El escritor brasileño Luiz Eduardo Soares, especialista en seguridad, antropólogo y autor de la novela y taquillero filme “Tropa de Elite”, habla de un país “violento” y “contradictorio”, con una doble moral arraigada en un racismo y xenofobia que permitieron la dictadura y las desigualdades que hoy lanzaron a una multitud a la calles.
Nacido en 1954 en Nova Friburgo, localidad serrana de Río de Janeiro, su vocación literaria debió esperar a mucho después de terminada la dictadura en Brasil; el cruento proceso lo llevó a luchar en los 70 como militante del Partido Comunista y a trabajar en los 80 como docente y activista contra la intensa violencia que recuperada la democracia el Estado seguía ejerciendo contra “negros, pobres, homosexuales, mujeres y jóvenes”
"Me considero fiel a los valores de libertad, tolerancia, diversidad y respeto por los derechos humanos", dice en diálogo con Télam este hombre multimedia, que además ejerció dos veces de asesor en seguridad pública, una de las cuales terminó con su despido en vivo y en directo por TV tras denunciar a la mafia policial carioca y su autoexilio por las amenazas subsiguientes.
Con “Tropa de elite”, editado por Marea en Argentina, quiso captar “el lado humano de la violencia institucional –asegura-, el personaje de Batista es real, por la tarde estudiaba en la Universidad Católica de Río de Janeiro, leía Foucault y por la noche mataba en las favelas, como representante del Estado, a los traficantes de la maconha (marihuana) que sus compañeros consumían fuera de ellas”.
"Esa contradicción sinsentido es la cara política de Brasil: La misma sustancia que te define como criminal y te hace objeto de la violencia del Estado se resignifica en un circuito social de elite que se convierte en objeto de placer tolerado socialmente”, postula.
Para Soares la pregunta es por qué es posible matar, “la autorización para que el Estado mate viene de las mismas fuentes que tornaron la dictadura posible, que impiden tocar sus instituciones de seguridad hasta el presente y que preservaron cuatro siglos la esclavitud naturalizando el racismo, la xenofobia y la desigualad extrema”.
Y lo grafica con una anécdota, “en los 90, un general de la dictadura nombrado por el Partido Socialdemócrata secretario de Seguridad Pública instituyó la premiación ‘Far West’, un plus monetario para los policía por cada muerto que sumaba a su haber”.
“Entonces los uniformados dejaron de aceptar las rendiciones y los traficantes comenzaron a armarse hasta los dientes con la idea de resistir o atacar hasta morir porque esa era la opción”, en una escalada de violencia aún hoy palpable.
La literatura, asegura, “le pone cara a los dramas: todos saben que de 2003 a 2012 hubo 9231 muertes en Río por acciones policiales pero olvidan el dato una vez que untaron la tostada, les devuelve el sentido humano, visibiliza problemas reales que de otra manera no prenderían en la sociedad, sobre todo desde la crónica".
El impacto de la tetralogía que contiene a “Tropa de Elite” “es mayor que 30 años de investigaciones y ni hablar de su llegada al cine -sonríe-, logró que en tres años se vendieran 200.000 copias en un país que no es lector".
El proyecto comenzó con “Cabeça do porco”, un libro sobre los jóvenes que se involucran con la violencia armada y el tráfico de drogas en las favelas, narrado como un mosaico junto al productor cultural Celso Athayde y el rapero MV Bill.
“La intensión no fue juzgar sino comprender, escribimos juntos, cada uno un capítulo, Celso y MV vivieron casi toda la vida en favelas así que fueron de gran ayuda, Celso incluso vivió seis años en la calle de niño con su madre por lo que sumaron una mirada muy valiosa sobre la convivencia con la pobreza”.
Fue preciso hacer lo mismo con sus enemigos –dice Soares- y así procuró la crónica ‘Elite da tropa’ junto a los policías André Batista y Rodrigo Pimentel” actual y exmiembro respectivamente del BOPE, el escuadrón especial de la policía militar que va contra el narcotráfico en las favelas.
La saga se continúa con ‘Tropa de elite II’, crónica sobre las milicias de las favelas, "mafias policiales que sustituyen a los traficantes tomando sus negocios y haciéndose con el poder territorial; y que hasta no hace mucha eran presentadas en los medios como grupos de autodefensa de las comunidades”.
Y cierra con “Espíritu Santo” novelando el asesinato del joven juez y docente Alexandre Martins de Castro Filho, ocurrido en 2003 a sus 33 años, cuando investigaba al crimen organizado del estado homónimo.
Para este activista social, como se autodefine, “nada ha sido tan importante desde la transición democrática en la historia de Brasil que las manifestaciones espontáneas”, iniciadas contra el aumento del boleto de bus y tomaron las calles en los principales estados del país con demandas que fueron desde el rechazo a la corrupción hasta pedidos medidas para mejorar la educación y la salud públicas.
“Los que reclaman son los que se empoderaron y aprendieron el código de la ciudadanía asumiendo protagonismo y reinventando la representación –reflexiona-, con un poder tal que en diez días la presidenta Dilma Rousseff perdió 30 puntos de popularidad”.
“Son hechos únicos y originales que no sólo cambian la política completamente, sino que también requieren de los intelectuales el abandono de esquemas cognitivos incompatibles con la complejidad del momento”, advierte Soares.
“Estos movimientos son la declaración del colapso de la política en Brasil, un rechazo violento a su representación sin excepción y a los canales tradicionales”, asevera.
Esas representaciones van contra el “vaciamiento y desconexión” que el gobernante “Partido de los Trabajadores (PT) causó en los mismos movimientos que le dieron origen” y por estos días se expresan en marchas, asambleas y clases públicas que transmiten en vivo desde cualquier punto del Brasil espontáneos cronistas armados con celulares y autoconvocados en Midia Ninja, haciéndolos pasar “de odiar la política a hablar todo el día de ella”, se despide
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