El zapatero y diseñador de calzados alemán Georg Wessels supo del drama de Jeison Rodríguez, que con 17 años mide 2,20 metros y calza 66. No tenía zapatos adecuados y Wessels viajó a Caracas para regalarle tres pares.
Jeison Rodríguez tiene 17 años, mide 2,20 metros y calza 66.
Su crecimiento fue normal hasta los 13 años, cuando un desorden en la
glándula pituitaria alteró su desarrollo. Por eso en su humilde casa de
la localidad venezolana de Aragua, en Maracay, todo queda pequeño ante
él. Las puertas, la mesa, las sillas. La cama se la regalaron en la
iglesia del barrio, porque es prácticamente imposible encontrar en el
mercado una de su tamaño.
Con los zapatos sucedía algo similar, aunque en este caso no fue una
iglesia la que llegó en su auxilio. El muchacho, cuyo sueño es estudiar
repostería, tenía como único calzado unas sandalias improvisadas que, si
bien protegían sus pies del contacto con el piso, no eran nada cómodas.
Como en Venezuela no existe calzado de su talla, una prima de Jeison
que vive en Alemania se enteró de que en la pequeña localidad de Vreden,
en Renania del Norte-Westfalia, una zapatería podía ofrecerles la
solución.
“La familia de Jeison se puso en contacto conmigo y me pidió
ayuda”, cuenta a DW Georg Wessels, dueño de la fábrica de zapatos
Wessels, que se especializa en la confección de calzado para gente
enorme, como el muchacho venezolano. Por intermedio de la embajada
alemana se realizaron los trámites y poco a poco comenzó a gestarse un
verdadero milagro que terminó con el empresario cruzando el océano y
reuniéndose con el mismo joven en Maracay.
Los pies más grandes
“Desde hace más de 30 años producimos de forma gratuita juegos de
zapatos para las diez personas más grandes del mundo, que son también
las personas con los pies más grandes del planeta. Lo que comenzó como
una estrategia de relaciones públicas rápidamente se convirtió en una
misión”, explica Wessels. La razón es puramente humanitaria: “Las
personas que tienen acromegalia, es decir un gigantismo morboso, son
prisioneras en sus propios cuerpos. Estamos realmente orgullosos de
poder ayudar a estas personas”, relata Wessels desde Vreden.
Para ayudar a Jeison, que es el menor de cuatro hermanos de una familia
muy humilde, Georg Wessels y su hermano Peter pidieron una impresión de
los pies del joven. Estos fueron enviados a Alemania en valija
diplomática, para que llegaran rápidamente a la fábrica. Y el 9 de mayo
pasado, Wessels viajó en persona hasta Caracas, donde se reunió con la
encargada del Departamento de Economía de la embajada de Alemania en
Venezuela, Heike Thiele. Ambos partieron a Maracay, donde se encontraron
con Jeison.
“Los pies de Jeison miden 41 centímetros, es decir tiene una
talla 66. Hasta donde yo sé, son los pies más grandes del planeta en
estos momentos”, revela Wessels, que algo sabe del tema. Ha ayudado a
gigantes en distintos países del mundo, y asegura que los zapatos más
grandes que ha fabricado son unos talla 69. Para Jeison, y de forma
totalmente gratuita, la zapatería Wessels fabricó tres pares: unas
sandalias, unos zapatos de vestir y unas zapatillas que combinan con el
uniforme de chef repostero que quiere usar el joven. La madre del chico
no pudo aguantar las lágrimas de emoción cuando recibieron el presente.
Más zapatos y médicos
La zapatería Wessels tiene una tradición de 250 años en el mercado,
buena parte de los cuales se ha especializado en las tallas
extragrandes. Eso, a pesar de que la familia tiene pies “normales”. El
mismo empresario bromea diciendo “yo tengo apenas talla 42 de zapatos”.
La compañía también administra un museo en su ciudad. “La familia es
dueña del mayor museo histórico de zapatos en miniatura”, se enorgullece
Georg Wessels, que también cuenta con indisimulada felicidad la enorme
cantidad de países que ha visitado en su afán por ayudar a los demás.
“Hemos estado en México, Brasil, Argentina, Paraguay y en Venezuela,
pero también en Norteamérica, el norte y sur de África, en Ucrania,
India, China y en muchos otros lugares. Debido a esta amplia variedad de
viajes y a las diferencias obvias que hay entre los países, suelen
surgir barreras lingüísticas. Eso me fuerza a recurrir a la ayuda de
intérpretes o a buscar colaboración en embajadas, misiones religiosas u
otras instituciones de ayuda”, relata el empresario.
La presencia de Wessels en Maracay se convirtió en un acontecimiento
para la localidad. El zapatero bromea diciendo que le prepararon una
“pequeña recepción de Estado”. La prensa local llegó al lugar y se
publicaron varios artículos sobre esta ayuda desinteresada desde el otro
lado del mundo. Pero Wessels no se quedó tranquilo con solo entregar
los zapatos: enviará más pares por intermedio de la embajada y entregó
filmaciones del muchacho a unos médicos en Holanda, quienes verán si es
necesario someter a tratamiento a Jeison. El muchacho, por su parte,
promete enfocarse en su máxima aspiración: dedicarse a la repostería y
juntar dinero para arreglar la casa donde vive junto a sus padres.
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