27/09/2013 - Luciano Lutereau c
¿De qué modo la década kirchnerista modificó nuestro modo de amar?
En Forever juntos, el escritor y psicoanalista Luciano Lutereau compone el segundo volumen de una trilogía poética -en esta oportunidad seguido del ensayo Las editoriales independientes- donde despliega una historia de amor epocal en los poemas y reflexiona sobre un fenómeno literario, también epocal, en la prosa que ahora piensa al amor y la independencia en tiempos de los Kirchner.
El libro inaugura una de las series de Pirani Ediciones, flamante sello que dirige Julia Pirani con una producción artesanal en su concepción gráfica, que promete diversas sorpresas tanto en los nombres como la presentación.
Lutereau es docente, especialista en estética, editor. Publicó, entre otros libros,Los santos varones, La caricia perdida, La forma especular, Marcadores nuevos, Los usos del juego y Perezosa y tonta.
Esta es la conversación que sostuvo con Télam.
T : ¿Qué se entendería por Fragmentos de un amor kirchnerista?
L : Esta es una expresión de mi editora (Julia Pirani) para referirse al libro en su prólogo, y con la que estoy de acuerdo, en la medida en que expresa el objetivo general de la trilogía de la que Forever juntos forma parte: El amor kirchnerista. Tanto este libro, como su precedente (Todos contentos), como el que seguirá en la serie, cada volumen, tiene dos partes; una sección de poemas y una segunda parte con tres ensayos sobre cuestiones puntuales: los escritores de nuestro tiempo, las editoriales independientes y las nuevas formas de experiencia de la lectura. Creo que cada fragmento busca contar un efecto recíproco: una historia de amor se desarrolla (en los poemas) mientras que, al mismo tiempo, se trata de dar cuenta de algún aspecto de la literatura contemporánea. Esta extraña composición, algo artificial, retoma un método que llamaría irradiación por destellos, en una hiper-referencialidad, para que la intensidad se logre por dispersión.
T : El amor argentino, o el amor, ¿cambia con Néstor y Cristina, o cambiadespués de Néstor y Cristina?
L : En cada libro los poemas están titulados con otras obras. En Todos contentos, los títulos son novelas de formación del siglo XIX; en Forever juntos son películas de la nouvelle vague... Así, cada siglo tiene su forma privilegiada para vivir la experiencia amorosa, mientras que en los poemas se intenta cernir a contrapelo qué condiciones eróticas instituyó el kirchnerismo. No hay amor que no sea político, y la política es el acto amoroso por excelencia. Esto es algo trillado. Pero, ¿de qué modo la década kirchnerista modificó nuestro modo de amar? Me interesa pensar que hay un amor por cada movimiento político, que el amor no es sólo ideología o superestructura.
T : ¿Y de qué amor estamos hablando? A la hora de los ejemplos, ya que nombrás en el epígrafe a (Francois) Truffaut, ¿no hay un amor en La Chinoise, de (Jean-Luc) Godard? El mismo Godard y su mujer quizá sean un ejemplo de ese amor en los tiempos de la revolución (y esto excede mi pasión por la revolución cultural china: pensarás que mi maoísmo es un esnobismo).
L : Sin duda, hay un amor también en Emma Bovary (de Gustave Flaubert) que no es el amor por Albertine (en Marcel Proust). En cada época conviven diversas maneras de amar. Lo que me interesa son los recursos narrativos para exponer esos modos de erotismo. De ahí que no creo que esta trilogía constituya una obra poética en sentido estricto. Es un ejercicio sociológico que hace de la poesía un método, parecido al de la escritura de canciones. Creo que ese interés desfasado es lo que me acerca particularmente a Godard, en la búsqueda menos de una estética explícita que de un resto para construir una experiencia. ¿No te parece que el amor tiene registros que todavía no exploramos literariamente, que las fantasías amorosas se modificaron en los últimos años?
T : Es probable. Pero nos empuja a la cursilería. ¿Qué artefacto retórico es la cursilería?
L : En efecto, la cursilería es un artefacto. Creo que de los menos explorados. Tiene un pie puesto en el best-seller y eso incomoda. O al menos así lo era hasta hace un tiempo. Porque la cursilería es lo contrario de una expresión directa de los sentimientos, ya que implica un esfuerzo y en particular, un atravesamiento de la vergüenza. Esta dimensión de la vergüenza me parece fundamental porque hoy en día los amores son particularmente impúdicos.
T : ¿Pensás que el amor está degradado, desprestigiado? En los últimos meses salió un libro de Luc Ferry, otro de Ulrich Beck, los lacanianos hablan de un nuevo amor; también Sollers publica un libro sobre el amor, y Alain Badiou, y la ex mujer de Godard. Y Francisco, el papa amoroso.
L : Seguramente nunca se escribió tanto sobre el amor... y cada vez se ama menos o con mayores dificultades. El amor es una queja constante, por déficit u omisión, por incapacidad para estar a la altura. Se prefiere el signo del amor, pero ¿qué amor no es demanda de un signo? En los hombres, de una feminización de la que se molestan hasta los seductores y galanes virtuales. En las mujeres, por otra parte, de una debilidad que todavía no termina de saldar las cuentas con las expectativas de lo que una mujer cree que debe ser. El amor después del kirchnerismo es menos atrevido que el de los Fragmentos de un discurso amoroso de (Roland) Barthes (que incluso amaba como un niño a la espera de que mamá vuelva del trabajo), pero igualmente sostenido en la espera. En última instancia, toda espera es amorosa, pero también hay formas esperar menos tontas que otras. Bien se puede aguardar al acecho, sin perder la curiosidad.