En El infierno de los vivos, la escritora santafesina Alicia Barberis se pone en la piel de una adolescente víctima de abuso para dar paso a un relato que rescata la impotencia de una voz silenciada por un sistema corrompido, que descuida más de lo que protege.
"Quería que el lector sintiese lo que había sentido al escuchar la historia por boca de ella, una adolescente de quince años sola, desprotegida, culpabilizada", dice a Télam Barberis sobre su última novela basada en hechos reales, pensada y escrita en su primera versión hace 15 años.
"Quería reflejar su impotencia —resalta—, su dolor, su desamparo, en un mundo organizado por adultos que supuestamente deberían cuidarla. Quería mostrar también un sistema corrupto, inserto en una sociedad pequeña, donde muchos nos conocemos y donde aún sabiéndolo nadie hace nada por mejorar las cosas", denuncia la santafesina sobre este relato estremecedor.
El infierno de los vivos (Colihue) narra la historia de Mariana, una joven de 15 años abusada por su padrastro, con una madre que niega el hecho. Después de que su voz se deshace en el intento de demostrar su verdad, la adolescente termina viviendo en un hogar de monjas, lugar que también conocía Barberis gracias a un familiar de su abusador. "Me pidió que contara su historia", desliza la escritora.
A la hora de escribir, explica, "traté de que el intelecto quedase un poco atrás, intenté meterme en la piel del personaje, ver a través de sus ojos. Fue como si me transformara en ella, sin dejar de ser yo, y al mismo tiempo siendo todas las mujeres que se sintieron sojuzgadas, sometidas o en una situación de violencia".
Así, este testimonio novelado y con situaciones ficcionalizadas es producto de una ida y vuelta entre las dos, de tanta intimidad que forjaron un lazo más personal con visitas, fiestas compartidas, vacaciones.
"Comenzó a ser parte de nuestra vida y fuimos tejiendo un vínculo como si fuésemos familia. Hasta que encontramos a su papá verdadero y viajó para reencontrarse con él".
De gran sensibilidad poética y en clave profunda, el libro levanta el velo de una problemática de la que mucho se sabe pero poco se habla.
Barberis rompe el silencio de la mano de una trama cruda, que pone en evidencia no sólo la ausencia de instituciones sino el espacio al que son relegadas las víctimas de abuso, amordazadas por la culpa, el rechazo, la vergüenza y la censura.
El hilo cantante de la narración lo lleva Mariana -escueta en golpes bajos y libre en el relato de sus impresiones-. "Lo que más me había conmovido cuando escuché por primera vez su historia, fue sin dudas su vocecita de adolescente relatando con frases cortas, escuetas, las cosas más terribles".
Perjudicada por un agresor impune que se excusa en la vulnerabilidad de la joven, por una madre que no atiende a su dolor y se esconde en las mentiras de otros, por una justicia que prefiere no ver y por un sistema de contención que poco contiene, el relato del infierno que sufrió la protagonista visibiliza las grietas de la sociedad.
De ahí que la autora señala elementos imprescindibles para narrar, que también ilustran experiencias de otras víctimas: "La mentira de la madre cuando fue a buscarla diciéndole que él ya no estaba en la casa, su cumpleaños de quince ahí dentro; la sordidez del hogar y del juzgado; la indiferencia del juez y de la asesora; la complicidad de muchos; la angustia de pasar la Navidad exiliada del mundo; el dolor y el sufrimiento de la infancia".
Publicada en la colección Leer y Crear (material de lectura complementario para estudiantes), los hechos de la novela no aparecen maquillados, mucho menos hiperbolados.
También autora de Cruzar la noche —bibliografía opcional elegida por muchas escuelas del país—, Barberis apuesta por temáticas fuertes, de diálogo urgente.
"El encontrarme muchas veces con los lectores me posibilitó tener mayor certeza sobre algo que manejaba más que nada desde la intuición: la necesidad de hablar con todas las letras de temas silenciados y dolorosos".
Con la promesa cumplida, ("contar su historia, develar lo ocurrido y que eso repare de alguna manera, el dolor y la injusticia que le tocó sufrir") y con el deseo de que este libro "sirva a otros en una situación similar, para que consideren que siempre es posible encontrar una salida", Barberis abre una puerta y sin tapujos, denuncia desde la literatura la ley del silencio.
Y también espera —acaso para desterrar un poco el sufrimiento que vivió Mariana en la ficción y su protagonista en la vida real así como tantos otros niños y jóvenes— "sirva para que los encargados de proteger a los menores trabajen por un sistema más eficiente y más justo".
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