Los líderes del G20 celebran su cumbre anual a partir de hoy en la ciudad rusa de San Petersburgo, una cita de la que saldrán importantes acuerdos para la economía y las finanzas globales a pesar de que el conflicto sirio se ha filtrado en la agenda.
Los técnicos del G20 ya están en la antigua capital imperial rusa para ultimar la docena de documentos que rubricarán los jefes de Estado y Gobierno de 26 países (miembros permanentes del grupo y seis invitados) durante los dos días que durará el evento.
San Petersburgo se ha blindado con medidas excepcionales para recibir a los mandatarios del G20 que se reúnen entre hoy y mañana viernes en un palacio accesible sólo por mar.
Rusia, que preside el G20 este año, recibe a los mandatarios de los principales países desarrollados y emergentes en el palacio Constantino, en Strelna, a 15 kilómetros al suroeste de la antigua capital imperial rusa. Este palacio neoclásico del siglo XVIII ya albergó en 2006 la cumbre del G8, pero, para esta ocasión, las medidas de seguridad han sido reforzadas.
Una de las dos terminales del aeropuerto de Polkovo de San Petersburgo estará cerrada al tráfico durante estos dos días de la cumbre y estará reservada para recibir a las delegaciones oficiales.
Por el mismo motivo, una de las principales atracciones turísticas de la ciudad, la residencia de Peterhof, uno de los palacios más célebres de San Petersburgo, que se encuentra cerca de Strelna, estará cerrado el jueves al público.
La zona que rodea al palacio Constantino ha sido transformada en isla inexpugnable. Desde el 22 de agosto, los habitantes que viven en las inmediaciones necesitan un pase especial para cruzar los controles que escudriñan a todos los que entran en la zona.
"Estamos en pie de guerra", dice Tatiana Fiodorova, una vecina de Strelna. "Esperamos con impaciencia que acabe esta pesadilla. La cumbre es para los grandes mandatarios, no para la gente corriente", dice Marina Filipova, otra vecina.
Las delegaciones oficiales y los periodistas hospedados en San Petersburgo durante la cumbre sólo pueden acceder por barco al palacio de estilo neoclásico a orillas del golfo de Finlandia.
En cambio, los jefes de Estado, disponen en el lugar de una veintena de lujosos pabellones en los alrededores del palacio que lleva el nombre de Constantino Pavlovitch, hijo del zar Pablo I, que se convirtió en propietario de estos lugares en 1797.
"La ciudad está lista al 100% para la cumbre", afirmó recientemente el gobernador de la región, Gueorgui Poltavtchenko. Las autoridades locales le han lavado la cara reparando carreteras y pintando edificios.
San Petersburgo, cuya impresionante arquitectura la ha convertido en el principal destino turístico de Rusia, ya ha albergado varias cumbres, sobre todo, a raíz de la llegada al poder en 2000 de Vladimir Putin, nacido en la antigua capital imperial. Cada mes de junio se celebra un foro económico que atrae a empresarios y responsables políticos del mundo entero, cuya misión es servir de escaparate de la economía rusa.
"Si hubiéramos organizado la cumbre en otro lugar, habríamos gastado mucho más", dice el jefe de la administración presidencial, Serguei Ivanov. La preparación del G20 ha costado 2.000 millones de rublos (60 millones de dólares), precisó.
San Petersburgo saltó a las primeras páginas de los diarios al convertirse en 2012 en una de las primeras ciudades de Rusia en votar una ley, adoptada después a nivel nacional, que condena la "propaganda homosexual" delante de menores. Esta ley ha provocado reacciones críticas en Europa y Estados Unidos y llamamientos a boicotear los Juegos Olímpicos de invierno que se celebrarán el próximo febrero en la estación balnearia de Sochi, en el mar del Norte.
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