La novela Algún día nos lo contaremos todo, de Daniela Krien, es una historia de amor situada en un paisaje rural, bucólico, de la República Democrática Alemana, donde el tiempo casi suspendido -así como las vidas de sus habitantes- irrumpe tras la caída del Muro de Berlín como un huracán que a su paso todo lo transforma quebrando ese eterno presente.
Traducida a 15 idiomas, la novela acaba de ser publicada en castellano por Salamandra y recrea de forma directa esos meses previos a la reunificación, esa especie de limbo en el que había caído la República Democrática Alemana cuando todavía no había surgido la nueva República Federal, que Krien grafica con gran precisión.
En esos días llega a la granja de los Brendel una joven de 16 años, Maria (la narradora), y se instala en la casa de su novio Johannes sin alterar una calma impávida que de a poco comienza a modificar ese escenario rutinario, en el que nunca pasa nada.
Ha dejado de estudiar y al instalarse en la granja describe morosamente la cotidianidad de esa familia integrada por Sigfried (el padre), Marianne (la madre), Frieda (la abuela), el viejo Alfred (hijo de un criado), Johannes y Lukas (los hermanos). Y un tío (Hartmut) que huyó a Occidente y vuelve un día de visita.
Contada en primera persona, Maria relata su encuentro con Henner, un granjero solitario veinte años mayor que ella, con quien comienza una relación de fuerte voltaje erótico, al tiempo que se dibujan las primeras señales de un cambio en esa sociedad atemporal, cerrada en sí misma.
Maria habla sobre Los hermanos Karamazov, que siempre comenta con Henner. "Hablamos poco, no paramos de acariciarnos, y él me lee. En un momento dado, Alexei dice: `Resucitaremos sin falta, nos veremos sin falta, y con gozo y alegría nos contaremos unos a otros todo lo que nos haya sucedido`, una frase de Dostoivski que Krien tomará para titular su primera novela, galardonada con el prestigioso Jueger Literaturpresis.
La madre de Maria divorciada de su marido -quien en la Unión Soviética está por casarse con una joven rusa- vive en un pueblo cercano de quinientos habitantes y como ella, lee: "Aquí es la única que tiene libros. `Effi Briest` y Ana Kareninasiguen siendo sus favoritos indiscutibles. Yo también he pasado unas horas estupendas y he soñado y sufrido mucho con ellos", cuenta la narradora.
"Ya no soy la que era. Pero ¿ahora quién soy?", se pregunta María, ante la inminencia de los nuevos tiempos, aferrada aún a aquello que definitivamente quedará atrás como sintetizan los versos que la autora desliza en la novela: "Somos los caminantes sin destino/ nubes que el viento dispersa/ flores que en frío temblor mortecino/ están esperando la guadaña tersa".
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