Cincuenta por ciento de los habitantes de la Unión tiene sobrepeso y entre ellos aumenta el número de personas que padece obesidad patológica. La Comisión Europea quiere combatir este oneroso problema sanitario.
Se gastan fortunas en tratamientos.
En todos los países de la Unión Europea (UE) se ha registrado durante
décadas un marcado aumento de la población con sobrepeso. Y tanto la
Organización de las Naciones Unidas (ONU) como la Organización Mundial
de la Salud (OMS) han hecho sonar la alarma al percatarse de que la
obesidad patológica adquiere los rasgos de una epidemia. Hungría lidera
el ranking de las naciones comunitarias con mayor cantidad de
ciudadanos obesos; Gran Bretaña, Malta e Irlanda le pisan los talones; y
Bruselas insta a convertir este tema en asunto de Estado.
Después de todo, la obesidad patológica amenaza con erigirse en un
oneroso problema de salud pública para casi todos los socios de la UE.
“Aunque los Estados miembros del bloque comunitario responden por sus
respectivas políticas sanitarias, la Comisión Europea quiere enfrentar
esta situación junto con cada uno de ellos”, dice Reinhard Hönighaus,
uno de los voceros de ese órgano. La Comisión Europea ha ofrecido
recursos económicos para financiar proyectos que fomenten una
alimentación saludable.
El programa en cuestión incluye acciones como la repartición de fruta y
leche en las escuelas o la celebración anual del Día Europeo contra la
Obesidad, para llamar la atención de la opinión pública hacia la
importancia de mejorar los hábitos alimenticios y monitorear el peso
propio y el de los niños. “Los más jóvenes son más permeables a la
información sobre cómo alimentarse de manera balanceada. Si los
alcanzamos con nuestros programas, tenemos mayores probabilidades de
cambiar u optimizar sus hábitos alimenticios”, sostiene Hönighaus.
Alimentarse mal es cada vez más fácil
Stefanie Gerlach, portavoz de la Sociedad Alemana de Obesidad, tiene sus
dudas al respecto. “Por sí solas, las campañas de educación e
información no son suficientes para contrarrestar los efectos de un
entorno que fomenta el sobrepeso”, señala la experta. A su juicio, las dietas
poco balanceadas se masifican cada vez más porque la disponibilidad y
la oferta de alimentos saludables es cada vez más restringida y costosa.
Comer bien exige más energía y dinero que consumir lo que está al
alcance de la mano y del bolsillo de la mayoría de las personas.
Varias iniciativas concentradas en reducir los niveles de obesidad de la
población alemana han surgido en las últimas décadas, pero ninguna
parece haber ejercido efectos positivos considerables. La Comisión
Europea insiste en que la industria alimenticia debe integrarse
activamente a esa tarea, voluntaria u obligatoriamente. Hönighaus
propone estampar los valores nutritivos de los alimentos en los
empaques. Gerlach está de acuerdo, pero sólo si la información en
cuestión es presentada de una forma clara y completamente comprensible.
“El mercado está inundado de productos cuyos empaques están saturados de
información sobre sus supuestos valores nutritivos y, a pesar de eso,
la gente no sabe qué hacer con esos datos”, explica Gerlach, añadiendo,
sin embargo, que medidas de mayor dureza podrían contribuir a mejorar la
situación. Por ejemplo: prohibir el mercadeo de productos que engordan
cuando su target es un público infantil.
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