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Osvaldo Lamborghini
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01/11/2013 - Ponencia

Un tipo que puede escribir mueve al resentimiento

La ensayista Laura Estrin expuso su ponencia Héctor Libertella y Osvaldo Lamborghini maestros -cedida expresamente a esta agencia- en las recientes Jornadas que tuvieron lugar en el Malba y la Biblioteca Nacional.

Decir algo. Poder decir algo. Valerse de convicciones, concepciones, saberes, intuiciones, miradas y sentimientos. Aunque todo tiene su réplica, su desdén, todo puede ser rechazado en el momento de ser abierto, en el momento de ser dicho el decir peligra. Pero quiero escribir o pensar en voz alta desde alguna recobrada certeza, sin ningún optimismo, sino desde esa desmañada ausencia de maestros en que vivo. Y quiero decirlo sin mucha metáfora, sin ironía ni paradoja, sin demasiada jerga cansada. Aunque algún modo se trasponga porque el estilo se hace cargo del decir, enfrenta y reparte la paciente o impaciente comprensión.

Quiero pensar hoy -escribo para pensar- a Héctor Libertella maestro y a Osvaldo Lamborghini maestro.
 
A Libertella lo conocí y traté (y a quién le importa! -pueden suponer) pero su decir y su hacer armaron en mí una combinatoria creciente. Algo para la vida. La literatura sirve para vivir. Y Libertella vivió finalmente para escribir y eso nos trajo alivio y alegría con su mirada huidiza y sus maneras pequeñas y elegantes. Bailaba en la biblioteca argentina.

Nicolás Rosa decía OL repugna a las profesoras de letras: la crítica organizada no acepta bien sus frases restallantes, creo que sólo interjecciones y onomatopeyas serían los únicos modos de poder decir algo de él. Porque es genial.La divina canción del Diantre yNaufragar. Naufragar vuelven una y otra vez cuando la pesarosa, sorda y bruta diatriba de la institución literaria tambalea sobre lo que se escribe hoy. Y la serie que armo con ellos lleva a Gombrowicz que dice de nosotros: ¡qué gente tan extraña. Da la sensación de que aquí la cultura funciona al revés, estrechando los horizontes y empujando hacia una terrible mezquindad. Porque justamente Osvaldo Lamborghini atormenta la serie contemporánea canonizada y dice: Sí, prefiero exagerar. Me asquea la astucia de la literatura actual, que embadurna todo lo que quiero escribir; escribo merodeos y el uso de una disimulada sinonimia conceptual y agrega: Hoy, tampoco la incoherencia -ni los puntos blancos, suspensivos, en la página, están de moda. Lo moderno es ladrar con absoluta corrección.

Ya pensé y escribí que Libertella es vanguardia eterna, yo, que creo que algunas vanguardias son lo más fácil que hay. Pero su obra, su traqueteo, me llevaron a ver que él se mantuvo para siempre en una rompiente propia, y por eso es único en la historia literaria del siglo XX argentino. Un acto de vida y obra. Libertella se repitió, se adelgazó, se hizo pura vanguardia realista. Y créanme que no juego con las palabras.
 
Nicolás Rosa una vez apuntó: La perversidad de los escritores argentinos de hacernos creer que son clásicos para decirse modernos cuando en verdad son clásicos: (y remató) no han agregado nada desde Osvaldo Lamborghini. En ese mortal juego literario (y freudiano) que nota Nicolás, las cartas que se dirigieron OL y HL marcan un entenderse muy alto y rápido, un contemporáneo suyo dijo que la forma no es sino la velocidad de la réplica.
 
Vuelvo: Una vanguardia verdadera hizo en Libertella todo lo contrario de una buena conciencia vanguardista (que sería lo mismo que decir humanista o progresista) y él vivió en ella. Su pena fue su castillo de horroreír -si me permiten agregar aquí a Leónidas Lamborghini. Una pena sin salida. Una obra de vida que se rehízo, se atenazó impertérrita a todo modo que no sea la lucha consigo misma. Se enfrentó, se peleó a su propio hacer. Una literatura que nació literaria y que se hizo vida existente. Libertella de ese modo fue un maestro muy cruel con él mismo. Un maestro que se escuchó.
 
Entiendo que Libertella y Osvaldo Lamborghini se encerraron a escribir y perdieron-ganaron la vida ahí. Parece que así lo quisieron. Y no es sólo hipótesis romántica, trágica, la que señalo de este modo sino que digo que no hay cosa más jodida, prácticamente insoportable, que un escritor que escribe. Un tipo que escribe, que puede escribir, mueve al resentimiento, al desamparo, al descampado de las búsquedas críticas. Porque esas escrituras matan la interpretación al seguir escribiendo, al devolver su cuerpo a la literatura siempre. Creo que ambos sostuvieron sus palabras con sus nervios, rayos de sol en el día de lluvia que es la historia literaria nacional (sea por Tini de Wilde o por La fuente de Aira).
 
Sin embargo tengo que tener mucho cuidado: merodeo aquí la idea del maestro y su misión, la idea del maestro y su trato, que es mucho peor que la del amo y del esclavo. Luis Gonzo, que trabaja sobre Héctor Libertella hace poco me dijo:pero ya estamos embarrados. Porque es sabido, como conjeturó Nietzsche, que hay que hacer olvidar al maestro… El pianista que ejecuta la obra de un maestro-escribió- tocará lo mejor posible cuando haga olvidar al maestro y cuando produzca la ilusión de que cuenta una historia de su vida o vive algo actualmente. Esto dice Humano demasiado humano y me parece que de eso se trató en Libertella y Lamborghini, de que fueron demasiado humanos. Es decir seres ingobernables por sus obsesiones. Debe ser por eso que nos preguntamos por el mal cuando se trata de ellos.
 
Porque la obsesión compone una ética literaria rigurosa, muy seria. Los monomaníacos (fea palabra que le gustaría mucho a Héctor Libertella) son maestros, hacen ética al hacer una insistente literatura, es decir, escriben una política muy consistente: por supuesto que OL y HL tuvieron dos formas distintas de hacerlo.
 
Fueron maestros desesperados y desesperantes. Desesperante es lo difícilmente decible, lo que tiendo a llamar gracia, don, incluso lo que voy entendiendo como religioso; es la frase justa encontrada, el cuchillo que faltaba-para decirlo con el verso que recuerdo siempre de OL, frase que sorprende, además, en Temor y temblor de Kierkegaard. Desesperante es la expresión que pliega sentidos verticales, superpuestos, simultáneos, a lo que además se suma que la lengua que arma es tal que el crítico no puede marcar bien las diferencias y distancias de estrato por su increíble velocidad... Y esa velocidad es desesperación feliz porque honra, además, al alma que puede verla.
 
OL y HL son maestros que tuvieron-supieron de una singular vigilia, el sueño del remero -lo llamó Héctor-, seguir escribiendo en la inutilidad del consuelo, una nueva sinceridad: un peregrino realismo que se aburre de la explicación: lo atravesaron también, entre otros, Murena, Martínez Estrada, Correas y el excesivo Luis Thonis. Para ellos sólo sirven lecturas desesperadas, las mismas que desabrigaron sus destinos aunque su ausencia, su muerte, los convierta en mitos, canon de la sopa crítica como dicen -creo- los franceses.
 
OL y HL desesperan en la presentación, en ese real directo con que nos cuentan la historia que quieren contar porque no creo que su tema sea el lenguaje; y esa ninguna-representación-pura-deícsis es ya límpida reflexión, conciencia sabía. Autores-que-saben. Presentación como desesperación es lo contrario de explicación y consuelo. Los destinos desesperados se alcanzan con modos desesperados.
 
Ellos son una posibilidad para la risa en lugares donde hay más muertos (serios) de lo que parece. Muertos de miedo.
 
¿Qué puedo decir de estos maestros que fueron aprendices toda la vida de todo lo que no era escribir? Por eso son difíciles: no supieron caminar, sólo saltaron, vociferaron y ardieron. Quemaron.
 
Y vuelvo a seguir a Nietzsche que se supo de nacimiento póstumo cuando su conciencia de genial magisterio fue desoída. Ese bárbaro de la Alta Engandina le escribe a su amiga alemana, la institutriz de los hijos huérfanos de Herzen: La herida consiste en no percibir respuesta alguna, ni un sólo sonido y tener que llevar uno solo sobre sus hombros la espantosa carga que hubiera deseado compartir o traspasar (pues si no fuera por esto, ¿para qué escribir?).
 
Libertella y Lamborghini se supieron maestros-para-nada en la llanura amarillaque es la literatura argentina -como recuerdo que dice Aira en el comienzo de suMoreira- aunque seguramente también pudieron preverse acribillados una y mil veces luego de su muerte con parlamentos como éste. Es evidente el manejo de la canonización, el afano y la vocinglería inútil en la pampa.
 
Entre otras cosas, Libertella y Lamborghini, inundados hoy por la espuma mimética y teórica de ciertos modos, me traen un interrogante altanero: ¿qué se lee cuando se los lee?
 
Osvaldo Lamborghini, me imagino, hubiera respondido igual al imperdonable autor de Ecce Homopor qué escribo tan buenos libros y por qué soy tan discreto. Una frase suya, sobre la ingratitud del que escucha, lo confirma al anotar: lo dejo chiquito con mis dones.
 
Pero hoy, perdidas las maneras, las noblezas, ese unilateral orgullo necesario no se entiende y se llama literatura a cualquier cosa –como leí que bien lo dice en Camafeos Christian Ferrer. Entonces respondo: cuando se los lee se lee siempre lo mismo mientras que OL y HL con sus cuerpos gastados de maestros parecen decir: Dejemos la cortesía para otros ámbitosno para el espacio-tiempo de hacernos literatura.
 
Insisto, veo el riesgo que comportan sus escrituras, la originalidad de sus vueltas literarias y esa sensibilidad desatada de tan distintísima forma en ambos.Contra el demonio de la igualación, escribir bien y seguir haciéndolo. Porque una fuerza inesperada los llevó a seguir escribiendo cuando todos creían que habían dejado de hacerlo.
 
Entonces propongo leer la literalidad de eso que se torna insoportable pero es lo único que importa y ya no tiene retorno. La literatura argentina no vuelve atrás después de ellos porque su obra la leyó, valoró y desató, como en La librería argentina HL o en Tadeys OL. Subjetividad objetiva, reposición de un yo que hace-yo sin miedo. Valorar y  hacer, buscar, una nostalgia imperdonable, un cruce de literaturas: Marcos Sastre y Bonino, Mansilla o Hernández, dos para el primero, dos para el segundo, pero hay otros. HL y OL siguieron escribiendo, siempre corrieron a escribirlo, lo anotó Libertella de Kerouac.
 
¿Digo algo ya si vuelvo a insinuar que sufrieron de exceso? Casi como buenos judíos, no perdieron nada, les sobraba, como también dijo Nietzsche del trato que recibió de sus desagradecidos amigos.
 
Y Gombrowitz anota de los polacos que es precisamente la verguenza la que nos obliga constantemente a excedernos, en gracia, en dones, en frases. Entonces para mí OL y HL son maestros en su enorme generosidad de escritura, maestros porque nos vuelven locos si los seguimos en su literal sentido, porque nos atormentan con su entendimiento sin metafísica, sin organización, sin que podamos preverlos, y del modo más hermoso: pienso de esta manera que una melodía es el saber de un maestro, y no hablo del ritmo. En el ritmo andan los que no saben andar a pie -eso leí hace unos días y me gusta repetirlo porque yo de música no sé nada pero las melodías me encantan. La melodía es saber escribir cómo se puede decir un pensamiento sin que pierda sutileza sino todo lo contrario, es el andar de un stalker, un pasador, maestros de una fulgurante transposición. De ahí que los crea verdaderos realistas, capitales realistas -como diría Nicolás Rosa. Porque supieron andar abismos de forma y sentido. Porque se cayeron en ellos, se perdieron en ellos, el fracaso del triunfo o el triunfo del fracaso, como quieran.
 
OL y HL son maestros porque sobrepasan la negatividad y la ironía auténticas.
 
Libertella las más de las veces callaba, hacía alguna mueca y se perdía en otra ciencia de la literatura que era su inventar comentarios que retorcía ante nosotros. OL y HL son maestros porque se sabían: una verdad subjetiva entera los mandaba.
 
Por último un último interrogante: ¿puedo pensar de ellos que fueron maestros porque constituyeron un incidente sin consecuencias en nuestra literatura, tal como dijo Nietzsche de Goethe al hacer estallar sin remedio la saga nacional?Un incidente también llamó un poeta ruso a su vida en la carta de suicida que dejó.
 

Creo dolorosamente que Libertella y Lamborghini fueron un incidente sin consecuencias porque nos trajeron este presente sin maestros. El maestro no responde por sus discípulos, ni responde por el encuentro.  

  


 


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