El intenso ciclo de conciertos “Camerata Lazarte a Mediodía”, continuará el próximo Domingo 7de Julio a las 11 horas en el Centro Cultural de la UNT con el estreno de “Piezas de Clavecín en Concierto” de Jean-Philippe Rameau a cargo del Maestro Julio Lazarte en clave, Gerardo Solórzano e Isabela Lemos en violines y Marina Jara en viola.
La entrada es libre y gratuita.
La colosal figura de Jean-Philippe Rameau constituye la culminación del barroco francés tanto en el campo teórico como en el creativo. Prototipo del hombre ilustrado, del racionalismo dieciochesco, tras un largo período de formación Rameau salta a la fama casi con cuarenta años al publicar su genial Traite de l'Harmonie, una de las más importantes obras de teoría musical de todos los tiempos, que pondría los cimientos de todos los tratados posteriores que abordan el estudio de la armonía. A partir de ese momento, y hasta el final de sus días, Rameau, como si hubiera reservado todas sus fuerzas, como si hubiera estado madurando su inspiración y aquilatando su técnica durante tan largo lapso de tiempo, se lanza desenfrenadamente a la labor creadora, tanto en el aspecto teórico que roza en ocasiones lo filosófico como en su actividad de compositor, elevando la ópera francesa, la música para clave y la música de cámara a la más alta cima alcanzada a lo largo de todo el período barroco francés. Como tan a menudo sucede, además, Rameau tuvo que luchar firmemente para romper los clichés vigentes en cualquier época de que un teórico difícilmente puede ser un músico práctico de calidad, lo que dificultaría su carrera de compositor, iniciada, desde luego, a una edad extraordinariamente madura. Cuando Rameau, a los cuarenta años rompe su casi total silencio publicando su Tratado de Armonía no ha escrito más que un puñado de cantatas y motetes y publicado en 1706 un Premier livre de pièces pour clavecin que apenas sugiere lo que va a ser su supremo arte clavecinístico, que no alcanzará su plenitud hasta muchos años después, cuando en 1724 publique su genial Deuxième livre... Así pues, el libro de 1706 representa no ya una obra menor, sino casi marginal, dentro de la formidable producción ramista, que no podía hacer sospechar, a pesar de su excelente factura, el músico que se ocultaba en su autor. La suite sigue de cerca la tradición francesa hasta el punto de que el prélude, es casi un prélude non mesuré, género que resultaba ya arcaico en 1706. A lo largo de la colección, en la que encontramos danzas en lugar de las «piezas de carácter» típicas del clave ramista, nos sentimos ciertamente más cerca de la serenidad reposada y confidencial de un D'Anglebert o de un Louis Couperin, que del mundo brillante, arrebatado y virtuoso del Rameau de los años de madurez. La factura en estilo “vieja escuela” es soberbia y aquí o allá encontramos destellos de la genialidad venidera, pero es comprensible que esta obra pasara desapercibida para sus contemporáneos y que Rameau siguiera siendo un compositor ignorado durante cerca de un par de decenios.
Jean Philippe Rameau tenía más de de 50 años cuando comenzó a componer obras para la escena, creando alrededor de 30 óperas, principalmente para la corte de Luis XV. Previamente se había ganado una importante reputación como teórico de la música y como creador de música para el clave. En sus obras tempranas para clave Rameau había buscado perfeccionar la “reunión de los gustos” puesta en marcha por François de Couperin que básicamente propugnaba la síntesis de los estilos italiano y francés. Alrededor de 1740 Rameau tomó un descanso de unos pocos años dejando de lado la composición operística y concentrándose en una colección de cinco volúmenes de “Piezas para Clave en Concierto” de 1741. En este caso “en concierto” significa “en un ensemble”, es decir, en un conjunto de cámara. Tomó la idea, según dijo, de unas sonatas muy exitosas para clave con acompañamiento de violín compuestas muy probablemente por Mondonville y La Guerre, aunque él llevó las exigencias instrumentales a un nivel aún superior. Su modelo en este caso fueron posiblemente los Concerts royaux de Couperin.
Rameau publicó sus conciertos – que recuerdan a los conciertos italianos sólo por su formato en tres movimientos – como partituras y no como particellas, lo cual era inusual. En otras palabras, él pretendía que todos los instrumentistas, incluyendo el violinista o el violista, fueran conscientes de lo que tocaban los demás, creando una verdadera sensación de ensemble.
Todos los instrumentos en las “Piezas para clave en concierto” reciben tratamiento de virtuosos. El clave – que era el instrumento que tocaba Rameau – escapa de su habitual rol de acompañamiento barroco y es el protagonista responsable de acarrear la música con espíritu de bravura. Además del violín, la parte de viola está en un registro particularmente agudo, por lo que puede ser tocada por un segundo violín. Rameau prescribió varias opciones instrumentales para estas Piezas. Podían interpretarse, por ejemplo, como solos de clave. Sin embargo su mayor eficacia se logra con el ensemble especificado. La inclusión de la viola (en realidad, la viola da gamba francesa) es una especie de último homenaje a la era de oro de al viola francesa que coincidió con la edad dorada de la hegemonía cultural de su nación.
La nostalgia está presente en los títulos de las piezas, los cuales hacen eco a los enigmáticos nombres elegidos en su momento por Couperin, Marais y Forqueray en la generación anterior. La música es descendiente del mundo de la danza y del teatro, pero al mismo tiempo Rameau – quien evitaba la vida cortesana – liberó la música de los grilletes de la etiqueta a favor de una vida más mundana. Sus piezas están llenas de personajes que sugieren la posesión de una vasta red social por parte del autor, pero al mismo tiempo casi cada concierto tiene un movimiento que hace un guiño a una conducta más antisocial.
Los títulos descriptivos de las obras de Rameau contradicen su manejo de las leyes del lenguaje musical tal como las había propuesto en su Tratado de Armonía publicado en 1722. “Trato de conciliar el Arte con el Arte” había escrito refiriéndose a la relación entre teoría y práctica. Sus miniaturas individuales y sus danzas estilizadas para clave hablan de una estética clásica en la cual la música obedece primariamente sus propias reglas, dejando en segundo lugar los títulos y las referemcias.
Los títulos de cada pieza son por demás singulares y con ellos Rameau intenta adentrar más en la psicología del personaje que en la mera descripción musical del mismo. La Coulican, por ejemplo, que abre el primier concierto, alude al muy temido conquistador persa Thamas Kuli Khan, más conocido como Nadir Shah, asesinado en 1747, cuya reputación como el segundo Alejandro había llegado hasta la distante Francia. La Livri está posiblemente dedicada al Conde de Livri, su hijo, o un lugar con ese nombre. Le Vézinet se refiere posiblemente a la aldea próxima a París, aunque en general los títulos de las piezas generan más preguntas que respuestas. “Muchas personas de buen gusto y de talento me han hecho el honor de titular algunas de estas piezas” dijo Rameau, haciendo de la interpretación de los títulos un ejercicio intelectual reminiscente de un crucigrama. Así, los saltos interválicos de La Coulican parecen expresar una cierta amenaza primitiva, La Livri presenta modismos que recuerdan la música popular, mientras otros creen escuchar niños correteando en las afueras de St. Germain de paris en La Vézinet.
En el Segundo Concierto los títulos hacen referencia a clavecinistas de la época como Jean-Benjamin de La Borde (Rondement) o Amnne-Jeanne Boucon (Air gracieux) quien representaba el lado femenino, sentimental y sofisticado de la escuela clavecinista francesa. L’Agaçante (La Provocadora, Rondement) es una molestia que enerva y cuyas buenas intenciones solo hacen las cosas peor.
El Tercer Concierto también combina personajes reales con estereotipos. Alexandre-Jean-Joseph le Riche de Pouplinière era un magnate a quien la Corona le concedió el derecho de cobrar los impuestos. Era el mayor mecenas de Rameau a tenía una orquesta privada que el compositor dirigió durante años. La pieza La Pouplinière se refiere a la esposa de éste, Madame Pouplinière, quien mantenía un importante salón cultural y era una mujer de muchos amantes, que incluían a Voltaire y a Casanova.
Los títulos sugestivos se suceden como La Timide y L’Indiscrète, y hasta hay un autorretrato en La Rameau, la pieza con la que concluye el Cuarto Concierto, hecha de escalas y arpegios, como si el compositor estuviera practicando en casa. En el Quinto Concierto aparecen los nombres de maestros de la viola como Antoine Forqueray o su hijo Jean-Baptiste (posiblemente la pieza sea un regalo de bodas para éste). El segundo movimiento de este concierto hace referencia a algún miembro de la familia de músicos Cupis – posiblemente la bailarina conocida como “La Camargo” o su hermano violinista Jean-Baptiste. Finalmente, la gavota La Marais está llena de los floridos modales cortesanos tan característicos del famoso violista francés Marin Marais.
No obstante esta larga descripción de títulos, el oyente no necesita conocer nada de los músicos y personajes franceses a los que las piezas hacen referencia para disfrutar de ellos. El mayor valor y placer estético se encuentra en el delicado equilibrio de conjunto, la sociabilidad camerística en la cual cada instrumento es un individuo. Rameau llega al corazón del verdadero arte de la música de cámara occidental con estos conciertos: el arte de hacer escuchar la voz de cada uno cediendo al mismo tiempo lugar a la palabra del otro.
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