensables, discutir y
participar en la lenta constitución de un nuevo y complejo sujeto
político popular, a partir de concretas rupturas con el modelo
neoliberal de país. La relación entre la realidad política y el mundo
intelectual no ha sido especialmente alentada desde el gobierno
nacional y las políticas estatales no han considerado la importancia,
complejidad y carácter político que tiene la producción cultural. En
una situación global de creciente autonomía de los actores del proceso
de producción de símbolos sociales, ideas e ideologías, se producen
abusivas lógicas massmediáticas que redefinen todos los aspectos de la
vida social, así como las operaciones de las estéticas de masas
reconvirtiendo y sojuzgando los mundos de lo social, de lo político,
del arte, de los saberes y conocimientos. Son sociedades cuya
complejidad política y cultural exige, en la defensa de posturas,
creencias y proyectos democráticos y populares, una decisiva
intervención intelectual, comunicacional, informativa y estética en el
plano de los imaginarios sociales.
Esta problemática es
decisiva no sólo en nuestro país, sino en el actual Brasil de Lula, en
la Bolivia de Evo Morales, en el Ecuador de Correa, en la Venezuela de
Chávez, en el Chile de Bachelet, donde abundan documentos, estudios y
evidencias sobre el papel determinante que asume la contienda cultural
y comunicativa y las denuncias contra los medios en manos de los grupos
de mercado más concentrados. Es también en esta confrontación, que se
extiende al campo de la lucha sobre las narraciones acerca de las
historias latinoamericanas, donde hoy se está jugando la suerte futura
de varios gobiernos que son jaqueados y deslegitimados por sus no
alineamientos económicos con las recetas hegemónicas y por sus
«desobediencias» políticas con respecto a lo que propone Estados
Unidos. Reconociendo los inesperados giros de las confrontaciones que
vienen sucediéndose en esta excepcional edad democrática y popular de
América Latina desde comienzos de siglo XXI, vemos entonces la
significación que adquiere la reflexión crítica en relación a las
vicisitudes entre Estado, sociedad y mercado globalizado.
Uno
de los puntos débiles de los gobiernos latinoamericanos, incluido el de
Cristina Fernández, es que no asumen la urgente tarea de construir una
política a la altura de los desafíos diarios de esta época, que tenga
como horizonte lo político emancipatorio. Porque no se trata de
proponer un giro de precisión académica a los problemas, sino de una
exigencia de pasaje a la política, en un tiempo argentino en el que se
vuelven a discutir cuestiones esenciales que atraviesan nuestras
prácticas. Pasaje hacia la política que nos confronta con las
dimensiones de la justicia, la igualdad, la democratización social y la
producción de nuevas formas simbólicas que sean capaces de expresar las
transformaciones de la época.
En este sentido es que
visualizamos la originalidad de lo que está ocurriendo en América
Latina (más allá de las diferencias que existen entre los distintos
proyectos nacionales) y los peligros a los que nos enfrentamos,
peligros claramente restauracionistas de una lógica neoliberal
hegemónica durante los años noventa. Teniendo en cuenta esta escena de
nuestra actualidad, nuestro propósito es aportar a una fuerte
intervención política –donde el campo intelectual, informativo,
científico, artístico y político juega un rol de decisiva importancia–
en el sentido de una democratización, profundización y renovación del
campo de los grandes debates públicos. Estratégicamente se trata de
sumar formas políticas que ayuden a fecundar una forma más amplia y
participativa de debatir. Nos interesa pues encontrar alternativas
emancipadoras en los lenguajes, en las formas de organización, en los
modos de intervención en lo social desde el Estado y desde el llano,
alternativas que puedan confrontar con las apetencias de los poderes
conservadores y reactivos que resisten todo cambio real.
Pero
también que pueda discutir y proponer opciones conducentes con respecto
a los no siempre felices modos de construcción política del propio
gobierno democrático: a las ausencias de mediaciones imprescindibles, a
las soledades enunciativas, a las políticas definidas sin la
conveniente y necesaria participación de los ciudadanos. Una nueva
época democrática, nacional y popular es una realidad de conflictos
cotidianos, y precisa desplegar las voces en un vasto campo de lucha,
confiar, alentar e interactuar. En este sentido, sentimos que las
carencias que muchas veces muestra el gobierno para enfocar y
comprender los vínculos, indispensables, con campos sociales que no se
componen exclusivamente por aquellos sectores a los que está
acostumbrado a interpelar, no posibilitan generar una dinámica de
encuentro y diálogo recreador de lo democrático-popular.
Creemos indispensable señalar los límites y retrasos del gobierno en
aplicar políticas redistributivas de clara reforma social. Pero al
mismo tiempo reconocemos y destacamos su indiscutible responsabilidad y
firmeza al instalar tales cuestiones redistributivas como núcleo de los
debates y de la acción política desde el poder real que ejerce y
conduce al país (no desde la mera teoría), situando tal tema como
centro neurálgico del conflicto contra sectores concentrados del poder
económico. Todo lo expresado y resumido da pie a la necesidad de
creación de un espacio politico plural de debate que nos reúna y nos
permita actuar colectivamente. Experiencia que se instituye como
espacio de intercambio de ideas, tareas y proyectos, que aspira a
formas concretas de encuentro, de reflexión, organización y acción
democrática con el gobierno y con organizaciones populares para
trabajar mancomunadamente, sin perder como espacio autonomía ni
identidad propia. Un espacio signado por la urgencia de la coyuntura,
la vocación por la política y la perseverante pregunta por los modos
contemporáneos de la emancipación.
750 firmas de intelectuales, periodistas, artistas, la mayoría de ellos de la Capital Federal.
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