Caminar por el microcentro tucumano es como hacer una excursión de alto riesgo. Las veredas rotas, las obstrucciones de mesas y sillas, las motos, los frentes de obras , letreros, cáscaras de frutas y las zanjas mal tapadas que dejan empresas que “arreglan o instalan algo”, entre otras cosas. Transitar es una verdadera aventura. Además de los tucumanos desidiosos están las autoridades que miran para otro lado y los inspectores para arriba. Así seguiremos siendo una gran aldea en medio de una ciudad mediocre. Los comportamientos en la comunidad deben basarse en el respeto al otro, pero en la Ciudad Histórica el común denominador es “hago lo que quiero” y no me importa el daño que pueda causar. Es lamentable . Se puede remediar si todos nos abocamos cumplir con las ordenanzas escritas y tácitas. Nada más simple. Chau
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