Los chefs que cocinan para presidentes y jefes de Estado de veinte países del mundo -en su mayoría miembros del G20- se reunieron en un evento en la sede neoyorquina de la ONU, donde se revelaron los secretos de la "diplomacia de las hornallas".
Entre ellos estuvieron los chefs del presidente estadounidense Barack Obama y el francés Francois Hollande, el de la canciller alemana Angela Merkel, el de la reina Isabel II de Inglaterra y el del presidente italiano Giorgio Napolitano.
Todos forman parte del "Club des Chefs des Chefs", fundado en 1977, considerado la asociación gastronómica más exclusiva del mundo, porque para ser miembro es preciso cocinar para un jefe de Estado, un rey o una reina.
Cristeta Comerford, oriunda de las Filipinas, reveló los
hábitos del presidente Obama. "Sepan que entre nosotros rige la
máxima discreción", advirtió, aunque confirmó la conocida pasión
de la pareja presidencial por la comida sana.
"Les gustan todas las verduras, no sólo el brócoli sino
también la espinaca, el repollo y las arvejas. Al presidente
Obama le gustan varios tipos de cocina, porque tiene una
historia multicultural, y para nosotros es una gran
desafío y también una gran oportunidad", comentó.
Cristeta también explicó que la primera dama Michelle está muy presente en la vida culinaria de la Casa Blanca, y que ella misma a menudo es asediada por la prensa y los curiosos que quieren descubrir los secretos de la mesa presidencial.
También en Italia la salud está en primer lugar, pero con un
ojo atento a las reglas más auténticas de la cocina
mediterránea.
Los platos preferidos del presidente italiano Giorgio
Napolitano y su esposa Clio fueron revelados por los chefs
Pietro Catzola y Giovanni Santangelo.
"El presidente prefiere una cocina sencilla, como spaghetti
al tomate, fusilli al pesto, escalopes de limón y bacalao",
contaron.
Durante las comidas de Estado, es preciso además informarse sobre los gustos y necesidades de los líderes del mundo: "A través de las embajadas averiguamos si los invitados tienen alguna alergia. Para Bill Clinton, por ejemplo, que es alérgico a la leche, cocinamos una crema de arvejas ligándola con crema de arroz. George Bush en cambio no quería alcohol, así que hicimos babá bañado en jugo de naranja".
Ser chef de un rey o jefe de Estado no es simple, porque como
subrayó el fundador de la asociación, Gilles Bragard, compartir
la mesa tiene un papel importante en las relaciones
internacionales.
"Nuestro lema es que la política divide a los hombres, pero
una buena mesa puede reunirlos", afirmó, reiterando la
importancia de la "diplomacia de las hornallas".
Pero además de creatividad, es esencial la discreción, tanto
que en muchos países los cocineros deben firmar un acuerdo de
reserva.
Sobre todo en el Kremlin, donde rigen reglas férreas: junto a los cocineros hay un médico que, por razones de seguridad, lleva todos los ingredientes a un laboratorio antes de preparar los platos presidenciales.
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