Diez años pasaron desde que Myrtha Schalom publicó La Polaca, una novela estremecedora que en su novena edición sigue más vigente que nunca con la historia de Raquel Liberman, la mujer víctima de trata que en 1929 denunció a la organización Zwi Migdal que la explotaba.
"Me importaba contar la historia de una mujer que se atreve a hablar, que rompe el molde del sojuzgamiento", adelanta Schalom a Télam sobre esta novela que sembró una batería de reconocimientos -como el premio contra la violencia de género que lleva su nombre y la obra de teatro Te llamarás Raquel-, en reivindicación a la joven judía que desembarcó en el país en 1923 tras los pasos de su marido.
Con La Polaca (Galerna), Schalom ficcionaliza la vida de Ruchla Laja Liberman, una inmigrante recién llegada a la Argentina con dos hijos pequeños que pierde a su esposo. Engañada por sus cuñados —miembros de la Zwi Migdal—, la protagonista es secuestrada por una red de trata de personas y sometida a prostituirse en un famoso burdel ubicado en la calle Valentín Gómez.
Esa mujer de vida "airada", como aludió el diario Crítica a la denunciante en 1930, fue responsable de la detención de 108 proxenetas de la Zwi Migdal, fundada bajo el nombre "Sociedad Israelita de Socorros Mutuos Varsovia", que en el siglo XX traía mujeres de Europa, en especial de Polonia, para explotarlas sexualmente, de ahí que la polaca fuera el modo de referirse a las prostitutas judías.
"Gracias a su testimonio la Zwi se desvaneció", subraya Schalom, autora de laSangre que corre, novela que también recorre las desigualdades de género, temática que la convoca desde que conoció a Raquel: "Me significó una vuelta de tuerca como mujer. La memoria es un viaje de ida con espejo retrovisor, ahí adentro está ella".
Schalom no pudo creer cuando en 1992, con la exhibición de una fotografía de Liberman en un programa televisivo, su nieta —que desconocía el dramático pasado de su abuela, al igual que sus hijos— se contactó con ella.
"La realidad supera la imaginación", comenta la autora sobre este encuentro que le aportó datos reveladores sobre la mujer que comenzó a investigar en 1986 en base a fugaces noticias en recortes de diarios.
El impacto que causó La Polaca desde su lanzamiento —ocho ediciones agotadas desde 2003— para la actriz y dramaturga tiene que ver con que "no ha cambiado nada, todavía hay una connivencia del poder político y policíaco" y ejemplifica: "desde 1937 los prostíbulos están prohibidos en todo el territorio nacional, sin embargo siguen existiendo".
"El acto solitario que hace Raquel Liberman sigue brillando como una gema", asegura sobre esta decidida mujer que apenas hablaba español y en 1930 no sólo hace la denuncia en una comisaría sino la ratifica en la justicia. "Se atrevió en una corte de hombres", suma irrebatible Schalom.
Para la autora, esa valentía individual es responsable del efecto que causa su novela porque, décadas después, "todavía hay una naturalización de la prostitución tan arraigada que vuelve a leerse como si fuera la primera vez que se descubre".
En un paralelismo con el presente, Schalom piensa que si bien el tema de la trata está en la agenda (recuerda a Marita Verón), "las palabras se siguen disfrazando".
"Ahora -destaca- tenemos algunas mujeres como la jueza Carmen Argibay pero las leyes las hicieron ellos, estamos frente a un poder de hombre que no aprendimos a desandar".
Y en esta época donde la igualdad de género se acerca -"la mujer es más libre", opina-, la autora entiende que "la prostitución no disminuye porque es el último reducto que le queda al hombre para ejercer su poder".
"Para el negocio de la trata no hay preparación previa -completa- :Un mismo cuerpo produce, mientras es útil, ganancias por varios años".
Schalom concibe a la prostitución como una "elección inducida", "la mujer no elige ser prostituta", dice y no deja hilos sueltos: "Apoyo el sistema abolicionista".
De ahí que la causa de la escritora desde que supo la historia de Raquel sea la compartida por muchas otras, no sólo las que "eligen por indefensión" vender su cuerpo, sino también las que son víctimas de redes de organización amparadas por rufianes y magnates económicos.
"En la medida que la gente pueda reconocer como histórica una situación, tal vez cambiemos el disco rígido de la sociedad", reflexiona Schalom, devenida en militante activa -"a donde me llamen, voy", afirma- por los derechos de las mujeres cuando en forma consciente inmortalizó en este libro a Raquel Liberman, la heroína silenciada.
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