Padres que trabajan mucho y llegan a casa cuando ellos ya están dormidos. La incorporación progresiva de la mujer en el mercado laboral. El fin de un rol femenino relegado a la crianza de los hijos. Sea porque manda la necesidad económica o porque madre y padre ponen en la misma balanza su desarrollo profesional, tercerizan el cuidado de sus hijos y apenas los ven mientras duermen. Escribe Gisele Sousa Dias, de boletinargentino.com
Es una tendencia que crece y preocupa. Cómo enfrentar el tema en familia.
“El trabajo femenino provocó
un cambio social en las madres. Dejar a sus hijos tantas horas en
escuelas de doble turno o al cuidado de abuelas les genera una
profunda culpa. Cuando la necesidad de trabajar es imperiosa, la
culpa se atempera porque gana la necesidad, pero hay situaciones en
donde la culpa deviene en dificultades concretas para poner límites
a los hijos.
Los padres no quieren ser ogros el poco tiempo que
están con ellos”, explica Hugo Gluzman, pediatra y miembro
de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP). Jesús
García, presidente de la Federación de Asociaciones
para la Prevención del Maltrato Infantil, los llama “padres
de hijos horizontales".
A las extensas jornadas de trabajo se suman “ciertos mandatos sociales que exigen a la mujer ser exitosa, joven, delgada, buena esposa. Y eso las conduce a otros sentimientos ambivalentes: ¿postergar su desarrollo y quedarse en casa? ¿Ir o no al gimnasio tres veces por semana?", describe la psicóloga de familia Haydeé Toronchik. A esto se suman los tironeos conyugales que suele generar este rol de las mujeres que ya no eligen quedarse sólo en casa.
“Los padres más jóvenes se enfrentan a una disyuntiva feroz: sienten que tienen que elegir entre su carrera y sus hijos", dice Beatriz Bakalarz, psiquiatra, psicoanalista y miembro del equipo de salud mental de la SAP. “Hay madres que salen a trabajar porque tienen una necesidad: no sólo económica sino profesional. Esas madres deben saber que la ausencia física no impide la comunicación: uno puede llamar y saber si comieron, si hicieron los deberes", distingue Adrián Dall’ asta, sociólogo y director de la Fundación Proyecto Padres.
¿Cuál es el daño que esta ausencia puede provocarles? “Estos padres suelen llegar agotados y dañan en la medida en que quieren compensar su ausencia con regalos, permisos y concesiones", explica Toronchik. “Cuando los chicos son criados por terceros reciben influencias fuertes de distintos ámbitos y esto puede tergiversar los valores que los padres pretenden inculcarles. Esto se nota en los trastornos de la alimentación porque los abuelos no suelen ser rigurosos con los límites en las comidas", ejemplifica Gluzman. Las carencias también pueden verse en las aulas: “La ausencia de los padres durante el aprendizaje puede derivar en chicos con déficit de atención o bajo rendimiento. Los padres son su modelo del mundo exterior, por eso cuando crecen pueden tener dificultades tanto para elegir una carrera como un proyecto de vida", explica Pía del Castillo, psicopedagoga de Proyecto Padres.
Pero las necesidades varias tienen su contracara: “También hay chicos huérfanos de padres vivos: chicos de muy buen nivel social cuyos padres los llenan de actividades para irse, por ejemplo, a jugar al tenis. Delegan, pero la solución no está afuera: esos chicos necesitan que los padres los escuchen", dice Dall’asta. “Hay padres que están muy desvinculados y son tiranizados por sus hijos porque no asumen el costo de poner un límite en sus trabajos", suma la psicóloga y antropóloga Fabiana Porracín. Dall’asta alerta: “Somos nosotros los que muchas veces creemos que no podemos parar, pero el tiempo es algo que todavía podemos manejar. Aún somos dueños de nuestras prioridades".
Gisele Sousa Dias
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