Documentos inéditos revelan que la dictadura brasileña (1964-1985) creó un centro de formación de represores similar a la Escuela de las Américas, que Estados Unidos montó en su base en Panamá, para capacitar a los militares latinoamericanos bajo la doctrina de la Guerra Fría.
Según revelaron documentos divulgados por el diario O GLobo, a los cuales accedió mediante la Ley de Transparencia, la escuela de represión política brasileña duró hasta 1989, cuatro años después del fin del régimen militar, bajo el gobierno de transición de José Sarney.
La Escuela Nacional de Informaciones (Esni) fue creada en
1972 bajo el gobierno del dictador, ya fallecido, Emilio
Garrastazú Médici (1969-1974) y tenía su sede central en Leme,
barrio de la zona sur de Rio de Janeiro, al lado de la playa de
Copacabana.
"Por estas escuelas de represión pasaron los que hoy están
acusados de ser torturadores. En las clases los represores
aprendían a disfrazarse, a penetrar en residencias sin dejar
vestigios y pensar como guerrilleros leyendo estrategia del Che
Guevara y de Mao Tse Tung", escribió O GLobo.
El caso se conoce en medio del avance de la Comisión de la
Verdad creada por la presidenta Dilma Rousseff, ex guerrillera
presa política y torturada por la dictadura.
La Comisión de la Verdad no descarta que el trabajo final
sobre lo ocurrido en los años de plomo en Brasil que será
entregado en mayo de 2014, a 50 años del golpe y antes del
Mundial de fútbol, pueda finalmente derogar la Ley de Amnistía
de 1979, autosancionada por el último dictador, el general Joao
Baptista Figueiredo.
La Escuela Nacional de Informaciones ofreció 83 cursos
durante 17 años de actividad, indican los documentos, que
indican que la inspiración fue la Escuela de las Américas que
funcionó de 1946 a 1984 en Fort Gullick, territorio
estadounidense en el Canal de Panamá, para formar a agentes
latinoamericanos en la represión bajo el pretexto de combatir al
comunismo.
Entre los inspiradores, dice O Globo, de la escuela brasileña
de represión está el brigadier Joao Paulo Burnier, ex comandante
de la base aérea del aeropuerto internacional de Rio de Janeiro
acusado por la desaparición del militante Stuar Angel Jones,
miembro del grupo armado MR-8, brasileño-estadounidense hijo de
la diseñadora de modas Zuzu Angel.
En los últimos días, militares retirados que tuvieron gran
parte de su formación dentro de la democracia fustigaron los
trabajos de la Comisión de la Verdad, como el interrogatorio
realizado al ex coronel Carlos Brilhante Ustra, jefe de la
represión en Sao Paulo, que negó los 50 casos de torturas
seguidas de muerte bajo su comando.
Uno de los casos fue el del general Luis Sodré de Castro, que
hasta 2011 fue el comandante militar de la casa de gobierno, el
Palacio del Planalto, que consideró el caso de Ustra como
revanchismo.
Brasil ha tenido a sus últimos tres presidentes como víctimas
de la prisión o exilio bajo la dictadura. Fernando Henrique
Cardoso (1995-2002), Luiz Lula da Silva (2003-2010) y Rousseff.
Pero la vigencia de la Ley de Amnistía, ratificada en 2010
por la máxima corte, que impide la apertura de procesos contra
los autores de violaciones a los derechos humanos, ha convertido
a Brasil en el país más atrasado respecto de sus vecinos sobre
la investigación y castigo a los responsables de cometer
crímenes desde el Estado.
Según Gilney Viana, coordinador del Ministerio de Derechos
Humanos, la nueva generación de militares adopta parte de los
sentimientos de la más antigua, que participó activamente en la
represión surgida del golpe de Estado contra el presidente
constitucional Joao Goulart.
"Recientemente los egresados de la academia militar Agujas Negras fue bautizada como Médici (tercer presidente de la dictadura). Los instructores y los manuales militares todavía tienen otra visión de la Historia y la enseñan de acuerdo a su conveniencia", sostuvo el funcionario.
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