Especialistas forenses identificaron los restos de la doctora Graciela Bustamante, quien fue secuestrada en 1977 en plena dictadura militar, vejada, torturada y posteriormente asesinada. “Mataron a lo mejor de la Argentina”, declaró su marido Julio Arañaraz en su testimonio en el 2010 en la Megacausa Jefatura I.
Es una organización científica, no gubernamental y sin fines de lucro que aplica las ciencias forenses -principalmente la antropología y arqueología forenses- a la investigación de violaciones a los derechos humanos en el mundo. El EAAF se formó en 1984 con el fin de investigar los casos de personas desaparecidas en Argentina durante la última dictadura militar (1976-1983). Actualmente, el equipo trabaja en Latinoamérica, África, Asia y Europa.
La joven médica recién graduada trabajaba en la sala de terapia intensiva del hospital infantil de Tucumán, norte argentino, cuando fue secuestrada al mediodía del 28 de abril de 1977 junto a Ricardo Torres, quien estaba próximo a graduarse de arquitecto.
La esposa de Torres, Adriana
Mitrovich, fue secuestrada también un día antes junto a Horacio
Ferreyra, otro universitario de Tucumán. Los cuatro eran amigos y
militaban en la universidad en agrupaciones cercanas al
peronismo.
Acorde con el acta judicial, Bustamante fue
conducida al Departamento Central de Policía, donde fue vista
todavía con vida en junio de ese año.
Los medios asociados
con el poder dictatorial intentaron distorsionar la muerte de los
cuatros jóvenes. El 6 de junio de 1977, el periódico La Opinión
difundió la muerte en "un enfrentamiento" de "cuatro
extremistas" en el límite de Tucumán y Santiago del
Estero.
Identificó a uno como Ramón Ferreiro, alias el
Negro, quien había participado en el atentado a un avión Hércules
en la capital de Tucumán.
Pero la verdad fue otra, como
tantas otras que intentaron esconder, escribe Ricardo Kirschbaum en
la nota que divulgó ayer Clarín.
Ese comunicado fue una
mentira atroz para ocultar un asesinato masivo. Mitrovich y Ferreyra
estaban al borde de recibirse de arquitectos y fueron secuestrados
una noche mientras estudiaban, sostiene el articulista.
Bustamante
se graduó en la Facultad de Medicina de Tucumán y Torres, marido de
Mitrovich, estaba a punto de recibirse de ingeniero. La pasó a
buscar al Hospital de Niños antes de su desaparición.
Los
restos del "hippie", como le decían, todavía no han sido
encontrados pero podrían estar también en la fosa común en el
pequeño cementerio de Tacanas, donde hallaron los de Bustamante,
Mitrovich y Ferreyra.
El expediente judicial recuerda el drama
de los familiares en una búsqueda desesperada e
infructuosa.
Presentaron hábeas corpus, denuncias en el
Arzobispado de Tucumán, en la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos y en la Nunciatura Apostólica.
También se
presentaron ante Antonio Bussi, entonces gobernador militar de
Tucumán y luego condenado por genocidio, y realizaron gestiones ante
las embajadas de España y Francia.
Solo, 36 años después se
conoció que los cuatro fueron asesinados, luego de ser vejados y
torturados.
Por decisión de su esposo, Julio Argañaraz, y de
su hijo Pablo, quien tenía dos años cuando su madre fue
secuestrada, los restos de la médica serán trasladados a Salta y
allí cremados.
“Mataron a lo mejor de la Argentina”
Declaró Julio Argentino Argañaraz, testigo en la Megacasua Jefatura I realizada en Tucumán el 7 de junio del 2010. Contó que ella comenzó su militancia en la Acción Católica pero se fue despegando para luego ser parte de la Acción Socialista Nacional. Entre sus amistades estaban Adriana Mitrovich y el hippie Torres Correa. Ambos desaparecidos, este último junto con Graciela.
Argañaráz indicó que gracias a Juan Martín Martín, por una carta, se enteró que Bustamante estuvo en Jefatura de Policía. El testigo también explicó que debido a la militancia católica de Graciela pudo entrevistarse con el cardenal Pio Lagui, “me recibió y rezamos un padre nuestro. Después con la democracia supe que el cardenal era un constante visitador de los centros clandestinos”, aseveró.
Antes de finalizar su exposición se tomó la licencia de leer un fragmento de la última novela de Tomás Eloy Martínez, ‘El Purgatorio’, un breve párrafo que se encuentra en la página 70 y detalla el horror y terror de aquellos años.
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