En Chile (golpeado), el narrador y politólogo mexicano Yuri Herrera cuenta su experiencia como visitante del país trasandino durante los primeros años del golpe de estado que entronizó a Augusto Pinochet, y su vuelta, cuando el viejo dictador era acosado por jueces y organismos de derechos humanos del mundo entero.
El libro, publicado por Brutas editoras, la colección de textos sobre ciudades, zonas, espacios y tiempos que dirigen las escritoras chilenas Lina Meruane y Soledad Marambio, se pliega en dos escritos, uno de la argentina María Moreno y otro de Herrera
Nacido en 1970, el mexicano estudió Ciencias Políticas en la UNAM. Actualmente reside en Nueva Orleans, Estados Unidos. Publicó tres novelas que por suerte, nada deben al boom de la literatura latinoamericana: Trabajos del reino, Señales que precederán al fin del mundo y La transmigración de los cuerpos.
Este es el diálogo que tuvo con Télam desde Nueva York, donde se encontraba dando clases.
T : Contame un poco de ese Chile con rezagos pinochetistas y del posterior y cómo creés que funciona el texto en tándem con el de María Moreno.
H : Lo que me pareció las semanas que estuve en ese primer viaje fue una sociedad con una vida cultural muy pobre, con una prensa timorata y que no hacía preguntas incómodas, y una clase política que salvo excepciones, cuestionaba muy tímidamente la herencia dejada por el pinochetismo. El Chile que encontré años después me pareció mucho más alegre, mucho más luminoso, no exento de problemas y de resabios del viejo régimen, por supuesto, pero ya sin el lastre omnipresente de Pinochet. Me enorgullece muchísimo compartir el libro con María Moreno, cuyo texto ayuda a poner en perspectiva lo que a mí me tocó observar, y ayuda a mirar sin fanatismos las oportunidades perdidas.
T : Esa condición de politólogo cronista, ¿te ayudó (o te ayuda) para la construcción de tus novelas, que tienen mucho de distopías?
H : Siempre es difícil definir exactamente cuáles han sido las influencias más notables a la hora de construir un texto, sobre todo cuando como en mi caso, no hay un intento deliberado de utilizar esa otra formación para contar una historia; pero, aunque en ese entonces yo ya sabía que lo que quería era dedicarme a escribir, disfruté enormemente estudiar ciencias políticas, leer un montón de cosas que probablemente no hubiera leído de otra manera y que sin dudas informaron mi visión del mundo.
T : A la distancia, con el tiempo y los estudios, ¿qué pensás de la política que puso en juego la Unidad Popular (de Salvador Allende)? ¿Podría decirse que era utópica, que no prosperaría sin aliados en el continente?
H : Mi impresión es que, a pesar de los errores que cometieron, estaban intentando algo que debía intentarse, construir el socialismo desde las urnas, dejando de lado la vía violenta de acceder al poder, y atreviéndose a hacer cambios que para muchos eran un exceso de audacia. No sé si les faltaron aliados o les sobraron traidores o si es que quienes ordenaron el golpe eran un grupo de hijos de puta verdaderamente orgullosos de serlo (Kissinger, Nixon, y sus sicarios chilenos) y no se iban a detener sin importar qué aliados tuviera el gobierno legítimo; pero en todo caso, la Unidad Popular acababa de ganar las elecciones y tenían derecho a asumir que se respetaría ese mandato.
T : El Chile de la Concertación (el que fue y el que viene), a pesar de sus características de capitalismo con rostro humano, ¿sólo es un producto inevitable de la época? ¿Cómo lo ves respecto a México?
H : Bueno, en México se nos vendió como una verdad absoluta que no necesitaba argumentarse que el modelo chileno era la vía a seguir, como si no fuera uno de los países con mayor desigualdad del continente. Es un producto de su época en la medida en que (Milton) Friedman fue el gurú de la época pinochetista. Pero los problemas de México no se deben a que nuestros políticos hayan seguido un mal ejemplo, pues si algo no les falta es talento para cometer atrocidades. Creo que en México nos hemos acostumbrado a mirar la miseria extrema como parte del paisaje, a muy pocos les parece que sea algo urgente de erradicar, y tenemos una clase política y empresarial extremadamente corrupta, que no ve necesidad de realizar cambios en la cultura política del país.
T : Esta colección, que trata de ciudades, zonas, regiones, que tiene sus cronistas, ¿cómo creés que está trabajando la diversidad, las diferencias culturales que igualmente están tiranizadas por la hegemonía del capital?
H : No conozco todos los libros de la colección, pero me gusta mucho el proyecto de poner a dialogar distintas miradas sobre cada lugar. La mirada extrañada ayuda a descubrir cosas a las que nos acostumbramos cuando hemos vivido con ellas demasiado tiempo.
T : Alguna reflexión sobre tu última novela.
H : Es la historia de un hombre que no quiere salir, que lo que más quiere en el mundo es quedarse adentro de su casa, pero que debe salir y arreglar los problemas de otros, y en ese trance deberá proteger los cuerpos sin vida de dos jóvenes. La novela es acerca de un tipo solitario que va descubriendo que es más ético de lo que pensaba, pero también sobre la necesidad de respetar a nuestros muertos, que es una más de las cosas terribles que han sucedido últimamente en México.
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